CAPITULO #21

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Esta es una adaptación de la historia de Lynne Graham llamada "Dinastía Griega".————————————————————————--Todo es auténtico -Charlotte dirigió una mirada soñadora hacia Engfa-. -Además ha sido una casa feliz...- Lo siento así.Mientras añadía otro cero a la cuenta de lo que le iba a costar Oakmere, Engfa cayó en la cuenta de que Charlotte le estaba sonriendo.-¿Te gustaría vivir aquí? -preguntó Engfa.-Oh, sí... -Charlotte no albergaba ningún tipo de duda. Se había enamorado de la casa a primera vista. Sólo le había pasado lo mismo en otra ocasión: cuando se enamoró de Engfa ocho años atrás. Esa experiencia se convirtió en algo que le había traído mucha infelicidad pero, afortunadamente, estaba convencida de que amar a un puñado de ladrillos y cemento era mucho más seguro y provechoso. Era muy consciente de que Oakmere estaba muy lejos del estilo al que Engfa estaba acostumbrado. El lujo y lo contemporáneo le gustaban a Engfa mucho más que los edificios históricos. Pero aquello no la preocupaba en absoluto. Después de todo, la abadía iba a ser para ella y sólo para ella. Cuando rompieran, tenía intención de reclamarla como parte del acuerdo de divorcio. El que a Charlotte realmente le gustase la casa llenaba a Engfa de una inmensa satisfacción. Había hecho una buena elección. Observó cómo Charlotte acariciaba el pasamanos de la escalera igual que si se tratara de un ser vivo en busca de afecto. Le faltó poco para echarse a reír: era la mujer más tierna y femenina que jamás había conocido. La mirada de preocupación que Charlotte tenía en el rostro espoleó la curiosidad de Engfa:-¿En qué estás pensando?-En nada importante... -un sonrojo de desconcierto apareció en las mejillas de Charlotte.-Apuesto lo que quieras a que estás pensando en nosotros... -dijo Engfa con una ardiente sonrisa en la boca-. -En nosotros dos... viviendo aquí, pethi mou.Aunque sintió una chispa de culpabilidad al oír a Engfa, su sonrisa hizo que una llama le ardiera en el estómago.-Tal vez... -dijo Charlotte.El silencio era tan denso, que podía cortarse con un cuchillo. Charlotte se encontró con el resplandor dorado de los ojos de Engfa y, de repente, se volvió consciente de cada centímetro de su cuerpo de mujer. Charlotte irguió la espalda en un intento de aliviar el picor que le recoma los senos. Apoyando la mano en la pared cerca de la cabeza de Charlotte, Engfa se inclinó para besar la comisura de sus labios. Con un gemido apenas audible, ella giró la cabeza buscando a ciegas un contacto más directo. El aliento de Engfa acariciaba su mejilla mientras jugueteaba con los labios de ella rozándolos con su lengua.-Engfa... -Charlotte se inclinó hacia delante pidiéndole más, ardiendo por probar de nuevo el sabor de su boca.-¿Señora Waraha? -dijo una voz masculina que venía desde el gran recibidor. De vuelta al mundo real, Charlotte se apartó de Engfa empujándolo hacia delante.-Tranquila, es el agente inmobiliario -dijo Engfa-. -Ven a casa conmigo.Sonrojada de pies a cabeza Charlotte gritó:-¡Ni en sueños! -y se dirigió al encuentro del agente.Engfa se acarició el Waraha con sus impacientes dedos y dejó escapar un suspiro prolongado. Había obligado a Charlotte a aceptar sus términos, pero no había tenido demasiada paciencia con ella. Sin embargo esperaba que pronto apareciera de vuelta la Charlotte que ella conocía, esa mujer agradable, serena y de buen corazón. La mujer con la que ahora trataba era pasional, obstinada e iracunda hasta un punto que jamás hubiera creído posible. Charlotte respiró profundamente el exquisito aroma de su ramo de rosas. Y sin embargo, su ceño tenía una expresión llena de ansiedad y sus ojos estaban llenos de lágrimas. En el transcurso de dos horas, Charlotte tenía que abandonar la granja de Craighill para siempre y mudarse a su nueva residencia en Oakmere Abbey. Desde ese momento, empezaría el periodo de prueba que Engfa la había obligado aceptar para su matrimonio. Sin embargo, Charlotte estaba dispuesta a luchar por aquello en lo que creía. No podía cometer de nuevo el error de engancharse emocionalmente a él. Un marido infiel, que le rompía el corazón y la humillaba, jamás la haría feliz, tuvo que reconocer. Esa era la razón por la que había visitado a su ginecólogo para que le recetara píldoras anticonceptivas. No se arriesgaría de nuevo a quedarse embarazada. Engfa le había impuesto un matrimonio que ella quería olvidar. Y a pesar de eso, nunca había sido tan considerado y comprensivo como en las últimas semanas. Aunque no lo había visto en persona, Engfa la había llamado todos los días para asegurarse de que no le faltara de nada. Para empezar, una compañía profesional se había encargado de la mudanza. Heidi y Tina estaban eufóricas con la nueva casa decampo que les habían ofrecido y ya estaban instalados en ella. Durante los últimos tres días todos los animales habían sido trasladados a la nueva propiedad y se había contratado a un trabajador a tiempo completo para el refugio.Engfa incluso le había mandado a Charlotte un conjunto de ropa nuevo. Engfa sabía que ella detestaba ir de compras y probablemente había asumido que le haría ilusión. Pero Charlotte no se sentía complacida en absoluto. El que Engfa le comprase ropa le hacía recordar su fama de mujeriego. Engfa sabía más de vestidos y tallas de mujer delo que ella consideraba decente o aceptable. Con ello en mente, Charlotte hizo una mueca al ver el vestido de cuello halter y chaqueta estilo bolero que colgaban detrás de la puerta. Definitivamente, no eran de su estilo. Era obvio que Engfa estaba dispuesto a comportarse como si el día fuera una ocasión especial. El vestido también podía ser una pista de que, quizá, había preparado una fiesta sorpresa. La recorrió un escalofrío al pensar que quizá tendría que saludar de nuevo a los amigos y conocidos de Engfa, vestida con un traje que tenía un cierto parecido a un vestido de novia. La seda blanca de su nuevo vestido era más elegante y sofisticada que el horrible satén con encajes que había llevado a los diecinueve, pero aun así le recordaba a su vestido de novia. Mientras subía a la limusina que habían enviado para recogerla, la compañía de mudanzas llegó para empaquetar sus últimas posesiones. Había unas cuantas revistasen el coche y se puso a hojear sin mucho interés una de moda, hasta que la foto de un rostro familiar la hizo palidecer. Era Chompu Grande, que había aprovechado su talento como actriz en una serie de televisión antes de casarse con una estrella del rock británica. La muerte del cantante y la subsiguiente pelea por la herencia entre sus anteriores mujeres e hijos habían llenado unos cuantos titulares.Charlotte estudió el exquisito rostro de Chompu tratando de encontrar una sola imperfección en su belleza. No lo consiguió: Chompu era increíblemente hermosa. La maldad de Chompu no se reflejaba en su rostro, pensó Charlotte. En el día de su matrimonio con Engfa, Chompu había intentado superarla en todos los aspectos. Chompu había vestido de blanco y, por supuesto, el vestido le había sentado mucho mejor que a ella el suyo. Todo el mundo sabía que Chompu había sido la novia de Engfa un mes antes y, por tanto, había disfrutado del apoyo de todos sus amigos.-Eres una gran chica en todos los aspectos, Pudding -le susurró aquel día Chompu con su dulce voz cuando nadie más la escuchaba-. -Esta noche en la cama, la pobre Engfa no podrá cerrar los ojos y fingir que está conmigo.-¡Para ya! -le exigió Charlotte mortificada.-Parar no es precisamente lo que vamos a hacer Engfa y yo. Disfruta tu anillo de bodas. Es todo lo que obtendrás de él -Chompu le dedicó una maliciosa sonrisa-. -¿Porqué crees que no os vais de luna de miel? Engfa dice que no quiere pasar tanto tiempo sin mí. Charlotte sintió un escalofrío al revivir ese venenoso recuerdo del pasado. Después de hablar con ella, Chompu le demostró su poder sobre Engfa. Cuando Charlotte notó que Engfa no estaba, no pensó que se lo fuera a encontrar con la hermosa rubia. Pero toda la fe que pudiera haber tenido en su novio se vino abajo cuando lo vio en los brazos de Chompu. Ahora, Charlotte estaba dispuesta a aceptar la explicación que Engfa le había dado hacía unas cuantas semanas. Tal vez fuera cierto que Chompu hubiera sido la instigadora. Tal vez Engfa había tratado de rechazarla. Tal vez. Desafortunadamente, ella no había estado allí el tiempo suficiente para comprobar si era cierto. La limusina llegó finalmente a Oakmere Abbey. Charlotte abrió la puerta del coche y pisó la alfombra roja que conducía hacia la entrada principal de la casa. Por un instante se sintió un poco mareada por tanto protocolo, pero la sorpresa se desvaneció al momento debido a su impaciencia por averiguar qué reformas habían hecho en la casa. Una semana antes, Engfa había contratado todo un ejército de limpiadores y decoradores para hacer habitables unas cuantas habitaciones. Aunque ella había insistido en que quería sorprenderla, Charlotte temía que hubiera estropeado la atmósfera de la casa con colores y muebles inapropiados.La puerta principal estaba completamente abierta. Entró muy lentamente y sonrió de inmediato al ver que el fuego estaba encendido en la chimenea del gran recibidor. Había un precioso arreglo floral sobre la mesa y un par de confortables sillas antiguas alrededor de ésta.-¿Qué te parece? -preguntó Engfa.Charlotte se giró, notando cómo la seda de su vestido le rozaba las piernas y vio a Engfa entre las sombras de la pared. La luz que traspasaba las vidrieras le iluminaba el pelo negro y los perfectos rasgos de su rostro. Charlotte se quedó sin aliento y tartamudeó:-Yo.. yo...-Estás fantástica con ese vestido -la interrumpió Engfa, recorriéndola con sus ojos de la cabeza a los pies.-No hace falta que hagas ningún cumplido -Charlotte se sintió tensa.-Pues claro que sí. Lo que hace falta es que los escuches -Engfa estrechó su mano con determinación y condujo a Charlotte hacia el espejo que había en la pared-.-Tienes que aprender a mirarte tal y como yo te veo.-No tengo por qué hacerlo. Nunca me han gustado los halagos -Charlotte cerró sus ojos, elevando su barbilla con un gesto desafiante.-No es un halago -Engfa la estrechó contra su musculoso cuerpo-. -Por primera vez llevas puesto algo acorde con tu cuerpo divino.Charlotte tuvo que abrir los ojos para ponerlos en blanco y expresar lo poco que le había impresionado el cumplido.-Mi cuerpo no es...-¿Sabes por qué no me caía bien tu madre? -los oscuros ojos dorados de Engfa refulgían con fiera impaciencia-. -¡Le gustaba demasiado menospreciarte y decirte lo normal que eras! Pero mira tu cara, tu estructura ósea... ¡y tu glorioso Waraha!Perpleja ante el discurso de Engfa, Charlotte abrió y cerró la boca un par de veces y miró su imagen en el espejo.-Tienes un cuerpo para morirse -le informó Engfa, deslizándole las manos por el pecho hasta sostenerle con ellas los senos de una forma tan sensual que consiguió escandalizar a Charlotte-. -Lo adoro.-¿En serio...? -preguntó Charlotte, mirando su reflejo como si estuviera hipnotizada mientras las firmes manos de Engfa se desplazaban por su vientre antes bajar rozando por el costado de sus voluptuosas caderas.-¿No te has dado cuenta tú sola? -Engfa empujó a Charlotte hacia atrás para que pudiera notar en la espalda la rigidez de su entrepierna. Las mejillas de Charlotte se llenaron de color al tiempo que la inundó una tremenda satisfacción femenina.-Si digo que eres atractiva... es que eres atractiva -dijo Engfa dejando que sus labios recorrieran el cuello de Charlotte-. -Pero ahora, tenemos algo más importante que hacer. En la habitación de al lado el sacerdote que nos casó hace ocho años está esperando para bendecir nuestro matrimonio.Sorprendida por el ardoroso interludio que acababa de tener lugar y con las piernas todavía temblorosas, Charlotte se sintió aún si cabía más desconcertada.-¿Perdón? -dijo Charlotte-. -¿Qué acabas de decir?-Dijiste que te sentías como si no estuvieras casada conmigo... Pensé que la bendición del sacerdote podría mejorar la situación.Asaltada por un ataque de furia, Charlotte selló sus labios para no estallar delante de Engfa y concentró su mirada en las antiguas baldosas del suelo. ¡No podía dar crédito a todos los intentos que estaba haciendo Engfa por impresionarla! No después de que hubiera utilizado el chantaje para hacer que siguiera casada con ella. ¡Y ahora solicitaba la bendición de un sacerdote para ratificar el chantaje!-Es mi manera de demostrarte que quiero comprometerme a hacer que nuestro matrimonio funcione -dijo Engfa sin la menor sombra de vergüenza o arrepentimiento.-Pero yo no quiero comprometerme a ello -le confió Charlotte.-Date tiempo y querrás... -Engfa la observó con ojos resplandecientes y una agresiva expresión en la línea cuadrada de su mentón. Charlotte no dijo nada, ya que le parecía que no era el momento ni el lugar de iniciar una discusión. El venerable padre Vasos les saludó con gran amabilidad. Toda su persona irradiaba honestidad y eso tocó algo en el interior de Charlotte, haciendo que se estremeciera. ¿Cómo podía recibir una bendición si cualquier palabra que se dijera no tenía sentido ya para ella? ¿Cómo podía seguir negando que aún amaba a Engfa? ¿Sería de verdad tan estúpido darle otra oportunidad? Cuando introdujo un nuevo anillo de boda en el dedo de Charlotte, sintió un hormigueo de emoción en la garganta. Después de que acabara la ceremonia, Charlotte ya no sabía qué pensar y ya no estaba tan segura de seguir queriendo resistirse a Engfa. Engfa la condujo a otra habitación donde se había dispuesto una mesa con mantel de lino y cubertería de plata.-¿Sólo para nosotros dos? -preguntó Charlotte.-Tres es multitud y te quiero para mí solo.-¿Y quién cocina? -Charlotte se había decidido a no mostrar su sorpresa por los elaborados preparativos que Engfa se había tomado la molestia de organizar.-Hice que un chef de París volase hacia acá . Esta vez quiero que todo salga perfecto, glikia mou -le dijo Engfa sin dudar un momento-. -Te mereces lo mejor.Las velas fueron encendidas por un grupo de sirvientes tan discretos y silenciosos como las sombras. La comida estaba deliciosa. Charlotte picoteó de los diferentes platos, mientras escuchaba las melodiosas subidas y bajadas de entonación en la sensual voz de Engfa, reconociendo que, después de todo, la compañía era inmejorable. De vez en cuando echaba un vistazo a los duros y bronceados rasgos de su cara, a sus hechizadores ojos o la hermosa forma de sus labios. El corazón de Charlotte comenzaba a galopar y, entonces, centraba de nuevo la atención en la comida, lamentando el hecho de que, de cuando en cuando, se pusiera a fantasear como una colegiala. Al poco, su atención se desviaba de nuevo y pasaba a centrarse en su nueva y reluciente alianza. Había sido un regalo muy tierno que ella apreciaba mucho, porque hacía mucho tiempo que ella había abandonado su anterior alianza en Atenas. Al estudiar la delgada banda de platino del anillo, la máscara de cinismo de Charlotte amenazó con venirse abajo y se preguntó si era posible que a un leopardo se le cayeran las manchas y se transformase en un marido fiel, dispuesto a abrazar un hogar y una familia.-¿Hay suficiente comida? -preguntó Engfa. Charlotte asintió, con temor a que, si hablaba, el hechizo con que Engfa la había encantado se rompería. Levantándose de un salto, Engfa le tendió la mano. Ella le dio la suya sin siquiera pensar en ello.-Bailemos -dijo Engfa.-¿Cómo vamos a bailar? -se rió Charlotte mientras ella la sacaba de la habitación. Y entonces empezó a escuchar la música. Charlotte se encontró con la jovial mirada de Engfa y le preguntó sorprendida:-¿Hay músicos ahí arriba?-Están tocando para nosotros -abrazándola, Engfa la hizo girar sin dejar que tomase aire-. -Hace ocho años te negaste a bailar conmigo.-Me daba mucha vergüenza bailar delante de tantos invitados -contestó Charlotte-. -Pero tal vez si no me lo hubieras pedido tan sólo una vez...-Me hacía la duro. No sabía qué otra cosa hacer. Todavía era una cría y mi orgullo estaba herido -respondió Engfa-. -Tu abuelo había comprado una esposa y todo el mundo lo sabía...-Oh, no, Engfa... ¿Cómo pudiste pensar eso? No tuve elección, igual que tú.-Los amigos me decían que tenía mucha suerte por casarme con una heredera rica. Después de todo, Nawat era, y sigue siendo, más rico que Creso y mi padre estaba al borde de la bancarrota. Me sentía como si el dinero de Nawat hubiese comprado mi cuerpo y mi alma para ti. Odiaba esa sensación -admitió Engfa, preguntándose por qué ella era tan sincera con otras cosas y, sin embargo, seguía fingiendo que no había tenido elección a la hora de casarse con él-. -No fui feliz hasta que pude pagarle a Nawat hasta el último centavo que prestó a mi padre. Charlotte se sentía afligida.-No... no -protestó, sintiendo de corazón lo que Engfa estaba contándole, ya que nunca se le había ocurrido mirar las cosas desde su punto de vista-. -Si hubiera sabido que te sentías así, me habría muerto.-Pues así es como me sentía, pethi mou -Engfa la miró con ojos tristes.-Demasiado orgullo -respondió Charlotte.-Tal vez. Tengo que admitir que cuando Nawat me dijo el mes pasado que te había quitado de su testamento, me sentí muy aliviado. En cierto modo nos dejó a las dos libres de su interferencia.-Hmm... -a Charlotte le encantaba la forma que tenía Engfa de hacerla bailar al ritmo de la música. Se sentía como si sus pies no tocaran el suelo-. -Ojalá nuestra boda hubiera sido así.——————————¡Gracias por leernos! ¡Deja un comentario y hazme saber lo que piensas! <3Pueden ir a ver las historias del autor oficial y leerlas son muy buenas ❤️

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