XIX: Realidad.

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Minho abrió los ojos sentándose de golpe, su pecho subía y bajaba con extrema rapidez por el inestable ritmo respiratorio que llevaba. Sus pequeños ojos estaban desorientados, lo más abiertos que podían estar, su rostro pálido y labios amoratados.

Miró a los lados ¿dónde estaba? ¿con quién estaba?

Escuchó el pitido de la máquina que monitoreaba su ritmo cardíaco, vio aparatos pegados a su pecho y una intravenosa en su brazo ¿qué era lo que estaba pasando? Se sintió desfallecer, nauseabundo, su estómago se contrajo. Le dolía la cabeza y no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.

Los recuerdos volvían sin coordinación, uno tras otro; la apuesta. El espejo roto. Hyunjin. Su hermano. El tormento. Los cortes. La verdadera historia de Hyunjin y él.

Minho negó con la cabeza a medida que las lágrimas se reunían en sus ojos dispuestas a desbordar. Apretó los labios ahogando repentinos sollozos. Pronto se halló con su hermano preocupado y el médico a su lado, Junho lo tomó de los hombros y le sacudió para hacerlo reaccionar.

– ¿Qué sucedió? – preguntó el pariente desasosegado.

Minho tragó saliva mirando fijo el rostro ajeno, le hubiese encantado poder explicar cada una de las cosas que vio y sintió pero no podía hacerlo, no podía ordenar sus ideas y temía que lo consideraran un demente.

Colocó ambas manos en las muñecas que le sujetaban y ladeő la cabeza. En un inició creyó que todo se trató de mala suerte y su culpa por aventurarse a lo desconocido con negligencia, pero todo iba más allá de lo que su imaginación le hubiese permitido concebir.

– Todo estaba predestinado – murmuró con un nudo en la garganta, estaba trémulo, se sentía mustio.

Durmió por casi cuatro días seguidos en los que estuvo sumido en lo más recóndito de sí mismo, a lo que sobrevivió mediante soluciones por vía intravenosa.

– Fue hace años, no sé cuántos pero muchos años.

Minho empezó a relatar lo que pudo. Habló de las clases sociales a las que pertenecían, la complicada e íntima relación, el papel que jugó la iglesia y la trágica muerte de ambos.

– Él me esperó, siempre esperó por mí y no fui. Le prometí que no lo dejaría solo pero lo abandoné cuando más me necesitó, ni siquiera pude despedirme – relató con la voz consumida por el llanto, incluso era difícil para los dos hombres en la habitación comprender lo que decía.

– Hey, hey – interrumpió Junho tomándolo del rostro para que lo mirara –. Todo esto es muy confuso pero por lo que me acabas de contar, no fue tu culpa. No tenías forma de saber lo que pasaría e incluso moriste también. Esto no es tu culpa, de ninguno de los dos.

Para Junho la historia en sí lo tenía confundido, atónito y algo perturbado, todo parecía sacado de un filme y no que le estuviera pasando a su hermano menor.

Minho ignoraba un aspecto muy importante como consecuencia de revivir sus recuerdos, y es que no solo despertó con las memorias de lo ocurrido, volvió con más de su esencia original, con aspectos de aquél Minho que murió en los brazos de su madre. Ya no era el mismo, ni lo sería nunca más. Junho vio algo extraño en él pero no supo qué fue, sus ojos parecían de otra persona.

– Tienes pocas opciones – empezó a decir el profesional que los guió en su problemática –. Éste chico que te persigue no es un ente maligno, es un alma en pena buscando resolver lo que le mantiene aquí. Puedes hablar con él y llegar a un acuerdo para que te deje seguir con tu vida y lo liberes a él. Si no acepta siempre puedes recurrir a un método más invasivo donde habría algún tipo de ritual o exorcismo para obligarlo a irse.

El Amante del Diablo - Hyunho  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora