11. EL ESPECTRO

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Era tarde. Las luces del Coin Block se reflejaban en el asfalto bajo los pies de los aventureros. Un viento helado les azotaba, instándoles a encontrar refugio. Pero por primera vez, Zenobia no quería llegar a aquel lugar. Todavía no había asimilado lo que estaban a punto de hacer.

La joven de la katana se detuvo.

—Un momento. ¡Un momento, por favor! —Zenobia alzó la voz—. No puedo hacer esto.

El trío legendario paró de andar y se dio la vuelta. Kaori le dedicó una sonrisa comprensiva, pero Mahiru la observó con hostilidad y Johana pareció irritada.

—Ya lo hemos hablado, Zenobia —dijo Johana.

—No puedo. —La joven agachó la cabeza—. Sé que tenéis buenas razones para pensar lo que pensáis, pero yo sigo creyendo que es una locura. Él fue quien me tendió una mano cuando estaba perdida. No me ha mostrado otra cosa que bondad.

—Lo sabemos, Zenobia. —Johana se puso las manos en las caderas—. Pero, ¿nunca te has planteado por qué hace todo esto? ¿Qué gana él?

—Quizá sea nuestro enemigo y quizá no —añadió Mahiru—. No obstante, guarda secretos que podrían salvar a miles de inocentes de los monstruos. ¿Crees que una buena persona haría eso?

—Yo también creo en él, Zenobia —añadió Kaori, con voz suave—. Sin embargo, confío todavía más en mis compañeros. Con las cosas que sabemos, al menos merecemos una explicación

—No lo sé. No creo que Niv me deba nada... —Zenobia negó con fuerza.

—En ese caso, quédate al margen. —Mahiru zanjó el asunto—. Protege a los residentes del Coin Block. Ellos no tienen la culpa de esto. De todos modos, nosotros tres podemos de sobra.

—No tengo eso tan claro. —Johana puso la mano en el hombro de Mahiru y le obligó a mirarla a los ojos—. No te confíes. Tú no le viste la última vez.

—Hum.

El trío legendario entró en el Coin Block con las armas desenvainadas. Precisamente aquel día el vestíbulo tenía que estar lleno de gente. Hotaru estaba junto a Yumi; veían fotos en su teléfono y reían en voz baja. Miyuki se sentaba con Niv, y ambos compartían un gran recipiente lleno de patatas fritas. Neigail se encontraba delante de una máquina expendedora, cruzada de brazos, como planteándose si valía la pena gastar otra de sus monedas.

—¡Hala, hala! —Hotaru fue la primera en reaccionar—. ¡Bajad esas armas, gente! ¡Cualquiera diría que venís a atacarnos!

Sumida en la vergüenza, Zenobia entró bastante por detrás del trío. Evitó mirar a Niv directamente. Vio como los héroes se colocaban formando un triángulo alrededor del señor de blancos cabellos.

—Eh, pero, ¿qué narices...? —Miyuki miró alternativamente a los tres—. ¿Qué os pasa?

—Será mejor que te alejes de ellos, Miyuki. —Niv habló con voz tranquila—. Me parece que van en serio.

—Ya le has oído. —Mahiru se colocó delante de Niv y le apuntó al pecho con su bayoneta. Kaori casi le pinchaba el hombro izquierdo con su lanza, y Johana no le quitaba ojo mientras aferraba su navaja automática con ambas manos.

—¿Qué tal las costillas, Mahiru? —preguntó Niv, y se lanzó una patata a la boca—. Espero que te dieran el alta sin problema.

—¡Silencio! —exclamó el héroe.

—¿¡De qué demonios va esto!? —Hotaru se soltó del brazo de Yumi y corrió a interponerse entre Niv y Mahiru—. ¿¡Es que os habéis vuelto locos!?

The Coin BlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora