La luz tenue del amanecer se filtraba perezosamente a través de las cortinas semi-abiertas, dibujando sombras danzantes sobre las sábanas revueltas. James Barnes, el antiguo soldado del invierno yacía inmóvil, su respiración apenas perceptible mientras su mente luchaba por emerger de las brumas del sueño. Algo no estaba bien. El aroma en el aire era diferente, más rico, más complejo que el habitual olor a metal y cuero de su propia habitación.
Lentamente, como si temiera confirmar una sospecha que aún no había formulado conscientemente, James abrió los ojos. Lo primero que registró fue el techo, definitivamente no el suyo. Luego, el peso cálido presionando contra su costado derecho. Su corazón comenzó a latir con fuerza, un tambor frenético en su pecho que amenazaba con ahogarlo.
Con un movimiento casi doloroso en su lentitud, James giró la cabeza. El shock lo golpeó como una descarga eléctrica, paralizándolo por completo. Allí, acurrucado contra él, con el rostro relajado en un sueño profundo, estaba Tony Stark.
Tony. El genio, multimillonario, filántropo. El Omega dominante que lideraba a los Vengadores junto a Steve. La pareja destinada de su mejor amigo.
Y estaba desnudo. Ambos lo estaban.
James contuvo el aliento, su mente un torbellino de confusión y pánico. ¿Qué había sucedido? Los recuerdos de la noche anterior eran borrosos, fragmentados. Recordaba una fiesta, celebrando otra victoria de los Vengadores. Recordaba a Tony, brillante y magnético como siempre, el centro de atención. Recordaba sentirse fuera de lugar, como tantas veces antes, un Alfa recesivo en un mundo que valoraba la dominancia por encima de todo.
Y luego... nada. Un vacío que ahora se llenaba con el peso de las implicaciones de su situación actual.
Con cuidado, tratando de no despertar a Tony, James se incorporó ligeramente. Fue entonces cuando lo vio, y el poco aire que quedaba en sus pulmones escapó en un jadeo silencioso. En el cuello de Tony, justo donde se unía con el hombro, había una marca. No era permanente, gracias a Dios, pero era inconfundible: la huella de dientes de un Alfa en pleno frenesí de apareamiento.
Sus dientes. Su marca, en el cuello de Tony.
El pánico, que hasta ese momento había sido un zumbido bajo la superficie, explotó en una oleada de adrenalina pura. Necesitaba salir de allí, necesitaba aire, necesitaba... Dios, necesitaba entender qué diablos había pasado.
James se incorporó lentamente, cuidando de no despertar a Tony. Sentado al borde de la cama, con la cabeza entre las manos, intentó calmar su respiración agitada. Con movimientos cuidadosos, James comenzó a buscar su ropa, esparcida por el suelo de la habitación. Cada prenda que encontraba traía consigo un destello de memoria: Tony tirando de su camiseta con impaciencia, sus propias manos desabrochando los pantalones del omega con una urgencia que nunca había sentido.
Volteó a ver y el omega dormía plácidamente, ajeno al tormento que atravesaba James. En ese momento, sin las barreras que normalmente levantaba, Tony parecía vulnerable, casi frágil. James sintió una punzada en el pecho, un deseo inexplicable de proteger, de cuidar.
—No —se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza para alejar esos pensamientos. No podía permitirse esos sentimientos, no cuando todo estaba a punto de desmoronarse. No cuando ya había cometido la peor traición.
Vistiéndose rápidamente, James se dirigió a la puerta.
Su mano se detuvo en el picaporte, dudando. Una parte de él quería quedarse, enfrentar las consecuencias de sus actos, hablar con Tony cuando despertara. Pero el miedo era más fuerte. Miedo al rechazo, miedo a la ira de Tony, miedo a perder el frágil sentido de pertenencia que había logrado construir con los Vengadores.
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Aroma y silencios; WinterIron
FanfictionJames jamás custionó como serñia su vida despuññes de integrarse de vuelta al mundo real. Estando steve a su lado, prometiendo que todo estaria bien, se volvió un poco molesto de escuchar. A dieferencia de él, James era un alfa recesivo, icluso con...