Vivisha
Podía sentirlo. La hierba pinchándole la espalda. La brisa revolviendo su pelo. El sol brillando. Un agradable aroma a lavanda. Pero su tranquilidad se vio interrumpida por una extraña sombra. Abrió los ojos y se llevó una mano a la cabeza. Estaba confundida, desorientada.
Se encontraba rodeada de robustos troncos, con copas que se alzaban con hojas tan verdes como el césped. Estaba vestida con unos andrajos de un tono beige deslucido, aunque no recordaba haberse vestido de esa manera. No tenía ni idea de dónde estaba.
Sin embargo, no sabía que estaría a punto de averiguarlo. A lo lejos, divisó unas sombras que parecían caballos, pero no estaban solos. Un pequeño grupo de hombres con armaduras acompañaba a los animales y parecían estar buscando algo o a alguien.
En un acto reflejo, se vio a sí misma andando hacia un arbusto cercano, pero, por error, pisó una rama en el suelo y provocó un leve crujido. Uno de los desconocidos pareció percatarse del ruido.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó con inquietud, volviéndose hacia los demás de su grupo con una mirada oscura y penetrante recorriendo el entorno—. He escuchado un sonido en esa dirección —afirmó, señalando con firmeza el escondite de la chica.
Uno de los hombres, de estatura imponente y músculos marcados descendió de su caballo con la gracia de un depredador acechando a su presa. En su mano, sostenía una daga de acero que brillaba bajo la tenue luz del amanecer, reflejando un destello amenazante. Parecía tener un símbolo grabado en su empuñadura de cuero.
—Probablemente sea un ciervo —exclamó él con una voz firme y serena—. Majestad, ¿me concedéis el honor?
Un joven de porte alto, con cabello oscuro y penetrantes ojos grises, le arrebató la daga de sus manos y avanzó con determinación hacia el lugar donde se había escuchado el crujido de una rama quebrada.
La chica, oculta entre la vegetación, estaba aterrorizada. Temía que aquellos hombres la descubrieran.
Sus maquinaciones se desvanecieron en el instante en que alguien apartó el arbusto y la descubrió. Era él.
—Aquí hay alguien —anunció—. Parece... ¿una forastera?
El resto del grupo se acercó de inmediato, atraídos por las palabras del joven. Sus miradas se fijaron en la chica con una mezcla de curiosidad y descontianza.
—Seguramente sea una espía del reino de Dalia. Deberíamos matarla antes de que cause problemas —espetó un hombre que sostenía una espada con firmeza y con ojos ardiendo en sospecha.
—Tiene razón, sir Dylan. Quizá deba...
—¡Silencio! —interrumpió Dylan con autoridad—. Soy yo quien está al mando. Decidme, ¿cómo os llamais?
La tensión en el aire era palpable. La forastera, aún sorprendida, levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Dylan, tratando de encontrar en ellos un rastro de compasión o al menos de paciencia. Sin embargo, sólo encontró la dura mirada de un líder acostumbrado a tomar decisiones difíciles. La vida de la chica pendía de un hilo, dependiendo de las próximas palabras que salieran de su boca.
—Vivisha —afirmó, con cierta inseguridad en su voz.
Esto pareció sorprender a Dylan, quien después de unos momentos de reflexión decidió romper el silencio tenso que se había formado.
—De acuerdo. Vivisha, nos acompañarás a la Corte Real de Elfring por vagar por estas tierras sin previa autorización —declaró con firmeza.
La chica se quedó paralizada, con sus ojos abiertos de par en par mientras intentaba procesar la situación. La niebla matutina se arremolinaba a su alrededor, añadiendo una capa de misterio y confusión. Se sentía atrapada, como si estuviera en una encrucijada sin salida, con el peso de la decisión presionando sobre sus hombros.
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Epifanía
Fantasy"La epifanía es una revelación que transforma lo ordinario en extraordinario, donde el curso de la vida cambia para siempre" ≫ ────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ────── ≪ En el misterioso Bosque Prohibido de Elfring, una joven de cabello blanco llamada Vivisha des...