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El segundo año de secundaria empezó con la misma energía contagiosa de Felix y la misma seriedad reservada de Minho. A pesar de sus diferencias, su amistad se había convertido en algo natural para ambos.

Una tarde, después de las clases, Felix se acercó a Minho con una propuesta.

—Minho, ¿alguna vez has patinado? —preguntó Felix, con los ojos brillando de entusiasmo.

Minho levantó una ceja. —No, nunca he tenido interés.

Felix sonrió ampliamente. —¡Perfecto! Entonces, es hora de que lo pruebes. Vamos al parque, tengo un par de patines extra.

Antes de que Minho pudiera protestar, Felix ya lo estaba arrastrando hacia el parque cercano. Cuando llegaron, Felix sacó un par de patines viejos y se los ofreció a Minho.

—Póntelos, te enseñaré —dijo Felix, mientras él mismo se calzaba sus patines con una destreza evidente.

Minho miró los patines con desconfianza, pero finalmente se los puso, sintiéndose incómodo e inestable de inmediato.

—No es tan difícil —dijo Felix, extendiendo una mano para ayudar a Minho a ponerse de pie—. Solo tienes que encontrar tu equilibrio.

Minho intentó levantarse, pero sus piernas temblaban y apenas podía mantenerse en pie. Felix se rió suavemente y sostuvo a Minho firmemente.

—Vamos, confía en mí —dijo Felix, empezando a deslizarse suavemente, guiando a Minho con cuidado.

A medida que avanzaban, Minho comenzó a relajarse un poco. Aunque seguía tambaleándose, la firmeza de Felix le daba una sensación de seguridad. Después de unos minutos, Minho empezó a disfrutar del viento en su rostro y la sensación de libertad.

—¡Ves! No es tan difícil, ¿verdad? —gritó Felix, girando con gracia a su alrededor.

Minho no pudo evitar sonreír. —Sí, no está tan mal.

Pasaron la tarde patinando, riendo y, a veces, cayendo. Para Minho, fue una experiencia nueva y emocionante, pero lo que más le sorprendió fue cuánto disfrutó la compañía de Felix. La alegría de Felix era contagiosa, y Minho se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía completamente feliz.

Al caer la noche, se sentaron en un banco, exhaustos pero satisfechos.

—Gracias, Felix —dijo Minho, mirando al cielo—. No pensé que me gustaría patinar, pero lo disfruté mucho.

Felix sonrió, satisfecho. —Sabía que te gustaría. Solo necesitabas un pequeño empujón.

Minho miró a Felix y, por un momento, sus ojos se encontraron. Había algo en la mirada de Felix que hizo que el corazón de Minho latiera más rápido. Sin embargo, rápidamente apartó la mirada, incómodo con la intensidad del momento.

—Bueno, es hora de irse —dijo Minho, levantándose y quitándose los patines.

—Sí, mañana tenemos clases temprano —respondió Felix, imitando a Minho.

Mientras caminaban de regreso a casa, Minho no pudo evitar pensar en lo afortunado que era de tener a alguien como Felix en su vida. Aunque no siempre lo mostrara, Felix estaba empezando a ocupar un lugar especial en su corazón.

serio⠀;;⠀minlix⠀⠀/ᐠ - ˕ -マDonde viven las historias. Descúbrelo ahora