Han pasado algunas semanas desde la Guerra contra los asesinos de Hyoudou Issei. Durante este tiempo, las Facciones que conformaban la alianza comenzaron los preparativos para despedir a su querido Héroe. Las noticias de la caída del Dragón Emperador Rojo se extendieron por todo el Inframundo, el Cielo, el Reino Asgardiano y distintas Facciones.
Cada rincón de las mitologías conocian la historia del joven Dragón que habia luchado valientemente contra un gran enemigo, uno que ansiaba apoderarse del mundo sobrenatural y reclamar a las mujeres del joven Dragón como suyas. La conmoción y el dolor resonaban en todos los lugares, especialmente en el Inframundo, donde Issei había sido un símbolo de esperanza y poder.
En la mansión Gremory, durante estas semanas la atmósfera había sido pesada, cargada con una tristeza palpable que afectaba a todos los presentes. Cada rincón de la mansión reflejaba la pérdida, desde los pasillos en penumbra hasta las habitaciones silenciosas.
Rias, la líder del harem de Issei, con el corazón roto pero determinada a honrar la memoria de su amado, tomó el liederazgo en los preparativos. Se había pasado días sin dormir, organizando y planificando con ayuda de los líderes de la alianza cada detalle del funeral. Quería que todo fuera perfecto, un reflejo del amor y respeto que todos sentían por Issei. Junto a ella, Akeno coordinaba la decoración floral, eligiendo cuidadosamente cada flor que adornaría el lugar del descanso final de Issei.
Asia, con lágrimas en los ojos, preparaba una oración especial, mientras Xenovia y Irina pulían las espadas que colocarían junto al ataúd de Issei, símbolos de su valentía y determinación. Koneko y Kuroka trabajaban en silencio, creando amuletos de protección, que serían colocados dentro del ataúd, mientras Rossweisse diseñaba un sello protector para el lugar de descanso.
Le Fay, Ravel y Elmenhilde se encargaban de enviar invitaciones a todos aquellos que deseaban rendir homenaje a Issei, asegurándose de que cada persona importante recibiera la noticia a tiempo. Ingvild, con su voz angelical, practicaba una canción que cantaría durante la ceremonia, una melodía que reflejaba el amor y la tristeza que sentían.
Finalmente, Yasaka y Tiamat, preparaban rituales para asegurar que el espíritu de Issei encontrara la paz. Penemue, Gabriel y Roygun, cada una con su propia manera de expresar el duelo, ayudaban en los preparativos, ofreciendo consuelo y apoyo a quienes lo necesitaban.
El día del funeral llegó, y la ciudad entera parecía sumida en un luto profundo. El cielo artificial, normalmente claro estaba cubierto de nubes grises, como si incluso el clima lamentara la pérdida del Dragón Emperador Rojo. La procesión comenzó en la mansión Gremory, donde el cuerpo de Issei había sido velado. El ataúd, de un negro profundo con detalles dorados y rojos, que era cubierto con un manto rojo bordado con hilos de oro, descansaba en un carruaje tirado por caballos, decorados con cintas rojas y flores blancas.
Las mujeres que habían amado a Issei marchaban al frente, sus corazones pesados pero sus pasos firmes. Rias Gremory, con su rostro demacrado por el dolor y la pérdida, se encontraba al frente de la procesión. A su lado, Akeno Himejima, Asia Argento, Xenovia Quarta y las demás mujeres del harem de su amado, todas vestidas con hermosos vestidos negro, mostraban rostros sombríos y sus ojos llenos de lágrimas. Cada una de ellas llevaba en su corazón el peso de la ausencia de Issei, un vacío que parecía imposible de llenar.
La procesión avanzaba lentamente por las calles, una marcha solemne marcada por la presencia de una multitud en silencio. No se escuchaba un solo sonido salvo el suave murmullo del viento y el crujido de los pasos sobre el pavimento. El respeto y la admiración por Issei se reflejaban en cada rostro, en cada mirada perdida en el ataúd que avanzaba.
Los niños, fanáticos y seguidores del Oppai Dragon, observaban con inmensa tristeza cómo su héroe recorría las calles del Inframundo en su último adiós. Cada rincón del Inframundo estaba impregnado de un sentimiento de pérdida y duelo, una atmósfera pesada que hacía eco del vacío dejado por Issei. Las flores lanzadas al paso del ataúd caían como lágrimas silenciosas, adornando el camino con pétalos de diversos colores.