|Capítulo 1: ¿Quién eres?|

31 7 0
                                    

CLICK

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

CLICK.

«¿Por qué todo lo malo me pasa a mí?» fue lo primero que se preguntó Lucy luego de una dura jornada atendiendo en una cafetería. Llegó a su casa y se quitó la gorra; incluso se le había olvidado dejar el delantal y todavía lo llevaba puesto, estaba demasiado cansada para darse cuenta.

La vida de Lucy no podía ser peor; su madre llevaba más de dos años combatiendo el cáncer, su padre se mataba trabajando para poder costear los remedios y tratamientos de su esposa y ni siquiera estaba en casa. Lucy, por su parte, se ofreció a trabajar. Su padre al principio se lo había prohibido, pero ambos sabían muy bien que necesitaban de otra persona para poder mantenerse. Así fue como Lucy consiguió un trabajo a tiempo parcial en una cafetería en el centro de la ciudad. Ya de por sí le resultaba agotador ir a la escuela y, al mismo tiempo, manejar el estrés que vivía con su familia, y su nuevo trabajo no hacía más que empeorar la situación.

«¿Acaso este sería mi futuro? ¿Matarme trabajando?» Incluso había llegado a pensar en dejar sus estudios, pero los profesores y sus padres jamás lo permitirían; era la mejor alumna de la clase, sería un desperdicio.

Era domingo, el único día en el que su padre no trabajaba, así que fue el primero en recibirla. Se hallaba sentado en la mesa del comedor con un montón de papeles. Cuando Lucy se acercó a darle un beso en la mejilla, casi se cayó al pisar una tabla mal colocada.

—Cuidado —dijo su padre mientras se levantaba a inspeccionar que su hija estuviera bien.

La casa de los Emerson se caía a pedazos. Era una casa vieja, con tablas en el piso, muchas de las cuales estaban tan deterioradas que la tierra las tragaba. El techo tenía varios hoyos y, cada vez que llovía, tenían que poner baldes para no mojarse. Las puertas no tenían cerrojo, así que se las ingeniaban poniendo una silla contra ellas, y la ventana de la cocina estaba quebrada. La peor temporada para ellos era el invierno, ya que el frío entraba por todos lados y ni siquiera podían costearse leña para la chimenea.

—Hola, papá —dijo Lucy, besando su mejilla con cariño.

—¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó su padre con interés.

—No tan mal. Hoy, un cliente no paraba de insistir en que quería un cheesecake de chocolate, a pesar de que le dije que se habían acabado. Me acusó con mi jefe y este solo me miró con decepción. ¿Pero qué podía hacer? No iba a sacarme un cheesecake de chocolate con magia —dijo Lucy, con un suspiro exasperado y una mueca de frustración en su rostro.

Su papá soltó una risotada seca y le revolvió el pelo con cariño.

—Trabajas demasiado. Si sigues así, cuando tengas cuarenta años ya tendrás problemas de espalda —le dijo, con una sonrisa cansada pero afectuosa.

Lucy estiró los brazos y se encogió de hombros, como si intentara quitarse un peso de encima.

—Mmm, estoy segura de que ya me siento de cuarenta años —respondió con una sonrisa forzada. Luego miró de reojo la mesa, notando cómo su padre siempre estaba rodeado de papeles, incluso fuera del trabajo seguía trabajando—. ¿Y cómo te ha ido? —preguntó, intentando sonar interesada, pero con una sombra de preocupación en sus ojos.

Que mueran los protagonistas [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora