~El amor y la obsesión son muy distintos: el amor sana, mientras que la obsesión corrompe.~
«¿Acaso eso fue una confesión?» pensé, estupefacta.
Sentí una profunda confusión y mi corazón comenzó a martillear intensamente en mi pecho ante su declaración. No pude mirar a Will después de eso, por lo que desvié la mirada mientas intentaba deshacerme de mis nervios y miedo.
—¿Qué quieres decir?— me vi en la obligación de preguntar.
Él me lanzó una mirada seductora con una sonrisa de medio lado.
—Lo sabrás cuando llegue el momento—fue su enigmática respuesta.
Para mí esa no era una respuesta válida, pero opté por no decirle nada, prefería olvidar el asunto; sin embargo aún tenía miles de dudas y una en específico que me estaba matando; mas no me atrevía a decir nada. Hay veces en las que es mejor guardar silencio y esa era una de ellas
Por un momento no hice más que mirar a la nada, pensativa y con una expresión indescifrable, quería irme, volver a casa con mis padres, pensé en ellos, ¿qué sería de sus vidas en ese momento?
—¿Estás bien?—inquirió Will, levantando mi barbilla con su dedo índice. Parecía preocupado.
Aparté el rostro bruscamente, rompiendo con su contacto y cercanía.
Quise golpearlo, sentí el maldito impulso de partirle la cara de un puñetazo.
¡Obviamente no estaba bien!, ¡¿Cómo iba a estarlo?!
Inhalé hondo, intentando recuperar la calma.
—¿Tú qué crees?—le espeté de mala gana.
Su mirada se tornó seria.
—Quisiera decirte que lamento esto, pero mentiría.
Ni siquiera lo miré, no quería oírlo, no quería verlo... una lágrima rodó por mi mejilla.
—¿Qué hice para merecer esto?— murmuré más para mí misma que para Will.
Él fijó su vista en un punto cualquiera, se alejó unos pasos y me lanzó una mirada antes de volver a su tarea inicial en la cocina.
«¡Es un maldito insensible!, como lo odio.»
Ya no lo soportaba, en realidad ni siquiera podía entender cómo había tolerado aquella situación hacía tan solo unos minutos.
Inconscientemente me cubrí el rostro con las manos, a punto de colapsar.
—Angie, tranquilízate por favor— me pidió.
Quise tragarme las palabras; mas no lo conseguí. Con puro odio y desprecio le grité:
—¿¡Cómo mierda quieres que me tranquilice!?, ¡Estoy aquí secuestrada por un posible psicópata, lejos de mi familia y de todos los que amo!, ¿te parece que estoy bien?— la voz se me quebró y rompí en llanto.
Will abrió la boca; sin embargo nada salió de ella, se había quedado sin palabras. Avanzó hasta donde me encontraba y abrió sus brazos para mí, creo que en un intento de abrazarme, solo que no se lo permití y le di un brusco empujón.
—¡Aléjate, no me toques!— retrocedí, alterada.
Él soltó un suspiro de cansancio.
—Perdóname, no tengo más alternativa.
Antes de poder entender lo que decía sus fuertes brazos me retuvieron y aunque intenté zafarme me cubrió la boca y la nariz, cortando mi respiración, el aire ya no llegaba a mis pulmones.
Poco a poco empecé a perder el conocimiento y me rendí en sus brazos.
Will
Tomé a Angie en brazos y la apegué a mi cuerpo, incluso creo que la observé un poco más de lo necesario, se veía tan frágil e indefensa. Era consciente del odio que sentía hacia mí y no la culpaba por ello, tenía todo el derecho.
Quizás había sido demasiado enfermo de mi parte secuestrarla y seguramente aquello le dejaría un trastorno, como los repentinos cambios de humor que estaba sufriendo, un claro ejemplo era lo que acababa de suceder.
Subí las escaleras y avancé hasta mi habitación donde, tras abrir la puerta, volví a mirar a Angie, ¿en algún momento confiaría en mí?, se supone que eso no debería importarme, mi único deber era cuidar de ella y cerciorarme de que se mantuviera saludable.
La recosté en mi cama con cuidado y la cubrí con unas mantas, admito que por mi mente cruzó acostarme a su lado y abrazarla para que entrara en calor, pero me contuve, ya podía imaginarme cómo reaccionaría, cosa que prefería evitar a toda costa.
Busqué unas cadenas que había guardado en la mesita de noche, con las cuales até una de sus muñecas, me pareció que con eso bastaría, de hecho era un poco exagerado considerando la alta seguridad con la que contaba la casa, en fin, era solo para prevenir cualquier suceso imprevisto, no había que dejarse engañar por su aspecto ingenuo e inocente, Angie era muy lista.
Me dirigí hacia el armario y comencé a buscar ropa para Angie, una vez decidí llevar a cabo este enfermo plan compré de su talla y a sus gustos, le gustaba la ropa holgada, por ende le escogí un abrigo beige para el frío, un lycra negro y por supuesto también le dejé unas bragas y un sujetador a juego. Si se preguntan por qué diablos estaba haciendo algo tan pervertido como tocar la ropa interior de una mujer, pues la respuesta es simple: no tengo ni jodida idea.
No soy un santo, lo reconozco, tengo muchos antecedentes penales por robo, peleas, homicidio, tortura, secuestro y la lista sigue interminable; he tenido problemas con la policía, tengo trastorno de psicopatía y otras cosas que prefiero no mencionar. En resumen confiar en un enfermo como yo es similar a cavar tu tumba, soy tu condena de muerte, tu pesadilla personificada. Sin embargo aún no lograba identificar qué carajos quería con Angie, desde que la vi por primera vez tuve ese deseo obsesivo de tenerla y por más que lo intenté no podía sacármela de la cabeza. Cualquiera me diría: «háblale», pero no era tan sencillo como parecía, estuve al borde de la locura, hasta que elaboré este plan del que no me alegro pero tampoco me arrepiento y solo porque la palabra «remordimiento» no existe en mi diccionario.
Dejé la ropa sobre la cama y abandoné la habitación.
Estaba muy impaciente y ansioso, y no entendía la razón, a lo mejor era porque aún seguía pensando cómo lograría que Angie dejara de temerme, era demasiado pronto, solo había pasado un día, era perfectamente consciente de ello; no obstante para mí habían parecido siglos. No podía parar de pensar qué haría si mi plan fracasaba, la idea de adelantar las cosas rondaba por mi mente; mas no quería obligarla a hacer nada que no quisiera.
No pienso explicar a qué me dedicaba, solo diré que torturaraba gente muy a menudo, ya fuese para sacarles información o con el propósito de obligarlos a hacer ciertas cosas, en cambio con Angie no planeaba hacer nada de eso, a menos que fuese mi último recurso.
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Peligrosa tentación
RomanceUna noche fue suficiente para cambiar drásticamente la vida de Angie, quien al salir del instituto fue brutalemente secuestrada por un enigmático chico de nombre Will. Alto, ojazos verdes, físico de modelo, cabello salvaje y ese aire de arrogancia...