Capítulo 3) El juicio

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Narrado:

Después de un rato, Reymon despertó con los ojos vendados, sin poder mover ni las manos ni los pies, escuchando las voces de sus compañeros sin saber qué ocurría. Pero al estar más atento, también escuchaba la voz de numerosas personas abucheando. De repente, alguien llegó y les quitó las vendas. Pudieron ver que estaban en el centro de la iglesia y segundos después de haberles quitado las vendas, escucharon la voz del anciano que los había guiado hasta allí. Al girar la mirada, vieron que era el mismo anciano, pero vestido de manera extravagante y completamente blanco, conocido como el padre. Reymon y los demás le preguntaron qué ocurría, a lo que él respondió:

"Cállense, sucios pecadores. Deberían estar agradecidos de estar aquí. Su muerte saldará las deudas de su pecado".

Marx preguntó cuál era su pecado, a lo que el padre respondió:

"Acompañar a un demonio". Apareció una lanza blanca en su mano y señaló a Reymon. "Desde que vimos a ese niño transformarse en la aldea por sus rasgos, supimos que era un demonio. Cuando fuimos a darle fin a ese vil pecado, encontramos su casa destrozada, el cadáver de seis personas y a sus dos hermanos, Diana y Jimi, pero no te encontramos. Pero todos los que veneran a los demonios son pecadores, así que nos llevamos a tus dos hermanos".

En ese momento, la multitud empezó a dudar de la teoría del padre al ver solo a cuatro niños indefensos atados de manos y pies. Al escuchar las dudas, el padre levantó su lanza y hizo brillar una luz revelando los aspectos de los tres.

"El serio (Marx) es un elfo que tiene exceso de oscuridad en su interior. La niña de pelo verde (Ema) no tiene alma. El vil demonio al que debemos darle fin (Reymon). Y esa niña con esas alas... Si no me equivoco, es un ángel. Su muerte será aún más dolorosa, ya que un ser de luz que traiciona a su clan es considerado mucho peor que un demonio. Es la más pecadora de los cuatro".

Marx, al escuchar que planeaban matarlos, intenta liberarse de las cadenas. Sin embargo, se da cuenta de que las cadenas estaban debilitando su magia, haciéndole sentir impotente y sin poder para defenderse. Reymon, sintiéndose mal por sus compañeros y pensando que todo esto era culpa suya, recuerda las palabras del padre cuando habló de sus hermanos y rápidamente le pregunta dónde están. El padre pide que traigan a la orca, y al momento en que la traen, ve a sus dos hermanos colgados con numerosas heridas en el cuerpo y en la espalda, como si hubieran sido maltratados y azotados repetidamente. Mientras la multitud gritaba alegremente y les arrojaba basura a los dos cadáveres, Reymon les grita a sus dos hermanos, rehusándose a creer que estén muertos, pero nunca obtiene respuesta. En ese instante, Reymon baja la mirada y comienza a llorar por sus dos hermanos mientras la multitud abuchea. Al recordar los buenos y malos momentos que había pasado con sus hermanos, se llena de odio, ira y desesperación. Su vista se nubla de un rojo oscuro lleno de impotencia y lo único que pasa por su mente es caos, muerte y destrucción. De repente, el ambiente se vuelve tenso y Reymon es rodeado por una aura oscura y penetrante. Al levantar la mirada, se nota que estaba llorando sangre y le aparece el tercer ojo, su rostro muestra una sonrisa psicópata casi de oreja a oreja, como si ya no fuera él.

Una voz grave, macabra y un poco distorsionada salió de él, atravesando sus serrados colmillos y su mirada tétrica.

"Mi era ha llegado", proclamó Reymon con un tono oscuro y amenazante.

Al verlo con ese aspecto, el padre decidió que debía acabar con él cuanto antes. Tomó la lanza y la lanzó hacia Reymon, clavándosela en el pecho. "Ven, así es como en verdad son los demonios", exclamó.

Mina, Marx y Emma quedaron perturbados y asustados por presenciar aquel acto. El padre sonrió, pensando que había terminado con él, pero Reymon agarró la lanza y la rompió con una fuerza inhumana. Los agujeros que le había dejado la lanza se regeneraron en un instante. Reymon comenzó a flotar, rompiendo las cadenas que lo ataban, y agarró al padre por el cuello, abriéndole la boca y devorando su alma. Justo cuando estaba a punto de consumirla, uno de los guardias intervino para detenerlo, haciendo que el padre cayera al suelo. La multitud en la iglesia entró en pánico y trató de huir, mientras los guardias de la iglesia se abalanzaron sobre Reymon, intentando detenerlo con todas sus fuerzas. Utilizaron sus armas y habilidades para contenerlo, pero Reymon, imbuido de un poder oscuro, los deshizo con una combinación de fuerza bruta y magia oscura. Con un simple gesto, lanzó a los guardias contra las paredes y los objetos cercanos, dejándolos inconscientes, gravemente heridos y muertos.

Los guardias restantes, viendo la devastación causada por el poder de Reymon, retrocedieron momentáneamente, tratando de reagruparse y planificar una estrategia para enfrentar a esta amenaza imparable. Sin embargo, antes de que pudieran recuperarse por completo, Reymon los atacó con una ráfaga de energía oscura que los dejó indefensos y sin posibilidad de resistir. Lo que antes parecía una emboscada para Reymon, ahora era una masacre por parte de los guardias, ya que estaba matando uno por uno sin dejarles posibilidad de huir.

Mientras tanto, el padre sacó un colgante de su bolsillo, se lo puso al cuello y comenzó a recitar una oración mientras Reymon peleaba con los guardias. Al terminar la oración, el padre repentinamente aumentó su poder y desafió a Reymon, diciéndole que Dios le había prestado parte de su poder y que se rindiera o no habría perdón para él. Después de escucharlo, Reymon se dirigió rápidamente hacia el padre con la intención de matarlo.

La batalla se sumergió en un violento enfrentamiento en el que parecían estar igualados, pero los daños que recibía Reymon se curaban mientras que los del padre no. La batalla duró hasta que el padre se quedó sin energía para luchar. Al verlo tan debilitado, Reymon lo golpeó con toda su fuerza hasta acabar con su vida, atravesándolo con un golpe tan potente que destruyó parte de la iglesia, dejando escombros por todas partes.

Mina, Ema y Marx resultaron heridos por el impacto, pero lograron liberarse de las cadenas, agradecidos con Reymon por haberlos, salvados. Sin embargo, estaban inquietos por su aspecto y forma de pelear. Mientras tanto, Reymon continuaba sonriendo con su aura oscura cada vez más grande, sin haber recuperado la cordura y pensando en la destrucción.

Mina se dio cuenta de que Reymon no había vuelto en sí y corrió hacia él para intentar calmarlo. A pesar de las advertencias de Marx y Emma sobre lo peligroso que era acercarse a él, Mina siguió adelante. Al llegar a donde estaba Reymon, lo abrazó con fuerza y liberó una aura de luz para iluminarle el camino, tratando de hablarle. Al escuchar sus palabras, la luz comenzó a disipar el aura oscura de Reymon, quien poco a poco recuperaba la cordura mientras escuchaba su voz. Finalmente, la luz lo calmó por completo y lo devolvió a su forma humana.

Tranquilo y calmado, Reymon pudo ver a Mina con claridad. Le dio las gracias y terminó tumbado en sus brazos, haciendo que ambos cayeran al suelo. Mientras tanto, Marx y Ema corrieron hacia ellos para asegurarse de que estuvieran bien, y al llegar, encontraron a Reymon dormido y a Mina Preocupada, tomando su pulso para asegurarse de que este bien

El Paramo de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora