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Minho siempre había sido el tipo más serio de su grupo de amigos. Su rostro apenas mostraba una sonrisa, y sus respuestas eran cortas y directas. No era que no disfrutara de la compañía de sus amigos, simplemente tenía una manera distinta de expresar sus emociones.

Felix, por otro lado, era su polo opuesto. Siempre lleno de energía, con una risa contagiosa y un carisma que iluminaba cualquier habitación. Para muchos, era un misterio cómo estos dos podían ser amigos, pero había algo en Felix que Minho no podía ignorar.

Todo comenzó en su primer año de secundaria. Minho estaba sentado solo en una mesa del comedor, disfrutando de un libro en silencio, cuando de repente, alguien tropezó con su mochila y cayó aparatosamente al suelo.

—¡Ay, qué golpe! —se quejó una voz alegre.

Minho levantó la vista y vio a un chico rubio, con pecas y una sonrisa radiante, que se estaba incorporando mientras recogía su mochila.

—¿Estás bien? —preguntó Minho, más por cortesía que por interés genuino.

—Sí, sí. ¡Gracias! —respondió el chico, aún sonriendo. Luego extendió su mano—. Soy Felix. ¿Tú eres...?

—Minho —respondió él, estrechando la mano de Felix con cierta reticencia.

Felix se sentó sin invitación previa en la silla frente a Minho y comenzó a hablar sin parar, contándole todo sobre su primer día, lo emocionado que estaba por empezar secundaria y lo mucho que le gustaba conocer gente nueva.

—Y tú, Minho, ¿qué haces solo aquí? —preguntó Felix finalmente, después de una larga lista de anécdotas.

—Leo —respondió Minho simplemente, levantando el libro para enfatizar su punto.

—¡Ah, interesante! ¿Qué lees? —preguntó Felix, y sin esperar respuesta, tomó el libro y comenzó a hojearlo—. ¡Guau, parece complicado!

Minho no pudo evitar sentirse irritado, pero también había algo en la energía de Felix que le resultaba refrescante. Desde ese día, Felix decidió que Minho sería su amigo, y aunque al principio Minho lo encontró molesto, poco a poco comenzó a disfrutar de su compañía.

Pasaron los años y su amistad se fortaleció. A pesar de sus diferencias, había una comprensión tácita entre ellos. Felix siempre sabía cómo hacer reír a Minho, incluso cuando éste no quería admitirlo.

Una tarde, mientras paseaban por el parque, Felix no pudo evitar comentar:

—¡Eres muy serio! —exclamó con una sonrisa burlona.

Minho lo miró sin inmutarse. —¿Y?

Felix soltó una carcajada y le dio un suave golpe en el hombro. —Eso es lo que me gusta de ti. Siempre tan directo.

Minho negó con la cabeza, pero no pudo evitar que sus labios se curvaran ligeramente. No lo admitiría en voz alta, pero la presencia de Felix hacía sus días más brillantes. Aunque lo mantuviera oculto, Felix siempre lograba conquistar su corazón.

serio⠀;;⠀minlix⠀⠀/ᐠ - ˕ -マDonde viven las historias. Descúbrelo ahora