Yaku iba de camino a casa una noche de invierno después de un largo día de trabajo. Cuando llegó, dejó sus cosas en la mesilla de la entrada y su abrigo colgado en el perchero. La casa estaba más silenciosa que de costumbre, y siempre que eso pasaba le traía recuerdos de cuando vivía solo justo cuando terminó la universidad. Le gustaba estar solo, pero no había cosa que le gustara más que compartir un hogar con su novio semirruso.
—¿Lev? ¿Estás en casa?
Lev no solía trabajar hasta tarde, pero al no obtener ninguna respuesta supuso que esa noche era una excepción. Eso pensaba hasta que escuchó el sonido de lo que parecía ser un vidrio romperse procedente de la cocina.
—¿Eres tú, Lev? ¿Va todo bien?
Nada, no había respuesta. Se esperaba lo peor, pero se armó de valor y se dirigió a la cocina, donde se encontró a su novio tirado en el suelo con una botella de vodka en la mano, una copa rota y mojada en el suelo y un fuerte olor a alcohol.
—¿Lev? ¿Estás borracho?
—¡Yaku-saaan! —hizo sus mayores esfuerzos por levantarse del suelo e ir hacía Yaku, pero se resbaló con el líquido que se había derramado de la copa al caerse y chocó contra el suelo, gimiendo de dolor.
Yaku se acercó a Lev y, agarrando sus dos brazos, lo arrastró hasta el comedor dejándolo caer sobre una alfombra. No se molestó en intentar acostarlo en el sofá porque sabía que sería imposible levantarlo, ya que pesaba dos veces su propio peso debido a su altura.
—¿Por qué mierda te has bebido casi una botella entera de vodka?
—¿Yo he hecho eso?
—No, mi tío.
—Aaa, vale.
Hubo un silencio absoluto, y Yaku se dio cuenta de que Lev se lo había tomado enserio.
—¡Lev, obviamente te esta hablando a ti, imbécil! —el mencionado empezó a sollozar—. ¿Por qué...?
—¿Ya no me quiere, Yaku-san?
—¿Qué chorradas dices? Claro que te quiero estúpido, pero también quiero saber por qué mierda he llegado a casa y te he encontrado tirado en el suelo de la cocina con una botella de vodka.
—Fácil, porque el vaso se me ha roto y he empezado a beber de la botella. ¿No la ve en el suelo? —Yaku se le quedó mirando, atónito—. ¿Por qué me mira así?
—¿Por qué estás borracho? ¡Apenas bebes!
—Es que he salido a tomar algo con unos compañeros de trabajo y... me han regalado la botella y como estaba abierta no quería desperdiciarlo. Seguro que cuesta por lo menos... ¡100.000 yenes! Eso es muuuucho dinero, Yaku-san.
—¡El alcohol caduca en años, idiota! ¡Y apenas cuesta 3000 yenes! —bufó—. Dame la botella, Lev.
—Vaaale... ¿pero no quiere un traguito? —Yaku le dirigió una mirada asesina—. Me tomaré eso como un no —levantó el brazo todo lo que pudo y sintió su mano vacía al segundo. Escuchó unos pasos que se alejaban, dejó de escucharlos y después de unos minutos volvieron a acercarse. Su mano seguía levantada, y volvió a notar algo en ella, pero esta vez no era una botella de vodka, sino una botella con un líquido azul—. ¡Oooo, bebida de aliens, chachi!
—No es... déjalo. Es bebida energética, ayuda a bajar los efectos del alcohol.
—Menos mal, porque no quería convertirme en alien. ¿Los aliens son rojos?