Parte 1

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Eran contadas con los dedos de una mano las personas con las que Nanami Kento podía sentarse a desayunar o tomar un café sin aburrirse. Esos dedos se reducían a uno para representar a la persona con la que realmente se sentía cómodo hasta el punto de hablar de su propia vida e intereses: Yu Haibara, quien incluso era el único que lo había visto sonreír.

Era extraño. Este chico era un completo desconocido, aunque bueno ahora ya no tanto, ya estaba en la categoría de "conocido casi amigo" pero igualmente era un muchacho con el que interactuó porque era el empleado que atendía en la panadería más cercana a su trabajo y nada más.

Nanami era un oficinista muy ocupado, trabajaba doce horas al día, a veces más, no sabía lo que eran los feriados ni los fines de semana, no disfrutaba de unas vacaciones desde hacía mucho. Nanami no tenía tiempo para cocinar ni para dormir. Sus escasos minutos libres eran para tomar una ducha antes de salir y desayunar en la panadería de la avenida, el almuerzo y la cena los pedía por aplicativo y comía en el escritorio de su oficina. Su ropa era lavada y planchada por una señora de limpieza que contrató para que mantuviera todo en orden en casa.

—¡Buenos días, señor Nanami! —le saludó el muchacho de ojos redondos y brillantes como el sol— ¿Le sirvo lo de siempre?

—Sí, por favor.

Café americano sin azúcar y un sándwich de pan de orégano relleno con jamón de pavo, tomate, lechuga y pepinillos acompañado de un poco de salsa ranch. Ese era su desayuno día a día, Nanami tomaba su bandeja y se sentaba en alguna mesa desocupada.

Antes comía en solitario, pero desde hacía un tiempo era lindo ir a desayunar porque el muchacho que atendía en la panadería pedía su break cuando él llegaba y desayunaban juntos como buenos amigos.

¿Por qué hacía eso si no lo conocía de nada? No sabía, pero igual era agradable. Era una persona bonita, era alguien de buen corazón.

—Deberías probar otros sándwiches, el de atún me queda muy bien —su peinado tipo honguito le resultaba gracioso a Nanami, pero no gracioso de risa sino de lindo, de tierno. Lucía como alguien mucho menor que él. Tenía que serlo, una persona en sus casi treintas no es así de feliz—. También preparo uno de pollo con ensalada que te gustaría si le das la oportunidad.

—Otro día lo probaré, por ahora estoy bien con esto —respondió Nanami con una media sonrisa, sorbiendo un poco de su humeante café con los ojos cerrados. Inhalar profundo el olor del café que le preparaba Haibara siempre era rico, se comenzaba bien el día así.

—¡Nanami! Te tengo que contar que...

Yu Haibara conversaba mucho, siempre tenía algo que contar. Era alegre, escandaloso, muy expresivo. Parecía que hablaba sin pensar las cosas y eso le gustaba a Nanami, que era alguien que meditaba lo que iba a decir al menos cinco veces. Si es que decía algo, claro está.

Con Haibara le pasaba algo curioso: a veces se desconcentraba de lo que el muchacho estaba hablándole para quedarse fijo contemplando alguno de sus rasgos. Su cabello de honguito o sus ojos brillantes, sus cachetes o la manera en la que fruncía sus labios cuando intentaba recordar algo.

Nanami siempre era descubierto por Haibara "no me estas escuchando", le reprendía. A lo que él se excusaba diciendo que estaba muy cansado por el trabajo.

—... entonces me quedé dos horas en la librería y no me di cuenta hasta que vi que era de noche y... ¡no me estás escuchando, Nanami!

—Lo siento, no he dormido bien.

Una fugaz tristeza pasó por el rostro de Haibara, haciendo sentir culpable a Nanami. Su carita cambiaba completamente cuando no estaba en su habitual modo feliz. Sin embargo, así como llegó la tristeza, se fue.

—¡Tengo una idea! En tu día de descanso no salgas a la calle y pásate todo el día mirando películas mientras comes chatarra y bebes cerveza. ¡A mí me ayuda a descansar!

Una de las pocas sonrisas que se podía apreciar en el rostro de Nanami se hizo presente. Le pareció infinitamente graciosa la inocencia de su nuevo amigo.

—No tengo días libres.

—Oh... ¿por qué?

—Verás —suspiró pesadamente—, en la empresa donde trabajo no se habitúa a dar días libres a los empleados.

Una verdad a medias, porque si bien en su trabajo eran explotados y nadie tenía un día libre fijo, sí que se podía solicitar (con anticipación) un día para descansar. Kento Nanami no lo hacía porque prefería ir a trabajar.

Los ojos de Haibara se pusieron más grandes de lo que ya eran, un pequeño gesto de incomodidad de apreció en su rostro. Seguro estaba pensando que era una esclavitud de trabajo y no se equivocaba.

—Nanami... ¡Si tuvieras un día libre te invitaba a mi casa a ver películas!

—Te lo agradezco —dijo Kento de corazón, bebiendo el ultimo sorbo de su café— es muy amable de tu parte.

¿Estaba haciendo calor? Haibara estaba sudando y él se sentía extraño.

—D-debo regresar a trabajar, ¡nos vemos luego!

El chico se levantó de la mesa, aunque su desayuno estaba a medio comer. Nanami solo pudo ver como se alejaba hasta desaparecer por detrás del mostrador lleno de panes.

"¿Será muy difícil ceder conmigo mismo y conseguir un día libre en la oficina?" Se preguntó. Tal vez no era tan complicado hacerlo y, ¿por qué se le vino ese pensamiento a la cabeza? 

Pancito con CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora