XVIII: Tragedia.

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Ninguno de los dos padres se imaginó jamás que sus hijos estaban pasando por la misma situación qué ellos pasaron años atrás pero en un desenlace distinto, una relación que terminó antes de que se les fuera de las manos ¿quizás ese fue su error?

JiHun y YongBin compartieron pasiones a una edad similar que sus descendientes pero la relación afectiva conoció un abrupto final tras pocos años de existencia, cuando sus padres los prometieron en matrimonio con doncellas que correspondían a la posición social de cada uno. Reconocieron que su amor era imposible, prohibido. No insistieron, solo se dejaron llevar por la corriente haciendo lo que se esperaba de ellos pues creyeron que así sería mejor, que se alejaban del peligro y la desdicha.

Pero sus caminos separados les guiaron por un largo y tortuoso camino a la infelicidad. No hay peor desgraciado que quien vive en la añoranza de sus recuerdos, deseando vivir en ellos y preguntándose qué habría podido ser.

YongBin fue nombrado heredero tras el deceso accidental de su hermano mayor, sobre él recayó el peso del legado familiar. Contaba con padres sumamente estrictos que no esperaban de él menos que excelencia, llegando a presionarlo de tal manera que en un par de ocasiones pensó que quitarse la vida sería más sencillo que llenar las expectativas puestas en él.

Por otro lado, estaba JiHun, un chico de origen humilde que solía ver la belleza de la vida en los pequeños detalles. Siempre sonreía, todos pensaban que se trataba del joven más feliz del pueblo pero se equivocaban. Nació como el hijo mayor de cuatro hermanos y cuando su padre murió debido a una extraña enfermedad, él debió trabajar desde el alba hasta al anochecer para contribuir con los gastos de la casa. Estaba cansado de trabajar y la presión, de fingir que estaba bien cuando solo quería desaparecer, nadie notaba que sufría.

YongBin notó la aflicción de JiHun, y le otorgó una verdadera razón por la que sonreír. JiHun vio la subordinación de YongBin, y le enseñó a sentirse libre.

Ahora se reunían para evitar el fatídico destino que se abalanzaba sobre sus hijos, en lo que parecía la más cruel ironía del destino.

– No sé qué tanto podamos ayudar – comentó YongBin, buscó en los cajones de su escritorio hasta hallar un papel amarillento y escribió sobre él –. La única manera de hacerlo es tratar con el cardenal en la capital, de otra manera es una misión suicida. Puedo ir yo mismo para agilizar, pero tú tendrías que ir con Hyunjin. Tienes que buscarlo y esconderlo hasta que la indulgencia sea concedida por parte de la iglesia, puedo ofrecerte algunos de mis hombres y armas para que te protejan pero... Hay que ser lo más cuidadosos posibles o todos terminaremos enterrados en tumbas sin nombre.

JiHun asintió, estaba pálido. Temía por la vida de todos.

La moneda ya estaba echada, la suerte dictada y la muerte cercana.

El padre de Minho terminó la carta, la selló y la metió en el bolsillo interno de su traje con manos trémulas. Se acercó a JiHun, deslizó los dedos sobre su mejilla, separando los labios con intenciones de hablar pero mantuvo silencio y salió de la habitación.

A los pocos minutos entró una criada que ofreció de beber a JiHun, informando que los soldados de YongBin le acompañarían en seguida.

YongBin visitó la habitación de su esposa antes de partir para informarle la naturaleza de su repentino viaje. Ella le contó entre lágrimas la problemática por la que su hijo pasaba, dejándole saber lo grave de la situación.

En el pueblo nadie tendría el coraje de oponerse a la santificada institución, se pondrían en su contra de existir algún altercado. No era un escenario favorecedor, la desgracia caería sobre toda la familia.

El Amante del Diablo - Hyunho  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora