CAPÍTULO 2

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Luffy tiene la vaga sensación de que Zoro podría reaccionar mal ante la noticia.

Hoy, los primeros rayos de sol se filtran a través de las cortinas parcialmente abiertas, iluminando ligeramente el comedor. El aroma de la comida recién preparada flota en el aire, entrelazado con el suave murmullo de la brisa fuera del palacio.

En la tranquilidad de la mañana, Luffy y Zoro se sientan a la mesa y disfrutan de su desayuno, aunque parece que sólo Luffy lo está disfrutando realmente.

Tan ansioso como siempre, Luffy se deleita con cada uno de los manjares que tiene ante sí, con una humeante taza de té a su lado. Su mirada se fija en las texturas de los pasteles y en la exquisita preparación de los asados, sumergiéndose en nuevas maravillas que esperan ser degustadas.

Al otro lado de la mesa, Zoro observa atentamente al príncipe con un atisbo de sombra en el ojo. Su rostro refleja impaciencia mientras procesa la última revelación que Luffy acaba de hacerle.

Entre sorbos de té y el suave susurro de la arena blanca del exterior, la quietud matutina tiene una reconfortante familiaridad.

Sin embargo, como era de esperar, la paz no dura mucho.

—Entonces, ¿qué opinas, Zoro? —pregunta Luffy, mirando a Zoro expectante—. Debo ser un genio, ¿no crees?

—Por los malditos dioses, ¡¿eres idiota?! —grita Zoro, con un enfado palpable.

Luffy parpadea y se encoge de hombros con indiferencia mientras se lleva a la boca el trozo de carne que tiene en la mano.

—No que yo sepa —responde simplemente—, ¿y tú, Zoro? ¿Eres idiota?

En respuesta, Zoro aprieta la mandíbula y se lleva la mano a la cara, dirigiendo a Luffy una mirada molesta, casi incómoda.

—No es momento para la ignorancia, Luffy —le sermonea Zoro, cruzándose de brazos y resoplando—. ¿Cómo demonios puedes fiarte de ese bastardo usurpador?

El príncipe mira a su guardia con indiferencia; su expresión tranquila, sin preocupación ni sospecha.

—Torao dijo que no me traicionaría —menciona, volviendo a centrar su atención en su comida.

—¿Y realmente le creíste? Eres tan ingenuo como un maldito niño.

Luffy comprende que la desconfianza de Zoro es racional. Después de vivir tanto tiempo a la sombra de otros gobernantes, desconfiar de alguien que tiende la mano a sus "enemigos" sin segundas intenciones es una fantasía idealista muy alejada de la realidad actual.

No es más que una vana ensoñación.

Pero ahora que él y Law son aliados —amigos, desde el punto de vista de Luffy—, Luffy ha decidido confiarle absolutamente todo.

—Sí, Zoro. Le creí, y le sigo creyendo —dice Luffy, tragando apresuradamente la magdalena de mora silvestre que descansa en su otra mano—. Realmente es un buen hombre —comenta, cerrando los ojos con una sonrisa infantil en los labios—. Hasta me ha llamado precioso, ¿sabes?

Zoro suspira cansado.

—Espera a ver cómo te voy a llamar, cabrón —murmura para sí.

Enseguida, el comedor se sume en un profundo e incómodo silencio, apenas roto por el débil tintineo de los cubiertos contra la porcelana. Las sillas están perfectamente dispuestas alrededor de la mesa, con sus sombras proyectadas por la brillante luz que entra desde el exterior.

Luffy no suele fijarse en esas cosas, pero ve una mezcla de emociones reprimidas reflejadas en el rostro de Zoro: ira, resentimiento, tal vez incluso un toque de melancolía. Miradas furtivas se cruzan de vez en cuando, pero ninguna palabra encuentra el valor para escapar de los labios sellados por el silencio.

Vínculo Amorfo (LawLu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora