El despertar de ese día fue tan normal que daba incluso miedo.
Salió de la cama con calma, después de haberse estirado para reactivar su cuerpo y avanzó hasta la puerta del dormitorio que estaba entornada, evitando que las luces encendidas de fuera penetrasen en el interior.
Se encontró de frente con ella, que venía con la blusa del pijama medio descolgada por el hombro, su nana abrazada y el rostro emocionado. La miró, expectante.
—A las diez tengo uñas—le dijo, plantada al final del corto pasillo de los cubículos.
Se abrazaron, más porque ella lo fue a buscar que porque él se moviese pero de igual manera la recibió entre sus brazos gustoso, inhalando el aroma de su cabello durante los segundos que la tuvo apretada contra su cuerpo.
El desayuno transcurrió con normalidad, a pesar de que, cuando se sentó junto a la chica, Chiara decidiera deleitar a todos con una —poco afortunada—interpretación de uno de los versos de Corazón Hambriento.
No había pensado mucho al tomar aquel asiento. Álvaro había colocado su café en el otro lado de la mesa y Álex se había colocado en el lugar que, por norma general, tomaba él. No se le ocurrió sentarse en la silla al otro lado de Álvaro, tan solo se movió y se sentó allí.
Como si sintiera la tensión que de repente se había instalado en su organismo, Naiara le dio un golpe en el brazo que sostenía su tostada, riéndose. ¿Cómo era posible que lo captara todo? ¿Había sido siempre así de observadora? Le daba miedo y le gustaba a partes iguales.
La segunda porque, siendo sinceros, ¿a quién no le gusta que alguien esté pendiente de uno mismo? Era como saber que, si caía, tenía una red de seguridad abajo, permitiéndole ser el equilibrista novato que se había descubierto siendo.
La primera porque se sentía visto, por primera vez en mucho tiempo.
—Bueno, yo me voy que tengo uñas—les dijo Naiara, cuando ya tenían media mesa recogida.
Aunque no volvieron a coincidir en toda la mañana, no podía quitársela de la cabeza. Cuando lo llamaron para grabar, anhelo quedarse allí encerrado más tiempo del que era requerido y a pesar de que, tanto su canción como su parte de la grupal salieron bien a la primera, remoloneó en el estudio con Mamen. Era como una lucha continua dentro de su mente, un quiero y no puedo, un puedo pero no debo.
Estaba agotado.
Bajó a vestuario cuando fue su turno y allí, entre prueba y prueba, comentó que se iba a cortar el pelo, que se había cansado de llevarlo largo, que necesitaba el cambio.
—Uy, pero para esta canción...—comenzó Verónica, la encargada de vestuario—. Como que pega más así larguito, ¿no? Rockero total.
—¿Vos creés? —dijo, intentando que no se notase que si quería deshacerse de la melena era porque no podía dejar de ver unos dedos que no pertenecían allí, enredados en los mechones.
—Sí—aseguró Verónica—. Pide sino que te lo corten la semana que viene.
—Bueno... Ya veremos—concedió él.
Subió y en recepción le entregaron una bolsa con las nuevas pertenencias que le habían llegado de casa.
—¿Y Naiara? —le preguntó Clara, la chica de recepción que estaba de turno.
El mundo me odia, pensó.
—No sé—respondió, echando a andar hacia el vestidor sin detenerse con ella como habría hecho en otro momento. ¿Tan difícil de entender era que no podía saber dónde estaba Naiara porque no le correspondía? Que no debía querer saber responder.
ESTÁS LEYENDO
Estrellas en el Aire.
Fanfiction"Raabta". En urdu, este término hace referencia a esa conexión emocional que es única y especial, surgida del modo más inesperado pero más profunda que el océano entre dos almas que estaban destinadas a encontrarse.