Chapulines

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Mientras su nuevo no deseado compañero de casa descansaba profundamente, el hombre de largos cabellos negros trataba de levantarse de la manera más silenciosa posible, no contando con que éste se aferraría a su brazo, aún dormido. Quién sabe con qué estaría soñando, pero se estaba convirtiendo en un obstáculo el zafarse de él.

―Y que lo digas...

Espera, ¿Puedes escucharme?

―Por supuesto, soy un sacerdote. Trabajo con el plano astral. Escucharte todo el tiempo se está volviendo un fastidio. En fin, ¿Puedes pasar a la siguiente parte? No quiero escucharte describir todo esto.

Ehm, sí... Por supuesto. Ehem... No fue hasta casi el amanecer que el castaño lo soltó. El sacerdote mexica se vistió y tomó su cuchillo de obsidiana. 

El de hermosos ojos azules abrió éstos lentamente y dio un largo bostezo.

―¿Preparado para la lección de hoy, Itz- ¿Adónde fue?

―¿A quén buscas? ―dijo el moreno, aventando un jitomate a su cabeza, mismo que éste pudo atrapar con facilidad antes de que lo golpeara.

―Creí que...

―¿Qué cosa? 

―Nada... En fin. Me diste una idea. 

―¿Qué cosa?

―Hoy desayuna sólo una tortilla con sal. Te tengo una sorpresa.

―Ya-era-hora ―dijo entusiasmado el contrario, corriendo a vestirse. 

Tal como su mentor le había dicho, sólo comió una tortilla con sal. Ambos salieron de la casa y se dirigieron a la selva nuevamente. 

Quetzalcóatl llevaba en su canasta un conejito, el cual liberó.

―¿Qué chingados? ¡Pudiste habérmelo dado! ¡Muero de hambre! ― exclamó el menor que él.

―¿Lo quieres? No te hará daño ir por él entonces.

―Pero-

El mayor sonrió, dándole a entender al contrario que trataba de darle una lección con eso. 

―Bien ―gruñó ―. Iré por él.

Ambos siguieron al pequeño animalito. La deidad se convirtió en una versión muy pequeña de su forma de serpiente emplumada. 

―Ya te tengo ―dijo el de ojos cafés, acercándose lento al pequeñín, cuando de pronto, notó algo inusual frente a él, algo que lo dejó helado completamente.

Un jaguar enorme y de colmillos afilados, miraba hacia el conejito con deseos de atraparlo. No había notado al joven sacerdote, hasta que éste hizo una expresión de terror, lo cual hizo al jaguar enojar, al ver que ambos seguían a la misma presa, provocando que un gruñido no muy fuerte, pero sí atemorizante, que lo hizo caer de espaldas, espantando al conejo, tras el cual el imponente animal fue detrás. 

―Uy, un imprevisto ―dijo, desinteresado el dios, haciendo enojar al humano.

Pasó un rato y una vez que ya estaban fuera del alcance de otro jaguar, el menor empujó al más alto.

―¡Era nuestra comida! ¿Ahora qué vamos a comer?

―Tranquilo, tranquilo. Lo bueno es que aún tenemos algunas cosas en la canasta. No te preocupes. 

―Teníamos. 

―¿Qué?

Itztli señaló como un montón de animalitos se robaban lo que había cargado el dios hasta allá desde la ciudad.

―Bueno, creo que tendremos que regresar por algo de comer. 

―Hazlo tú. Yo me voy a comer a uno de estos infelices. 

―Suerte con eso. Sólo tienes un cuchillo y los monos y aves son astutos. 

El contrario hizo una expresión de disgusto y gruñó.

―Bien, como quieras.

Ambos iban entrando de vuelta a Tenochtitlan, cuando de pronto, al voltear a ver si el mayor lo seguía, Itztli notó que éste masticaba algo. 

...

...

―¿Qué comes?

El otro, con cinismo, contestó:

―Chapulines ―. Sonriendo.

―Aaah... Muy bien...

Pasaron un par de segundos antes de que volviera a hablar. 

―¡¿Y NO SE TE  OCURRIÓ DARME?!

―Mh... mhm, mhm ―negó, amablemente con la cabeza.

―¡Te voy a- 

Ya se encontraba posicionando sus manos alrededor del cuello del contrario, pero fue inmediatamente detenido por el desvío de la mirada del de ojos azules.

Todos lo estaban viendo. Realmente, no iba a matarlo. Ni siquiera sabía si podía, pero cualquier cosa que intentara para atentar contra alguien sería mal vista, especialmente si era contra el dios Quetzalcóatl, por lo que, ya más calmado, recuperó la compostura y simplemente le dio una patada en la espinilla. 

―Sabes que no me dolió, ¿Verdad? ―respondió el contrario. 

―Tenía que intentar ―respondió el más bajo, serio, quitándole un chapulín del costalito que llevaba y avanzando para ya no tener que lidiar con su mentor y compañero.

Por su parte, éste se había quedado atrás por unos segundos, sobándose la zona donde el había recibido tremenda patada. 

Horas más tarde, se encontraban en casa de Itztli. El susodicho ya se encontraba comiendo, finalmente,

De pronto, alguien llamó a la puerta. Al verlo, El dios supo que no se trataba de nada bueno.

El moreno trató de quitar su atención del muchacho que se encontraba frente a ellos, pero nada fue suficiente para apartar su vista del mensajero que había sido encargado de dar el anuncio en esa zona de que un Tlacochalcatl, había amanecido muerto y que les advertía tener mucho cuidado.

Ambos agradecieron y una vez que se fue, Quetzalcóatl se quedó sentado, inmóvil.

—No pensarás que yo...

—Necesito algo de aire —fue lo único que éste respondió, levantándose de ahí y saliendo a caminar.
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¡Feliz 15 de Septiembre! ¡Pásenla rico y díganme qué les trajo Miguel Hidalgo!


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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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