Capitulo XI

18 4 0
                                    

Sarah:

No quería mentirle. No era mi propósito mentirle. No estoy trastornada. No soy una asesina. No. No lo soy. Fue él. Fue él. Fue él. Solo fui una víctima de sus manipulables juegos.

Las palabras salían de mi boca como un torrente de desesperación, un intento desesperado de convencerme a mí misma de que no era culpable. Pero la verdad se aferraba a mis entrañas, fría y punzante, como un cuchillo clavado en el alma.

Mi teléfono ardía en mi mano, la imagen de él y ella, una escena que se repetía una y otra vez en mi mente como una película en bucle. Ella se aferraba a él como si fuera su oxígeno. La imagen se fundió con la memoria vívida del beso, un beso que no me había dado a mí, un beso que me robó el aliento y la esperanza.

—Mátalos—la voz susurró en mi oído.  No era una voz amable, ni cariñosa.  Era una voz fría,  una voz que no dudaba en usar palabras hirientes—Mátalos y no mires atrás. Ellos no merecen vivir.

Mi reflejo en el espejo se transformó en un monstruo,  un monstruo que me miraba con ojos rojos e inyectados en sangre.  Tomé el jarrón de la mesita de noche y lo estrellé contra el suelo. Los pedazos de cerámica se dispersaron como si hubieran sido lanzados por una bomba. 

—¡¿Por qué lo haces?!—grité, mi voz una mezcla de pánico y rabia—¿Por qué me obligas a hacer esto?

—Porque eres débil— la voz respondió, sin un ápice de compasión.  —Eres una marioneta, una muñeca sin voz.  Y ellos...  ellos te están usando.  Te están utilizando para sus propios fines.

—¡No es cierto!— grité —¡no es cierto!  Yo soy fuerte,  yo soy capaz de amar y de luchar.

La voz rió,  una risa seca y cruel—¿Luchar? ¿Contra quién vas a luchar?  Contra un mundo que te odia? Contra un hombre que te ha roto el corazón?  Contra una mujer que te arrebata todo lo que amas?

—No me importa— dije, mi voz temblando. —No me importa lo que ellos digan. No me importa lo que ellos hagan. Yo los voy a destruir

—Puedes intentarlo— dijo —pero no te equivoques.  No estás luchando contra ellos.  Estás luchando contra mí.  Y yo soy más fuerte. Yo te controlo.

Mi cara cambió de repente, como si una luz se hubiera apagado dentro de mi. Me quedé mirando mi reflejo distorsionado y fragmentado como mi propia alma. La risa que brotó de mi  boca, era escalofriante, una carcajada llena de furia contenida y una amarga ironía.

—Idiotas, todos son unos idiotas_ susurré mi voz áspera como arena.  —Eso es lo que quieres, ¿verdad?— me pregunté a mí misma, mirando mi reflejo, tan ajeno a la mujer que era solo hace unos minutos.  La Sarah de antes, la que confiaba y amaba,  se había esfumado, dejándome sola en esta caverna de vidrio y dolor. 

Cogí mi bolso  y marqué el número de Malcom con la voz temblorosa y forcé una sonrisa. —Nos vemos en el bar de siempre—dije, tratando de que mi voz sonara animada, pero la desazón se me pegaba a la garganta. 

—¿Por qué me llamas?. Está a punto de llover y me da pereza mojarme—  respondió con desagrado. 

—Te necesito, Malcom—le supliqué, sintiendo cómo las palabras se convertían en un vago eco en la nada. 

Las gotas de lluvia golpeaban el asfalto como si fueran pequeños martillos, marcando el ritmo de mi desesperación. Llegué al bar, buscando en el rostro de Malcom alguna señal de lo que sentía, alguna chispa de remordimiento, pero solo encontré indiferencia.  Su pelo castaño estaba desordenado, como siempre, y la sudadera desgastada que tanto le gustaba se aferraba a su cuerpo. 

[+18] Trilogía Sanguinarios #1:Kiernan Entre El Amor Y La Seguridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora