Capítulo 5

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Dylan

Estaba destrozado. Había sido derrotado por una forastera, una novata que había irrumpido en su vida y desmantelado su orgullo en un instante. Su juicio, nublado por la subestimación y la arrogancia, le había jugado una mala pasada. Ahora, debía atenerse a las consecuencias de aquella imprudencia.

La multitud se quedó en silencio cuando él, abatido y humillado, se escabulló por la puerta trasera, evitando las miradas curiosas y los susurros de burla. Con la cabeza agachada, se dirigió al castillo, tratando de pasar desapercibido en las sombras de los callejones.

Para su infortunio, uno de los capitanes de la guardia, aquellos selectos guerreros encargados de la protección del rey, interceptó a Dylan y lo escoltó de inmediato a la sala del trono. La atmósfera en el pasillo era tensa, y el eco de sus pasos resonaba con fuerza en las paredes de piedra. Al llegar, se encontró cara a cara con su padre, quien lo esperaba con una mirada severa. Arlen, con su rostro marcado por una profunda angustia, entró por la puerta detrás de ellos, añadiendo un aire de tensión a la escena.

—Déjanos solos, Montgomery —ordenó el rey con voz firme y autoritaria.

—Como vos ordenéis, majestad —respondió el capitán de la guardia, inclinando la cabeza con respeto.

Montgomery procedió a cerrar la puerta, provocando un gran golpe que resonó en un fuerte eco por toda la sala. Las coloridas vidrieras de la sala creaban un contraste con la majestuosa silueta de la capa de lana que su padre portaba con dignidad.

Los ojos de Dylan se encontraron con los de su padre, y en ese instante, una batalla invisible se libró entre ellos. Sus miradas eran afiladas, cargadas de reproches y desafíos no pronunciados. Era una lucha mental intensa, donde cada uno utilizaba todos los recursos de su astucia y voluntad. Sin embargo, el rey tenía una ventaja formidable, una carta oculta: una estratagema sorpresa.

Arlen descargó una bofetada brutal sobre Dylan, girando violentamente su cabeza hacia un lado. El sonido del golpe resonó en la sala, y la mejilla del príncipe se encendió de un rojo intenso, reflejando no solo el dolor físico, sino también la humillación y el conflicto desatado entre padre e hijo.

—Me has decepcionado profundamente, Dylan. Te he impartido todo mi conocimiento, y ¿así me lo pagas? ¿¡Permitiendo que una plebeya te humille!? —gritó con furia, provocando que sus palabras retumbasen en los rincones de la sala—. ¡Los rumores se propagan como fuego, y las paredes tienen oídos! ¡La mitad de Elfring ya murmura sobre tu deshonra!

Dylan estaba a punto de decir algo, pero no pudo. Le era imposible confrontar a su padre en aquel estado. Siempre era imposible. Tenía mucho que decir, pero pocas fuerzas para hacerlo.

—En la historia de nuestro legado un Dragonbane nunca jamás había sufrido tal humillación. Esa forastera jamás se habría alojado aquí de no ser por tu madre. ¡Ni siquiera sabemos quién es! —espetó Arlen mientras golpeó con fuerza la pared.

Las palabras atravesaron a Dylan como flechas ardientes. Pero, ¿aquella chica que le había arruinado su reputación iba a quedarse?
—¿Se va a quedar aquí? —preguntó Dylan con rabia.

—Tu madre insistió en privado en que deberíamos acogerla.

La cara de Dylan comenzó a tensarse, su mandíbula apretándose hasta el punto de dolerle. No podía estar pasando. Primero había sido humillado públicamente, y ahora debía soportar la presencia constante de su verdugo en el mismo reino. Sentía una mezcla de ira y desesperación que le hacía temblar ligeramente.

Arlen, su padre, se llevó las manos a la cabeza y, con un suspiro exasperado, comenzó a peinarse su pelo moreno con una precisión que contrastaba con la tensión en la habitación. Sus ojos, grises y penetrantes, se clavaron en Dylan con una frialdad que helaba la sangre.
—Mira, —dijo Arlen, su voz grave y autoritaria llenando el espacio—. Vas a ir a buscar a esa maldita desdichada y le darás el dinero que le debes. ¡Y que desaparezca de nuestra vida!

La furia en sus palabras era palpable, cada sílaba pronunciada era como un veneno que hacía evidente el desprecio que sentía. Arlen desenfundó una daga de su cinturón con un movimiento brusco y la lanzó con fuerza hacia una de las grandes cortinas carmesí que adornaban los laterales de la sala. La daga se clavó con un sonido sordo, justo en el bordado dorado del logo de la casa real, haciendo que la tela se balanceara ligeramente por el impacto.

—¿Me he explicado con claridad? —preguntó Arlen con su voz resonando en las paredes de la sala y una mirada fija en Dylan como si quisiera atravesarlo.

Dylan, tragando saliva con dificultad, asintió rápidamente. Sabía que no había lugar para la réplica.

—Sí, padre —respondió, con apenas un murmullo.

El silencio que siguió fue atronador. Arlen se quedó un momento más, vigilando a Dylan, asegurándose de que su mensaje había calado hondo. Luego, sin pronunciar palabra alguna, giró sobre sus talones y salió del aposento, dejando a Dylan solo con sus pensamientos y el eco de las órdenes que acababa de recibir.

El príncipe nunca podía resignarse a obedecer las órdenes del rey. Lo odiaba profundamente. Pero también era su padre, y no tenía más familia que él. Así que Dylan, tragándose su orgullo, se dirigió al lugar donde probablemente se encontraba la chica que había arruinado su reputación. Golpeó la puerta varias veces, y de repente apareció Asher tras ella, con su pelo anaranjado y un aire despreocupado. Junto a él estaba un chico cuya identidad desconocía, pero que observaba la escena con curiosidad.

—Vaya, vaya, Majestad. ¿Habéis venido a por la revancha? Tal vez, si juego yo, pueda ganar algunas monedas extras —dijo Asher con tono sarcástico y una sonrisa burlona.

—No, no es necesario, galeno. Estoy buscando a la chica. Tenemos cosas de las que hablar —replicó el príncipe, sujetando con firmeza una bolsa llena de monedas.

Asher arqueó una ceja y respondió, con una pizca de burla en su voz.

—Pues llegasteis tarde, vuestro padre acaba de convocar a Vivisha en la sala del trono.

¿La sala del trono? Pero si él acababa de venir de allí...

Dylan se quedó paralizado por un momento. Su padre había llamado a la forastera en su ausencia, claramente con la intención de hablar en privado con ella. Una oleada de inquietud lo invadió. ¿Qué podía querer el rey de Vivisha? ¿Por qué la había convocado sin informar a Dylan?

—De acuerdo, volveré en otro momento —dijo Dylan, mientras se apresuraba hacia la sala del trono, guardando las monedas.

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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