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Poseidón se levantó con presteza de su trono y todas nos apartamos lo máximo posible para que pudiera descender sin problema hasta toparse con el insólito invitado

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Poseidón se levantó con presteza de su trono y todas nos apartamos lo máximo posible para que pudiera descender sin problema hasta toparse con el insólito invitado. Nuestro señor le preguntó que hacía allí y enseguida éste le relató cómo antes había sido mortal, dedicándose a la pesca y como un día, al masticar unas hierbas, se volvió inmortal. Todas le escuchamos con fascinación, si bien, aunque era hábil en el uso de las palabras, su apariencia me resultó grotesca y poco agradable a la vista.

***

Todo el mundo estaba maravillado con el recién llegado y no dudaban en acercarse a él para sonsacarle todo acerca de su pasada vida como mortal. Él les respondía con paciencia y con el paso de varios días comencé a notar cómo exageraba y alteraba cada vez más su relato para impresionar a sus oyentes. Y lo que más me llegaba a sorprender es que aun así, algunas ninfas se dejaban seducir por él y embaucadas por sus palabras, no dudaban en unirse carnalmente a él.

— No es el más apuesto pero ya os digo, amigas, que es un amante muy complaciente— nos contó Béroe, una de las numerosas hijas de Nereo, en una ocasión en la que estábamos reunidas en los jardines de la señora de los mares.

Todas se rieron a carcajadas, menos yo, pues el hecho de imaginarme en la cama con Glauco me llegaba a producir nauseas.

— No compartes mi opinión, ¿verdad, Escila? — quiso saber Béroe.

Enseguida noté los ojos de sus hermanas posados en mí. Todas me miraban con una mezcla de curiosidad y cuestionamiento.

— No. Él me desagrada— me limité a decir.

Béroe abrió los ojos con sorpresa y posó sus manos sobre mis hombros.

— Podrías no ser tan dura con él, ¿no te parece?

Quise rebatirle inmediatamente pero no pude hacerlo porque Clímene, otra de sus hermanas, me golpeó con el codo para indicarme que Glauco no paraba de mirarme. Alcé la mirada y me encontré con sus ojos marrones y su extensa barba repleta de conchas marinas. Él movió la mano para saludarme y yo en su lugar me marché de allí ante la atónita mirada de las Nereidas y del mismo Glauco.

Enseguida escuché unos pasos detrás de mí y maldita sea se trataba de él.

— ¿Qué es lo que quieres? — inquirí con brusquedad.

— Yo... quería saludarte— musitó.

— Ya lo has hecho— repuse con más frialdad.

Fue después de ese momento cuando fui consciente por primera vez de que vivía en una preciosa jaula de oro. Porque sí, el palacio de Poseidón y Anfitrite era sin duda el lugar más bonito y grande en el que había estado jamás, pero al final en este palacio los rumores y cotilleos no tardaban en circular por cada rincón porque una de las cosas que tiene ser inmortal es que te aburres tanto que para sentirte mejor te tienes que meter en la vida de los demás. Escuché a algunas ninfas cuchichear que Glauco se proponía cortejarme y eso me asqueó tanto que por primera vez en mi vida emergí a la superficie.

Los últimos rayos del sol acariciaron mi piel y busqué durante un rato un lugar en el que tener intimidad. Ese lugar no tardó en aparecer ante mis ojos. Había una pequeña cala solitaria cuyas aguas que la bañaban eran las más cristalinas que vislumbré en toda mi vida. Una vez que me aseguré de que estaba sola, me desprendí de mi vestido y me sumergí en el agua. Al hacerlo me sentí muy bien y a partir de ese instante esa cala se convirtió en mi rincón secreto al que acudía cuando necesitaba soledad.

***

En los numerosos banquetes que celebraban Poseidón y Anfitrite, notaba posados en mí los ojos de Glauco, el cual me contemplaba como si fuera lo más bello que jamás había visto en su vida. Yo era consciente de ello y aun así, ignoraba de forma deliberada sus miradas y cualquier intento que tuviera de entablar conversación conmigo porque de forma inevitable mis ojos se posaban en Poseidón. Me sentía muy atraída y por mucho que deseara unirme a él, sabía que no me correspondía yacer con un olímpico si no era él el que me buscaba con dicho propósito. De modo que, me limitaba a comerle con los ojos cuando le pillaba desprevenido hablando con su esposa o con cualquier otro miembro de su corte.

Poseidón no parecía reparar en la forma en la que le miraba y eso en el fondo me dolía más de lo que podía admitir y mientras el dios olímpico me ignoraba, Glauco parecía ser incapaz de captar que no estaba interesada en él, lo cual me cabreaba cada vez más. En los sucesivos banquetes que tuvieron lugar siguió mirándome y en una ocasión llegó a seguirme por los intrincados pasillos del palacio, por suerte para mí uno de los guardias de los reyes, el cual había sido mi amante en un par de ocasiones, llegó hasta mí y le espantó antes de que intentara sobrepasarse conmigo.

Seguí visitando mi cala secreta cada día que transcurría y durante algunos momentos llegué a sentir que alguien me observaba, si bien, decidí darle la menor importancia.

Un día volví a visitar mi cala y no tardé en reparar en que otra vez alguien me estaba observando. Cansada de sentirme observada, decidí hacer frente a aquella misteriosa criatura que llevaba tiempo observándome. Completamente decidida salí de las aguas y cubrí lo mejor que pude mi cuerpo desnudo. Para mi desgracia, aquel que me observaba escondido era Glauco y tal y como había intuido, sabía que no era la primera vez que me vigilaba mientras me bañaba.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunté de muy malas formas.

Él avanzó con paso decidido y tomó una de mis manos entre las suyas.

— Escila, te amo desde que mis ojos se posaron en ti. Conviértete en mi esposa y seamos felices por el resto de la eternidad— me suplicó.

Retiré mi mano asqueada, le miré con gran furia y pensé que de haber sido una Gorgona le habría petrificado en el acto.

— Entérate de una vez, Glauco. No te amo y jamás estaría con un ser tan horrendo como tú— clamé con furia.

Él hizo una mueca y apesadumbrado se llevó la mano a su pecho. Irritada por su presencia, me marché de allí lo más rápido que pude mientras pensaba que mis palabras le habían desgarrado por dentro. 

Notas de la autora: 

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Notas de la autora: 

Glauco era un pescador, que un día masticó unas plantas mágicas y al hacerlo, se volvió inmortal.

Un dato curioso que os quería compartir es que el nombre de Escila puede significar o bien "la que desgarra" o bien "cachorro".  

Preguntas: ¿qué opináis sobre la personalidad de Escila? y, ¿creéis que ha sido muy cruel con Glauco?

Por último, recordad que me ayudáis mucho guardando esta historia en vuestras listas de lectura, compartiéndola con vuestros amigos e interactuando con ella todo lo posible💛


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