~A veces los ángeles se disfrazan de demonios~
Me dolía la cabeza, me sentía sumamente mareada y algo débil. Ni siquiera podía recordar dónde me encontraba, solo sabía que estaba sentada, ya que notaba una silla bajo de mí.
Traté de moverme; sin embargo algo me lo impidió y no podía descifrar de qué se trataba, volví a intentarlo, nuevamente sin resultado alguno. ¿Qué rayos me estaba sucediendo?
Mis oídos percibieron el sonido de unas cadenas y finalmente logré atar cabos en mi mente, aunque la conclusión a la que llegué fue lo más impactante y horroroso que tuve que pasar durante mis 17 años de vida.
Mis manos estaban atadas. Dios mío, ahora lo recordaba, ¡ese tipo me había secuestrado!
Abrí los ojos abruptamente, la luz me cegó por un momento, haciendo a mis ojos arder; mas no le di importancia, en ese momento no era relevante, en lo absoluto.
Observé y detallé mi entorno, al parecer estaba en un sótano, no del tipo sucio y espeluznante, sino uno más limpio y ordenado, pero eso no cambiaba nada.
«No, por Dios, esto no puede estar pasándome.»
El terror y la aflicción se apoderaron de mi ser, mis ojos se llenaron de lágrimas y en un inútil intento de escapar tiré de las cadenas con desesperación, intentando aflojarlas, independientemente de que supiera que no resultaría.
Recordé al chico que me secuestró y me alarmé todavía más, sentí un profundo miedo al pensar en él, necesitaba salir de ahí antes de que volviera . Si había sido capaz de secuestrarme también sería capaz de hacer otras cosas conmigo, en las cuales prefería no pensar por el momento.
— ¡Ayuda!, ¡sáquenme de aquí! — rogué entre sollozos desesperados, creyendo que alguien podría escucharme.
Mi corazón se detuvo cuando una puerta se abrió, permitiéndome vislumbrar a una alta y musculosa figura masculina.
Era él... mi secuestrador, solo que no era para nada como me lo esperaba, la noche anterior no había podido detallarlo bien debido a la oscuridad; sin embargo al verlo con claridad quedé pasmada.
Era joven, quizás unos años mayor que yo, sus ojos eran verdes, su cabello azabache y este se encontraba desordenado, además sus finos labios eran de un tono tan rojo como la sangre y se veían tan húmedos y provocativos que me causaban pensamientos eróticos. Sus rasgos eran finos, pero masculinos, su faz era perfecta, impecable...
Nariz perfilada
Sin imperfecciones
Mandíbula marcada
Pómulos prominentes
Clavícula marcada
Oh no, y ni hablemos de su ostentoso cuerpo, el cual no pude evitar notar puesto que no llevaba camiseta, sus abdominales resaltaban en ese cuerpazo de atleta, al igual que sus músculos, aunque todo parecía estar bien medido, ya que no se veía ni extremadamente delgado ni extremadamente musculoso, solo estaba en un punto medio que consideré perfecto.
Rayos... era jodidamente guapo, nunca había visto a un chico tan atractivo como él.
Todo esto pasó a segundo plano al recordar que era mi secuestrador y que en ese preciso momento estaba atada en una silla a su merced.
Debo admitir que estaba aterrada y casi dejé de respirar cuando el chico se acercó a mí y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro. Se ubicó frente a mí y se agachó para quedar a mi altura.
—Vaya, vaya, por fin despertaste, ya me estaba impacientando— comentó observándome fijamente, pero con una naturalidad extraña.
Y nuevamente estaba yo llorando por el montón de sentimientos acumulados dentro de mí, pero sobretodo porque me aterraba pensar en todas las cosas que ese chico podía llegar a hacer conmigo a partir de ese momento.
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Peligrosa tentación
RomanceUna noche fue suficiente para cambiar drásticamente la vida de Angie, quien al salir del instituto fue brutalemente secuestrada por un enigmático chico de nombre Will. Alto, ojazos verdes, físico de modelo, cabello salvaje y ese aire de arrogancia...