PRÓLOGO

200 21 8
                                    

La sonrisa de Seungmin era increíblemente brillante. La alegría desparramada en su entorno era fascinante. Se sentía feliz y pleno, como nunca antes.

La cena anual del aniversario de la empresa se celebraba bajo una noche veraniega que iba acorde al buen ánimo reflejado por ese chico castaño que había sido ascendido de puesto con mención honorífica en frente de todo mundo.

Kim Seungmin no podía pedir más en la vida. Tenía el trabajo de sus sueños, ahora como jefe en el departamento de visuales en el área de marketing de Samsung. Vivía en uno de los edificios más prestigiosos de la ciudad. Estaba rodeado de gente amigable que bien podía decir eran verdaderos amigos y, no menos importante, estaba felizmente enamorado de su primer amor, Lee Minho.

La fortuna de una vida de ensueño era un tema que muchos pensaban que debía estudiarse, pues encontraban realmente extraño que la vida de Kim fuera demasiado perfecta. Lo que nadie sabía era que detrás de tanta perfección, se encontraba un martillo y un cojín escondidos debajo de la cama.

—Seungminnie.

El aludido miró hacia su novio que se acercó de regreso con una copa de vino nueva. Dejó un beso corto y luego entregó la bebida, bajo la envidiable mirada del público.

—Hay algo que debo decirte —murmuró Minho.

—Oh, de acuerdo.

La pareja caminó entre los presentes, dirigiéndose a un sitio más calmado e íntimo. Saludaron a unos cuantos conocidos por ahí y finalmente sus pasos se detuvieron en medio del jardín trasero.

El silencio era evidente ahí. La frescura de la brisa de la noche los abrazó amenamente. Los grillos cantaban y el brillo de la luna era especialmente resplandeciente esa noche. Probablemente ya la medianoche estaba cercana, sus cuerpos sentían la ligera sensación de embriaguez con el alcohol colándose en sus venas.

Seungmin sonrió y besó los labios de su novio con ternura cuando encontró la oportunidad. Los esfuerzos de tantas noches y días de estrés habían dado frutos y no podía estar más feliz por el hecho de que estaba compartiendo su gran éxito con el amor de su vida.

—Seungminnie, detente —pidió el mayor.

—¿Qué sucede?

Minho suspiró y Seungmin se tambaleó. Una sensación agobiante le recorrió el cuerpo y un escalofrío le pellizcó la espalda.

—Desde hace un tiempo lo he estado pensando, Minnie, y aunque a veces lo dudé, ahora yo realmente estoy seguro de que no quiero alejarme de ti...

De pronto Seungmin se puso rígido y su buen juicio se fue al garete cuando su novio se hincó frente a él. La sortija discreta se mostró en la almohadilla de la caja y pudo notar unas cuantas miradas chismosas desde el interior del sitio. Su corazón se volvió loco, sus manos se volvieron sudorosas y su frente empezó a humedecerse, ni siquiera podía escuchar lo que decía Minho, sólo estaba ahí mirándolo mover los labios, probablemente comunicándose en una lengua extraña.

—... Kim Seungmin, ¿quisieras casarte conmigo?

La pregunta lo golpeó. Se sintió desubicado y alcanzó a escuchar la emoción de algunas voces lejanas de la fiesta. Su pecho estaba bombeando más oxígeno de lo normal y su estómago estaba completamente vuelto un cúmulo de sensaciones agobiantes que lo hicieron marear.

—Min... Yo... Lo... Lo siento.

No dijo más. Se volvió presa del pánico y tuvo que huir de ahí antes de llamar más la atención.

La cabeza le pulsó con fuerza, sus extremidades temblaban horrores y su vista se volvió borrosa. Tenía unas terribles ganas de vomitar que lo hacían volverse tosco en su huida sin embargo, logró llegar hasta su auto. No siquiera le importó que hubiera llegado con Minho en él, de cualquier manera, el otro podría conseguirse un taxi, en ese momento lo único importante era escapar.

Y así hizo. Arrancó el auto y se fue de ahí, una hacienda enorme en las afueras de Seúl.

Seungmin decidió escapar a su departamento de soltero y una hora de manejo después, llegó al complejo de departamentos. Era un sitio completamente diferente del lujoso, no necesitaba de los grandes objetos en ese lugar porque solamente lo utilizaba cuando tenía alguna crisis o cuando simplemente quería escapar del mundo, justo como en ese momento, que quería perderse y afrontar su crisis.

Dejó el auto en el estacionamiento y se dirigió rápidamente a su hogar. Cerró de un portazo, se fue a su baño y devolvió todo aquello que alcanzó a probar más temprano. Aún sentía el cosquilleo en sus dedos y la sensación de adrenalina en el resto de su cuerpo. Su respiración tan sólo se volvió más revoltosa y cuando hubo vaciado el estómago, se dirigió a la habitación.

Era un recorrido que había perfeccionado al paso del tiempo. No era la primera crisis, pero de cierto modo, sí era la primera vez que su ataque de pánico se intensificaba a más allá de un temblor. Así que, tratando de respirar, sacó el cojín pachoncito, acompañado del martillo que escondía debajo de la cama y comenzó a golpear con fuerza.

De todos los métodos de relajación, había sido este el que más le funcionó, incluso resultó mejor que cortarse los antebrazos o tomarse unas pastillas. Golpear el cojín cuando estaba en la punta del ataque le era mejor porque en su cabeza imaginaba que estaba golpeando a el origen de su malestar. Había imaginado destrozar la cabeza de su jefe, de sus compañeros, de gente desconocida y ahora, por primera vez, estaba golpeando la cabeza de su novio. Ese sujeto despiadado que lo tomó por sorpresa.

No podían malinterpretarlo, Seungmin amaba a Minho con todo su ser y por supuesto habría aceptado si no fuera porque alguien le dijo que el matrimonio daba mala suerte. Seungmin creció bajo aquella leyenda familiar. Su abuela contaba a todos los integrantes de los Kim que eran una familia feliz y exitosa, hasta que la tatarabuela se casó. Cuando aquello se celebró, una ola de desgracias se desplomó, empezando por el hecho de que la familia rozó la bancarrota. El suceso fue más que evidente para afirmar la leyenda y ahora en el presente, Seungmin se llenó de terror pensando que iba a terminar perdiendo lo que apenas había logrado alcanzar.

Iba a pedirle perdón, eso era seguro, pero por ahora lo único que quería era tranquilizarse y despejar su cabeza.

ANOTHER CHANCE [ KNOWMIN // 2MIN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora