Parte 4

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Cuando Nanami llegó a desayunar a la panadería, se quedó paralizado tres segundos en la puerta.

¿Qué era toda esta decoración? Múltiples globos de colores estaban esparcidos por el área de despacho además de algunas serpentinas de cumpleaños. Primera vez que veía algo así en la panadería.

Caminó hasta la caja para pedir su desayuno: un café expreso, sándwich de pavo y otro de pollo con ensalada. Sí, ahora Nanami desayunaba dos panes.

"A mí me gusta la gente que come mucho"

No, no. Claro que no era por eso. Solamente tenía más hambre de la habitual porque estaba sobrecargado de trabajo, su cerebro necesitaba energía extra y nada más. No existían otros motivos.

Cuando se sentó en la mesa con la bandeja, escuchó a lo lejos el "tomaré mi break" de su amigo Haibara. Sonrió internamente, se podía decir que ya tenían una rutina y él era todo un hombre de rutinas y horarios. Levantó la vista para saludar a su acompañante y quedó estupefacto: Haibara llevaba un gorrito puntiagudo de cumpleaños.

—¡Hola, Nanami! ¿Cómo estás?

Mil cosas pasaron por su cabeza, pero tampoco era ciego ni estvpido como para no sumar 1+1 y saber que el resultado era 2.

—Hola... ¿estás de cumpleaños?

—¡Sí! Bueno, en realidad es mañana, pero me están festejando hoy aquí en el trabajo.

Que gran vergüenza, Nanami no tenía ni la más mínima idea de qué día cumplía años su único amigo. Hoy le estaban festejando su día especial y él no había tenido la delicadeza de presentarse con algún detalle o algo. Pero si su cumpleaños era realmente mañana, aún tenía tiempo.

—Mañana te traeré un presente, ¿qué te gustaría?

Los ojos de su amigo brillaron, poniéndose rosada su carita. Negó enérgicamente con la cabeza, haciendo que su cabellito lacio se moviera en todas direcciones.

—¡No es para nada necesario! Además, mañana no estaré aquí.

Haibara le explicó que había pedido libre el día de su cumpleaños y que su jefa aceptó siempre y cuando les permitiese hacerle una pequeña fiesta en la panadería un día antes. Pero que ahora se arrepentía de pedir su día porque la iba a pasar solo, su familia estaba de viaje en el extranjero.

—¿Por qué vas a pasar tu cumpleaños solo? ¡Eso no puede ser!

Que gran chiste para una persona que pasó en soledad su cumpleaños los últimos diez años. Nanami desde los dieciocho no compartía en el día de su cumpleaños con absolutamente nadie, se limitaba a trabajar durante el día y en la noche se bebía una botella de vino. Es más, nadie sabía la fecha. Su cumpleaños era una fecha insulsa y poco interesante, no le veía sentido el festejar que había soportado un año más en este maldito mundo.

Pero por supuesto que el cumpleaños de Yu Haibara era una cosa completamente diferente.

—Te acompañaré.

Las palabras salieron de su boca sin él pensarlas siquiera. Sencillamente salieron, libres y naturales como un río siguiendo su camino. Yu lo miró con los ojos más abiertos que antes y preguntó tartamudeando:

—¿Y t-tu t-trabajo?

—Me tomaré el día. Hoy soluciono eso.

Mientras intercambiaban sus números de teléfono, los amigos fueron interrumpidos por la jefa mayor, Yuki, quien se acercó a la mesa acompañada de las dos otras chicas que trabajaban allí. En sus manos llevaba un precioso pastel de crema y frutos del bosque, en la cima de la torta de cumpleaños había dos velas que decían: 24.

—Haibara, vamos a aprovechar que está tu amigo para que cantemos cumpleaños.

Nanami llegó a su escritorio realmente entusiasmado: envió un correo al departamento de recursos humanos informándoles que se iba a tomar el día de mañana. Adelantó lo más que pudo las ventas del día, metiéndose de vez en cuando en páginas de ventas en línea a ver qué cosa le podía regalar a su amigo.

¡Carajo! No se le ocurría nada.

"Fui a la librería y no me di cuenta que estuve dos horas hasta que vi que era de noche..."

Ah, sí. Cierto. A Yu le gustaba leer. Buscó en la web de una reconocida librería las nuevas colecciones de libros, novelas y mangas mientras comía un pedazo de la torta de cumpleaños de Haibara. Luego de unos cuantos clics, compró cinco libros.

Qué cosa tan curiosa, tenía dos años trabajando sin parar ni un solo día. Ni siquiera en Navidad o Año Nuevo dejaba de ir a la oficina, aunque fuera el único en ella, y ahora había pedido un día libre.

Día que pasaría con su amigo Haibara paseando.

Bueno, no sabía si paseando. De hecho, no sabía qué rayos iban a hacer, qué se iba a poner, qué comerían ni dónde se verían.

"Nanami... ¡Si tuvieras un día libre te invitaba a mi casa a ver películas!"

—No. No seas estúpido —se regañó, hablando solo—. No harás que pase su cumpleaños viendo películas en casa.

Tomó su celular y escribió: "¿Te gustaría almorzar en un Teppanyaki?"

La respuesta llegó casi de inmediato: "Sip. Estaría genial. Aunque estaba pensando cocinar algo en casa e invitarte a ver películas"

Por primera vez en muchos años Nanami sintió que se iba a desmayar, le faltaba el aire y tenía taquicardia, pero era porque su amigo Haibara le leyó la mente, no porque realmente lo invitó a ver películas en su casa, en donde estarían solos y así.

"Por favor, déjame invitarte. Vayamos al Teppanyaki y ahí vemos que hacemos. Si quieres ver una película, podemos ir al cine, yo pago"

¿Por qué se sentía tan asustado? Estaba temblando como una hoja. Seguro se iba a enfermar. Sí, eso era lo más seguro, estaba enfermo de alguna cosa.

Muchas opciones le pasaron por la cabeza: ansiedad, estrés laboral, gripe, fiebre, males estomacales, dolores musculares... pero no se le pasó por la cabeza que estaba enfermo de amor. 

Pancito con CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora