Lev Haiba y Yaku Morisuke se encontraban solos en el vestuario. Eran pareja, pero nadie lo sabía, ni siquiera su familia o los de su equipo. Al principio estaban bien con eso, pero ya habían pasado más de dos meses desde que empezaron su relación y Lev estaba ansioso por contárselo al mundo, mientras que Yaku quería mantenerlo en secreto un tiempo más. No porque se avergonzara, sino porque quería que esos sentimientos siguieran siendo de ellos dos.
—¡Ya han pasado más de dos meses! ¿Cuál es el motivo por el que no quiere contarlo? ¿No está preparado? ¿Le doy vergüenza? ¿Me está engañando?
—Ya te he dicho que no es por nada de eso, Lev. Simplemente quería que fuera cosa nuestra un tiempo más. Pero si tantas ganas tienes de contarlo lo haremos.
—¡Es que no le entiendo, Yaku-san! ¿Por qué usted no tiene ganas?
—¡He dicho que sí, cabezota!
—¡Pero se nota que es por compromiso!
—Lev, no quiero discutir por esto. Puedes decírselo a quien sea, se acabó.
—¡Pero quiero que sea especial!
—¿Qué quieres decir con especial?
—Pues que a la primera persona que se lo digamos sea especial para nosotros. Pero quiero que lo hagamos juntos.
—Está bien, ¿a quién te refieres con lo de persona especial?
—¡Pues a usted, Yaku-san, pero ya lo sabe! ¿O no?
—Me refiero a alguien que no sea uno de nosotros —Yaku sonrió.
—¡Oh! Pues... ¿qué tal a Kuroo-san?
—Kuroo no es especial, es un idiota.
—Eso me ha dolido, Yakkun —como si lo hubieran invocado, Kuroo apareció por la puerta del vestuario—. ¿De qué estáis hablando? Os estamos esperando para cerrar.
Lev y Yaku hicieron contacto visual, y la mirada del primero era la de un ruego. Yaku la interpretó enseguida y entornó los ojos en señal de negación, pero el contrario intensificó su expresión y el mayor se acabó rindiendo soltando un resoplido. Lev sonrió victorioso y pegó un pequeño brinco.
—Pues... Yaku-san y yo queremos decirle algo, Kuroo-san.
—Ya sé que soy el mejor capitán del mundo, pero si queréis decírmelo os escucho encantado.
—Cállate egocéntrico —gruñó Yaku.
—Pues verá, Yaku-san y yo... ¡Estamos saliendo! —Lev tomó la mano de Yaku emocionado—. Desde hace más de dos meses.
—Entiendo, entonces aquí es cuando finjo estar súper mega sorprendido por vuestra relación, ¿verdad? —los otros dos chicos se quedaron confusos y sin palabras, y Kuroo sonrió pícaro—. Venga ya, todos los del equipo lo sabemos desde hace semanas. Además, Kenma os pilló besándose en el baño del gimnasio hace varios días.
—¿Ah sí? Pues espero que nadie se entere de que el otro día os vi a ti y a Kenma besándose detrás de la escuela, sería una pena que los del equipo se enterasen así —Yaku empezó a reírse a carcajadas mientras que Kuroo se puso colorado como un tomate.
—Bueno... supongo que tampoco era ningún secreto —comentó Kenma, atravesando la puerta del vestidor—. Pero fuera bromas, me alegro por lo vuestro. Lo he escuchado todo.
—Gracias, Kenma. ¿Ves, Kuroo? Con eso nos hubiera bastado, no hacía falta que fueras un rancio.
—Me lo apunto para la próxima. Ahora salid, que tengo que cerrar de una vez.
—Esperadme fuera, voy a coger mis cosas. Tardo dos minutos —dijo Yaku. Kuroo asintió y salió del vestuario junto a Kenma, quedándose Lev y Yaku solos de nuevo—. ¿Entonces? ¿Te ha parecido lo suficientemente especial?
—Bueno, supongo que sí... aunque no ha sido como me lo había imaginado —Yaku sonrió y cerró su taquilla.
Ambos se quedaron uno enfrente del otro, mirándose fijamente. Morisuke tiró del cuello de la camiseta de Lev para que bajase la cabeza hasta su altura, y poniéndose de puntillas le besó suavemente en los labios.
—Sus besos sí que son especiales, Yaku-san.
Ambos sonrieron y volvieron a juntar sus bocas en otro lindo beso, que fue interrumpido por un grito procedente de Kuroo.
—¡Dejad de besuquearse y salid ya!
Yaku gruñó y Lev rió, y ambos salieron del vestuario y del gimnasio junto a Kuroo y Kenma.
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•Este es cortito pero no sabía que más meterle, pero tengo varios borradores a medias que espero poder subir pronto.
¡Nos leemos!