||CAPÍTULO 25||

958 148 48
                                    

• ─────────── 🌙 ─────────── •

Luego de aquel arrebatador beso, el cual se resistió a responder, el alfa se marchó de la habitación, dejándola en un abrumante estado de consternación, sin poder mover un solo músculo, se mantuvo de pie completamente paralizada. 

La impotencia la abordó cuando recobró la poca cordura que apenas lograba mantener en su día a día. ¡¿Cómo se había atrevido a besarla de nuevo?! Era inconcebible, él no tenía el derecho, aunque ella fuera una omega esclava, no se iba a dejar usar de esa manera. Ella no era un pedazo de carne a disposición en su mesa.

Sin poder contenerse, las lágrimas bañaron su rostro inmediatamente, como las finas gotas de lluvia que caían en la primavera. Una lágrima fugitiva descendió desde su lagrimal hasta la comisura de sus belfos, el sabor salado de ellas se le hizo demasiado familiar, ya se había hecho una maldita costumbre que sus ojos traicioneros flaquearan ante las situaciones difíciles.

El tacto de sus dedos contra su mejilla derecha la hizo más consciente de la realidad. Al retirarlos, pudo ver la humedad en ellos, producida por sus lágrimas, había estado tan cerca. Quería matarlo con sus propias manos, no le importaba lo imponente que resultaba ser aquella bestia de casi dos metros, mucho menos las consecuencias por su osadía, pero su jugada atrevida culminó en un fracaso que le caló hasta en lo más profundo de su orgullo. 

Sabía perfectamente que un simple cuchillo de mesa no iba a dejar un daño significativo en él, pero quería darle en donde más le dolía, en su ego de macho alfa. La situación resultó tan burlesca que no pudo siquiera rozar su cuerpo con la punta del arma blanca, ni un corte superficial pudo dejar en él; era tan patética que ni para eso servía. 

— Tengo que salir de aquí... — Se oyó así misma decir después de unos minutos analizando la situación. 

No iba a quedarse en ese lugar a expensas de ser la jodida sumisa del rey; su mente formulaba atroces escenarios en donde la perversidad del monarca salía a flote. Todo era muy contradictorio y eso era lo que más le aterraba. No quería volver a su antigua vida de esclavitud, pero tampoco quería ser el juguete de un alfa prepotente. Con su vista nublada por las lágrimas, se dirigió hacia la puerta; esta estaba cerrada como era de esperarse. 

El siniestro pelinegro de mirada amenazante la había encerrado nuevamente. Tenía que hallar la manera de salir de ese infernal castillo, sabía que su padre volcaría todos sus esfuerzos y recursos para encontrarla, pero su captor no era nada más ni nada menos que el jodido rey. Guardar la calma y esperar una solución caída del cielo era como echar falsas esperanzas en un saco roto. 

Con determinación elaboró un precario plan de escape, era consiente de que el desenlace de este podía ser desastroso, pero aun así se apresuró a buscar por toda la inmensa recámara sábanas, cobertores, cortinas, toallas o fundas de almohadas todo lo que le pudiera servir para armar una soga resistente al peso de su cuerpo y claro esta que fuese lo suficientemente larga para tocar el suelo. 

Era cuestión de minutos para que vinieran a tocar la puerta las sirvientas de las que habló el alfa, por eso lo hizo lo más rápido que sus manos le permitían. Cuando ya la tenía hecha, se dirigió al balcón para lanzar las telas entretejidas en una trenza de tres cabos. 

Al asomarse, vio la impresionante altura en la que estaba. Era como un tercer piso, o eso logró calcular. La soga no era tan larga, pero esperaba que fuera suficiente, aunque tuviera que saltar para llegar al suelo. Luego de amarrar un extremo al balcón y asegurarse de que estaba bien hecho, el nudo empezó a descender. Como era de esperar, quedó suspendida en el aire cuando la soga no daba para más. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 09 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐄𝐒𝐂𝐋𝐀𝐕𝐀|ᴏᴍᴇɢᴀᴠᴇʀꜱᴇᴶᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora