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¡ my boy only breaks his favorite toys ˙ ˖

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Era oficial

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Era oficial.

Estaba embarazada.

Una lágrima traicionera bajó de sus ojos, luego otra, y así le siguieron otras más. Debido al shock no sabía si estaba feliz o triste porque sus sospechas se habían confirmado. Aquellas que tanto había temido, que le habían quitado el sueño incluso.

Tenía que volver a hablar con Alastor, al menos para informarle que iba a ser padre. Era su obligación.

Pero no quería.

El atractivo que le había visto se había vuelto prácticamente nulo. En realidad, a todo le había perdido el sentido. Incluso dejó de sentir motivación para cantar aunque fuera algo que había escrito ella misma. Pasó de ser un pájaro cantor libre, a estar encerrada en la jaula de su mente.

Mientras se dirigía a la cadena de radio donde Alastor trabajaba —no sabía donde vivía.—, se encontraba pasando por la barriada de la ciudad. De pronto, una mano se cerró de forma nada amable sobre su muñeca y la jaló para que entrara al callejón más cercano. Su corazón se aceleró, estaba dispuesta a gritar por ayuda, cuando el hombre, a quien no se le veía la cara, la pegó a la pared imponiendo un fuerte agarre en su garganta, y con la otra mano, puso un cuchillo sobre este, amenazando con hundirlo.

—Gritas y estás muerta, perra.

Se sintió verdaderamente asustada. También por su bebé, el cual apenas se estaba formando dentro suyo. Temió que ambos murieran en esa agresión. En ese momento, estando en medio de la vida y la muerte, supo lo mucho que se había ilusionado con el feto.

Si tuviera algún arma como un palo, lo golpearía e huiría. Sin embargo, malamente no tenía experiencia en la defensa personal aparte de los puñetazos. La tenía inmovilizada, así que eso no le servía de mucho.

—Por favor, no me haga daño...

Apenas logró formular. Su respiración era pesada y apenas lograba sostenerla. Su visión se había nublado por las lágrimas que comenzaba a soltar. Sentía la punta filosa del cuchillo en su tráquea, amenazando con hundirse si efectuaba el más mínimo movimiento. El hombre soltó una risa que le pareció bastante horrenda, considerando en la situación en la que se encontraban. Era como si se estuviera burlando de lo aterrada que estaba.

—Créeme que te voy a hacer mucho más que eso. Cuando acabe contigo, nadie volverá a saber de ti.

Por su voz gruesa, intuyó que era un hombre de la mediana edad. Cerró los ojos con fuerza, así provocando que se le escaparan más lágrimas. Pensó que era su final, que la degollaría en un rápido movimiento para que ni siquiera tuviera oportunidad de reaccionar. Pero algo, o más bien alguien, llegó para salvarla.

Un ángel, un demonio.

El hombre dejó de reír para emitir un sonido apenas audible, como un chillido. Pero por lo cerca que estaban, lo escuchó. Abrió los ojos lentamente, temiendo encontrárselo a punto de clavar el cuchillo, pero no fue así. El hombre había caído al suelo, y un charco de sangre comenzó a formarse a su alrededor. Parpadeó, perpleja.

Al girar la cabeza, vio a Alastor. Usaba sus lentes de siempre, un saco café oscuro, y sostenía un sombrero del mismo color en su mano izquierda. En la derecha, sostenía el cuchillo que se parecía bastante al del hombre, como si se lo hubiera arrebatado y usado en su contra.

Sus ojos rubíes no distaban del color de la sangre del que acababa de caer muerto ante sus ojos. Nunca olvidaría su mirada sombría y su sonrisa, como si lo hubiera disfrutado.

Se acercó a ella, y no se lo negó por lo atónita que seguía por lo que había acontecido. Dejó caer el cuchillo para tomarla de la mejilla cariñosamente, ensuciándola de sangre.

—Mantengamos este secreto, ¿de acuerdo? — asintió con la cabeza, manteniendo la mirada perdida en un punto muerto del suelo. Alastor alzó su barbilla, obligándola a mirarlo. — Ven conmigo.

THE BOLTER, alastor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora