Agustin - 7 Años

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*Previamente*

- Tenía un hermano, su nombre era Santiago.

Agustin - 7 años.

Santiago y yo estábamos jugando a molestar a mamá, a veces era divertido hacerlo y aunque ya somos grandes, mamá nos sigue confundiendo.

-Tienes que ponerte esto -susurró Santi.

-Y tu mi pijama -susurré.

-Agustin, esto será muy gracioso -rió, verlo a él era igual que verme en un espejo.

-¿Vamos a andar solos?

-Sí y vamos a poner muy nerviosa a mamá.

-Se va a enojar -aseguré.

-¡Va a ser gracioso!

-Vale, pero te culparé a ti sobre todo -reí.

-Intentemos con Valentina, si ella nos descubre no podremos seguir con esto - Santiago era muy travieso.

-Iré yo a despertarla, y si me dice Santi seguimos con el plan -le dije.

-Dale, ve.

Caminé hasta la habitación de Valentina y bufé al ver todos esos pósters en su pared, ya estaba despierta y estaba dibujando unas cosas en un cuaderno.

-¿Santi, qué haces acá?

-Nada, sólo venía a saludarte -reí.

-Oh, hola -Valentina tenía once años ella es cuatro años mayor que nosotros.

-Me voy, adiós -dije y corrí hasta la puerta. Santiago me estaba esperando con una sonrisa en los labios y cuando asentí corrimos hasta la calle para andar en bici solos.
Comencé a gritar el nombre de mamá y cuando salió nosotros ya estábamos arriba de nuestro regalo.

-¡Santi! ¿qué hacen? ¡Es peligroso, aún no saben andar bien! -gritó mamá.

-¡Si sabemos! -grité yo, a veces estaba acostumbrado a que me dijeran Santiago. Mi hermano estaba ya lejos pero luego se devolvió pasando por el lado de mamá, yo sólo estaba dando vueltas cerca de nuestra casa.

-¡Agustin, no vayas tan lejos! -gritó. Santiago no respondió porque quizás el no estaba acostumbrado a que lo llamarán Agustin, aún no entendía porque a él le gustaba andar tan fuerte y a mi no.

-¿Mamá, nos vas a dar pastel? -me bajé de la bici y caminé hasta ella.

-Si, Santiago -tocó mi cabeza y siguió viendo como el verdadero Santiago volaba sobre la bici.

-¡Agustin! -gritó mamá corriendo hasta él- ¡Agustin cuidado! -gritó lo más fuerte que pudo.

Santiago no le hizo caso y cuando lo miré nuevamente ya no estaba sobre nuestro regalo, estaba en el suelo y la bici muy lejos de él, mamá corrió hasta Santiago y yo la seguí, cuando uno de nosotros se caía, era promesa siempre estar para el otro. El señor que conducía el auto que arroyó a Santiago se bajó rápidamente y corrió hasta mamá.

-¡Santiago no vengas! -gritó mamá, pero yo nunca hacía lo que ella me decía.

Santiago estaba lleno de ese líquido rojo que me asustaba.

9 Años después - (Aguslina).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora