𝚁𝚘𝚜𝚎𝚜 [Soukoku]

Seven

¡¡Advertencia!! : autolesiones.

Cuando Chuuya llegó a casa tras sus clases se sintió fatal. Todo su cuerpo dolía, y su mente lo hacía aún más. Lo único que hizo fue acostarse en el sofá y cerrar los ojos imaginando que todo dejaría de doler como por arte de magia. Pero para su mala suerte todo siguió igual o incluso peor que antes.

Pensó, pensó en su mal inicio del día, pensó en su discusión con Atsushi, pensó en lo solo que había estado por el resto del día por aquello mismo. Se sentía como una mierda, una muy grande y aplastada en el medio de la calle.

Quizás el que hubiera nombrado la relación entre esos dos alfas era lo que más le había afectado, quizás el simple hecho de que nadie le amara le hacía sentir así. Tal vez no tenía derecho a amar y ser amado, no tras haber dicho aquellas cosas.

Su cabeza dolía cada vez más y más, los pensamientos revoloteando no le dejaban ver más allá de su mente. En esos instantes estaba completamente desconectado del mundo. Su respiración era irregular, y sus ojos estaban cerrados con fuerza, la suficiente como para formar arrugas en las esquinas de estos. A parte, también se descontrolaron horriblemente sus feromonas, apestando todo el lugar. En cuanto a sus manos, estas tapaban sus oídos, como si intentaran desesperadamente silenciar sus pensamientos.

Y así se quedó, en el sofá, durante lo que parecieron horas.

Dazai vagaba por las calles, tras aquella conversación sintió que su mundo se caía por pedazos. ¿Acaso aquello era sentirse rechazado? Si bien no se había confesado, así se sentía. Es más, ni siquiera había confirmado si sentía alguna especie de afecto romántico hacia el pelirrojo. Pero lo que le había dicho Atsushi hizo que su corazón se encogiera. Eso significaba que le importaba lo que Chuuya pensaba, ¿no?

Caminó tanto que sintió que sus piernas ardían. Volver a casa ahora significaría ver a Chuuya, y no sé sentía mentalmente preparado para eso todavía. Pero tampoco tenía otro lugar en el que quedarse, por lo que se quedaría en la calle hasta tarde, lo suficiente como para que el pelirrojo ya estuviera dormido cuando regresara.