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| Max

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| Max




Mis amigos y yo fuimos a la disco a la que solíamos recurrir constantemente, era viernes por la noche y, al menos para mis amigos, era noche de sexo seguro. Yo pasaba de esas cosas, me gustaba, si, pero últimamente no me apetecía hacer ese tipo de cosas con las chicas que se me acercaban.

Estaba bebiendo una piña colada, es de mi favoritas. Paseaba mi mirada por aquí y por allá entretenido, hasta que Bobby llego muy entusiasta.

—¡Miren lo que conseguí! —nos mostró una pequeña bolsa negra de plástico, se la pasó a P.J. para ver el contenido dentro de ésta y sus ojos se abrieron como platos. Me llené de intriga, la tomé y tuve la misma reacción que mi amigo.

— Bobby, qué… —estaba procesando, me sentí sumamente nervioso— no estarás pensando en consumirlo, ¿verdad? —pregunté con miedo, mi amigo era alguien poco predecible, pero no cuando se trataba de estos temas.

— Solo un poco, hombre, ¿si no para qué lo compré?

— ¿A quién se le compraste? —cuestionó P.J. con ese tono que usaba cuando algo le preocupaba o molestaba, parecía el padre del grupo.

— Eso no importa, relájense…

— ¿Relajarnos?, Bobby, una cosa es fumar hierba, y otra muy diferente es inhalar sustancias —P.J. se veía alterado, y cómo no, yo me sentía igual de preocupado.

— Una vez inhalé un dragoncito y nadie me dijo nada —espetó cruzándose de brazos, la bolsa oscura seguía en su mano, nos la había arrebatado hace segundos.

— Es diferente, ¡era un dulce, esto es droga! —Bobby se apresuró a taparle la boca.

— Si quieres te traigo un megáfono —su mirada era seria y con una leve molestia, suspiró sobando su entrecejo después—. Escuchen, no va a pasar nada, solo siento curiosidad y ya, tranquilos —explicó con su tono despreocupado mientras sonreía y se marchó a quien sabe donde, yo solo lo observe irse al igual que P.J., ambos estábamos preocupados por nuestro amigo, sabemos que su infancia como adolescencia no fue fácil. 

— ¿Tienes idea de donde pudo conseguirlo? —negué.

— Sé que no es sano… pero tal vez deberíamos dejarlo, solo es curiosidad… —trataba de convencerme a mi mismo también, pero en el fondo sabía que debimos haber ido tras él para que no se arruinara la vida. 

No dijimos nada más ya que la novia de P.J. llegó y se lo llevó a bailar, yo quedé solo en la mesa con nachos. Logré ver a Bradley del otro lado en un rincón, bebiendo líquido oscuro de un vaso de vidrio característico de aquí. Me puse de pie y fui hasta él, cuando llegué se sobresalto, otra vez estaba muy concentrado en sus pensamientos.

— Pensé que no te agradaba este lugar —un “¿huh?” salió de su boca—. Ya sabes, no es como un club súper refinado y pocas veces se tiene el honor de verte por aquí —bufó.

The Way I Hate U - MaxleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora