Capítulo 5

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James se encontró vagando por las calles de Nueva York, su mente un torbellino de emociones y recuerdos. La noche había caído, y las luces de la ciudad brillaban como estrellas artificiales, reflejándose en los charcos dejados por una lluvia reciente. Sin un destino claro en mente, sus pasos lo llevaron a un bar poco concurrido, el tipo de lugar donde uno podía perderse en el anonimato.

El olor a alcohol y humo lo envolvió al entrar, una mezcla familiar que prometía, si no consuelo, al menos un breve respiro de sus pensamientos atormentados. Se sentó en la barra, pidiendo un whisky doble al camarero con un gesto silencioso.

Mientras el líquido ámbar giraba en su vaso, James se permitió sumergirse en sus recuerdos, retrocediendo hasta el día en que conoció a Tony Stark por primera vez.

Había sido poco después de que Steve lo trajera a la Torre de los Vengadores, todavía roto y perdido, luchando por reconciliar al hombre que fue con el arma en la que lo habían convertido. Tony había estado allí, en el taller, trabajando en algún proyecto incomprensible para James.

—Así que tú eres el famoso Bucky Barnes —había dicho Tony, sus ojos recorriéndolo de arriba abajo con una mezcla de curiosidad y cautela—. Steve no para de hablar de ti.

James recordaba haber gruñido una respuesta, incómodo bajo el escrutinio del genio. En ese momento, la presencia de Tony lo irritaba. Era demasiado brillante, demasiado ruidoso, demasiado... vivo. Todo lo que James no se sentía.

Pero entonces Tony había sonreído, una sonrisa genuina que llegó hasta sus ojos, y James sintió que algo se movía en su interior. Esos ojos, pensó ahora, tomando un sorbo de su whisky. Esos ojos habían sido su perdición desde el principio.

Los días siguientes a su llegada habían estado llenos de tensión. James desconfiaba de todos, especialmente de Tony. Después de todo, había matado a sus padres. ¿Cómo podía el hombre siquiera soportar estar en la misma habitación que él?

Pero Tony, contra todo pronóstico, había sido paciente. Había trabajado incansablemente en su brazo, mejorándolo, haciéndolo más cómodo, más funcional. Y con cada sesión en el taller, James se encontraba relajándose un poco más en presencia del genio.

—¿Sabes? —le había dicho Tony una noche, después de horas de trabajo en silencio—. No eres tan aterrador como intentas parecer, Robocop.

James había arqueado una ceja, sorprendido por el comentario—. ¿No?

—Nah —Tony había sonreído, ese brillo travieso en sus ojos que James ahora asociaba con problemas y aventuras por igual—. Eres más como un osito de peluche malhumorado. Un osito de peluche asesino, tal vez, pero aun así.

Esa había sido la primera vez que James se rio en.... no podía recordar cuánto tiempo. Y la forma en que los ojos de Tony se iluminaron ante el sonido, como si hubiera logrado algo monumental, hizo que el corazón de James diera un vuelco.

Desde ese momento, algo había cambiado entre ellos. Ya no eran extraños incómodos, sino algo más cercano a amigos. Tony lo provocaba constantemente, sacándolo de su caparazón con bromas y comentarios ingeniosos. Y James, para su propia sorpresa, comenzó a responder, encontrando una voz que creía haber perdido hace mucho tiempo.

James pidió otro whisky, perdido en sus recuerdos. Recordó las noches en vela, cuando las pesadillas lo acosaban y se encontraba vagando por la torre. Cómo, invariablemente, terminaba en el taller de Tony, el único otro ser vivo despierto a esas horas intempestivas.

Tony nunca preguntaba, nunca lo presionaba. Simplemente le ofrecía una taza de café y le asignaba alguna tarea simple, algo para mantener sus manos ocupadas mientras su mente se calmaba. Y poco a poco, James comenzó a hablar. Sobre sus miedos, sus recuerdos fragmentados, la culpa que lo consumía.

Aroma y silencios; WinterIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora