15. Jefa.

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Payton Reed

Me acomodo en la silla de Aimar y sigo editando algunos de los videos que hemos grabado a lo largo de dos semanas, en donde hemos ido a muchos restaurantes, conocidos y no conocidos, a muchas tiendas, hemos dado paseos por muchos lugares icónicos de Manhattan, que aunque llevo muchos años viviendo aquí, no conocía y es que antes de Aimar realmente no salía más que a los mismos lugares. Ahora estoy tan feliz, por todo el tiempo que he pasado con ella y no sólo por todo lo que he vivido y conocido a su lado.

Veo todo lo que hace por mí y quisiera mandar todo a la mierda y decirle todo lo que siento por ella, pero no es posible, Aimar no tiene interés en una relación, detesta las relaciones, para ella estar en una relación es darle el poder a la otra persona de que la lastime y se niega a hacerlo y yo no quiero volver a salir lastimada, así que yo seguiré con mi relación y ella con todas esas con las que se ve.

Mi celular vibra en el escritorio de Aimar y atiendo.

—¿Hola? —veo la pantalla y es Aimar—. Oye, ¿dónde estás?

—Estoy saliendo de la corte, llego en una media hora.

—¿Cómo salió todo? —dejo lo que estoy haciendo y tomo el celular.

—Bien, pero allá te cuento.

—Está bien. Por cierto, estoy en tu oficina editando algunos videos, espero no te moleste.

—Sabes que no, puedes hacer lo que tú quieras, no tienes que darme explicaciones, ¿ok? —muerdo mi labio inferior intentando no sonreír y fallando en el intento.

—Ok —cuelgo y no puedo evitar sentir bonito con las cosas que me dice.

Pero no va a pasar algo más que esto, así que me concentro en trabajar en esto porque cuando todo se acabe espero irme lejos a conocer el mundo y olvidarme de todo.

•••

—Se mostraron los estados de cuenta de la empresa y mostramos evidencia de que todo aquello que ellos aseguraban que había comprado con el dinero de sus inversiones se había comprado con dinero de mis cuentas personales o de mi familia.

Hace una semana y media Aimar recibió un citatorio de la corte por una demanda interpuesta por sus anteriores inversionistas, a los mismos que les compró todas sus acciones y los sacó de su empresa, porque simplemente no le gusta que le digan qué hacer y la verdad no veo fallas en eso ya que lleva la empresa muy bien.

—Antes de salir de la sala les dije: no necesito su dinero, mi familia y yo tenemos más que ustedes tres juntos —lanza una carcajada—. Hubieras visto sus caras, golpeé sus egos y espero que hayan aprendido la lección.

—¿En serio tu familia tiene tanto dinero? —ladea su cabeza de lado a lado.

—Sí, pero yo no cuento el dinero de mi familia como mío, tuve que incluirlos en esto porque aseguraban que el Ferrari que tengo lo compré con su dinero y fue un regalo exagerado de mi papá.

—¿Tienes un Ferrari? —asiente como si fuera cualquier cosa.

—Tengo muchas cosas muy costosas, que realmente no necesito, pero mis padres están en esa etapa de sus vidas donde ya no tienen en qué gastar el dinero. Ellos compraron las acciones de esos tipos a un precio duplicado para que la empresa fuera completamente mía —pone sus codos en sus rodillas y me ve—. ¿Sabes? Yo cambiaría todo lo que tengo por tus besos.

—Ah sí, ajá —ruedo los ojos y ella ríe—. Como si yo te fuera a creer ese cuento.

—Sólo estoy siendo sincera, allá tú sino me crees —extiende su mano y me levanto de mi lugar para ir donde ella. Me gira y me sienta en sus piernas—. ¿Por qué no has publicado nada del material que hemos grabado? Ni siquiera una foto.

—Porque por ahora quiero evitarme preguntas acerca de dónde saqué el dinero para ir a todos esos lugares —acaricia mi pierna y siento un escalofríos.

—Pues diles que es un bono de la empresa —la veo con el ceño fruncido y se encoge de hombros.

—¿Quién me va a creer eso?

—Sino te lo crees tú no te lo creerán los demás.

—Ya es suficiente con decirle a Joseph que hay un bono de la empresa que me permite tener un descuento en tiendas de marcas costosas para que vista presentable. Y suficiente con que aquí comiencen a creer que hay algo entre nosotras y tener que decir que sólo somos buenas amigas porque nos conocemos desde el universidad.

—Bueno, yo no veo la mentira en nada de eso, debes vestir presentable y somos amigas de la universidad. Yo no encuentro fallas en lo que acabas de decir.

—Tú siempre ves el vaso medio lleno.

—¿Cuál vaso? Yo no veo ningún vaso, yo sólo veo lógica —ruedo los ojos y me toma de las mejillas—. Que manía tienes —me acerca a su rostro y me besa—. La próxima semana es tu cumpleaños, ¿verdad? —la veo con los ojos muy abiertos porque tenía idea de que ella sabía eso.

—¿Cómo lo sabes?

—Yo sé muchas cosas —se encoge de hombros—. ¿Tienes planes?

—Siempre paso mis cumpleaños con mi mamá y algunos amigos.

—Y supongo que también con José —hago una mueca de cansancio.

—Se llama Joseph.

—Este fin de semana es el bootcamp de los nuevos, así que pensé que puedes decir que tú también irás.

—Pero ese es para los diseñadores, desarolladores e investigadores.

—Payton, desacelera un poquito —juro que mi cara es de confusión—, la inteligencia te va persiguiendo, pero vas muy rápido.

—¡Ay! Eres una idiota —lanza una carcajada—. No me causa gracias.

—Obviamente vas a usar lo del bootcamp como pretexto para que pasemos el fin de semana juntas y hacer algo por tu cumpleaños.

—No, ya no quiero ir contigo —hago un puchero, se acomoda y me llena la cara de besos.

—Claro que sí lo harás.

—Sigue creyendo.

•••

—¿O sea que te vas el viernes? —me pregunta Joseph mientras cenamos pizza y tomamos cerveza.

Y pensar que hace unas semanas estaba en uno de los mejores restaurantes de la ciudad comiendo la mejor pizza napolitana con Aimar.

—Sí y volvemos el lunes por la mañana, aunque yo volvería hasta por la noche cuando salga del trabajo —suspira y me ve.

—Me parece que ahí te explotan mucho y ni siquiera te pagan la gran cosa, comienzo a creer que esos bonos que te dan para ropa te los quitan del salario —niega indignado, mientras yo sigo comiendo en silencio porque lo que él cree que me pagan es tan sólo la mitad de lo que gano—. Deberían darles esos supuestos bonos en tiendas más baratas y así pagarles más.

—Sí, pero no me puedo quejar, es un buen lugar, hay muy buen ambiente, mi jefa me trata bien y la verdad en ningún otro empleo me habían tratado tan bien.

—Bueno, no tengo dudas de que te trate bien, eres un amor y estoy seguro que haces un gran trabajo, aunque debo confesar que si tu jefa fuera hombre estaría muy celoso —ambos reímos.

Sí supieras, si tan sólo supieras que mi jefa es mi ex de la universidad, que aunque jamás lo aceptarás sabes que nunca dejé de pensar en ella y no sólo eso, sino que te soy infiel con ella.

—Lo bueno es que es mujer —me encojo de hombros.

—Sí, estoy tranquilo.

Reencuentro InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora