4 de Enero de 2024.

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Había dormido fatal.

Cuando entró en la academia, le costó un tiempo adecuarse al lugar, a la gente, a las cámaras y a una cama que no era la suya dentro de una habitación compartida con otras quince personas.

La primera semana en el concurso fue dura para ella. Quizás la que más hasta ese momento. Era muy gato, muy suya y siempre había creído que su personalidad era difícil de asimilar por lo que hacer amigos no era su especialidad.

Entrar allí fue como ir contracorriente a todo lo que era ella: entregó las llaves de su coche junto con su móvil y su amada libertad y sólo le quedó su amor por la música para sobrellevar las dificultades.

Había dejado su relación meses antes de entrar, no había sentimientos en los que pensar, iba a ser todo música, música y más música. Y sin embargo, su noche había sido una auténtica pesadilla porque había caído en la madriguera del conejo por alguien que no podía tener.

Le dolía cada parte del cuerpo y aunque lo achacó al malestar que había sentido el día anterior, sabía que la punzada en el corazón no se debía a ningún virus.

Tenía que actuar con normalidad. Fingir que no pasaba nada, que no le importaba en absoluto el beso que habían compartido y que sabía, sin necesidad de intercambiar una sola palabra con él, que consideraba un error. ¿Cómo no, si juraba y perjuraba amor eterno por su novia? ¿Si parecía que besaba el suelo que pisaba la chica?

Se puso su coraza una vez más, antes de salir de la pequeña cama cuyas sábanas estaban tan revueltas que parecía la sede de una guerra.

Los demás habían ido a fitness, a excepción de Álex, que la abrazó cuando la vio.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó a su amigo.

—Mucho mejor, por suerte—respondió él—. No podía pasar otro día como ayer. Estoy nominado, tengo que ensayar, aunque no vaya a servir de nada...

—Lo vas a hacer genial, la canción te queda que ni pintada.

Álex hizo una mueca y continuó vistiéndose, contrario a ella que había decidido quedarse en pijama hasta después de desayunar. Se sentó en el tocador y se hizo su skincare antes de maquillarse. Podía estar destrozada pero antes muerta que aparecer frente a cualquiera ese día con la cara lavada.

—Me voy a poner hasta las pestañas, maña—murmuró, escarbando en su neceser.

Escuchó el timbre que daba fin a la clase cuando estaba terminando de acicalarse y posteriormente, el barullo de sus compañeros llegando a la cocina como hienas hambrientas. Se puso de pie, se dirigió hacia la recepción para coger una pila nueva para su micro y mientras se lo colocaba, se acercaba a la cocina, hacia el tostador, hacia Lucas.

—¡Narilea! —exclamó Juanjo yendo hacia la maquina de cafés, entonando una canción con su nombre. O la versión de él que su amigo había adoptado como propia.

—Qué fortuna la mía—dijo ella, continuando la melodía, mientras se colocaba bien el collar del micro.

Lucas informó de que estaba tostándole pan tanto a ella como a Álex y a él mismo y cuando estuvieron listas las rebanadas, cogió las suyas.

—Gracias, baby. I love you—le dijo, con sus nulas dotes de inglés sirviendo para decir lo que quería sin que sonase demasiado imponente.

Fucking love you—respondió él y aunque lo había entendido a la perfección, tanto ella como su estúpido corazón, decidió seguir a lo suyo, preguntándole a Cris por los aguacates que había en el mostrador.

Estrellas en el Aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora