CAP 3

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    Otro día, despertaba con los insistentes rayos del sol y el ruidoso canto de la urbanización, que anunciaban un día rutinario. Se incorporó en la cama, estirando su brazo perezosamente, antes de levantarse para cerrar las cortinas y bloquear la luz del sol que intentaba entrar en la habitación. Sus pies lo condujeron al baño, donde se lavó la cara y los dientes antes de darse una ducha y arreglarse para salir. Todo era monótono para cualquiera, pero a él no le importaba lo monótono que fuera; estaba dispuesto a hacerlo una y otra vez sin importar cuánto tardara en poder divertirse.

     El camino hacia el desayuno era igual de aburrido y sin nada interesante. Las personas se movían de un lado a otro como hormigas; era algo que no le daba mucha importancia, pero que, de alguna forma, encontraba curioso en algunos aspectos. Una vez llegó a su destino, la vio: sus ojos se clavaron en su figura enigmática, sus ojos penetrantes, esa sonrisa que ocultaba sus intenciones, su cuerpo que se movía con una gracia que le llamaba la atención.

—¿Qué desea pedir, señor? —preguntó, esbozando una ligera sonrisa.

—Un café negro y un par de tostadas con miel, por favor —respondió, embobado por su figura y mirada penetrante que parecía llamarlo

    La chica apuntó el pedido en una pequeña libreta y lo miró a los ojos. —¿Desea algo más?

—N-no... de momento es todo.

—Se lo traigo en un momento. 

    Al irse, sus ojos la siguieron como si una fuerza que emanaba de ella lo estuviera llamando a que la mirara. Ni siquiera podía creer que mujeres tan hermosas como su difunta esposa aún existieran. Era irónico hablar de una mujer a la que amó, se casó, tuvo un hijo, la mató y se rió de su muerte, comparándola con una jovencita que no rondaba la edad de su difunta esposa cuando la conoció. Sí, definitivamente se estaba volviendo cada día más loco.

    Un rato después, la chica se acercó a él con una taza de café humeante y un plato de tostadas calientes con miel.

—Aquí tiene su orden, señor. ¿Desea algo adicional?

—Gracias, de momento estoy bien. Gracias por preguntar —contestó, admirando los rasgos afilados y misteriosos de la chica.

—Que aproveche y que tenga buen día. La muchacha se alejó de él, sintiendo cómo su mirada la perseguía como un halcón vigilando a su presa.— (Qué fácil es captar la atención de un hombre. Solo hay que darles una sonrisa y un poco de interés, y están babeando por ti.)


//Pizzería 08:10 a.m.//


—Oye, ¿me oyes? Te estoy hablando.

—Ah, perdón, Scott. Estaba distraído con mis pensamientos, lo siento. (Mierda, tengo que disimular más.)

—Bueno, sé que debes estar cansado de las noches de guardia —comenta, mirando los horarios de los guardias—. Te estaba comentando que, si te parece bien, puedo cambiarte de turno con Mike —agregó—. Trabajas por la mañana y Mike vigilará las cámaras, haciendo el turno de noche al final del día.

—(¿Mierda, ahora sí estoy jodido? ¿Qué hago? Si me niego, sospechará. Grrr, qué gran mierda.) No tengo ninguna objeción. De hecho, son como vacaciones para mí —expresó, tratando de que su preocupación no se notara.

    Scott asintió y hizo el cambio sin problema. —Bien, puedes irte ya. Te llamaré si tengo alguna duda —su fría mirada lo atravesó como una señal de sospecha, un reflejo de su buen ojo para los problemas y las cosas fuera de lugar. Sería un problema si descubrían las cintas destruidas de la última semana.

La Locura Que Es AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora