Capitulo 43

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Una semana de incesante búsqueda, de desvelo... una semana en la que se vio obligada a tratar con la peor escoria de la ciudad y a pagar de su propio bolsillo ciertas informaciones, la condujeron finalmente a ese sitio fuera de la ciudad.

Ante sus ojos se materializó una pequeña finca que, a juzgar por las malas condiciones en las que se hallaba, era evidente que desde hacía algún tiempo – podría jurar que poco más de un año – nadie ponía pie en aquel lugar. Aparcó el auto y descendió. Miró en derredor con circunspección y luego se dirigió hacia la construcción. No le fue difícil forzar la cerradura y, cuando entró, fue invadida por el nauseante hedor que envolvía la vivienda deshabitada. Inició a inspeccionar el sitio. No había fotos en los cuadros que reposaban en las repisas cubiertas de polvo y telarañas, pero en uno de los dos cuartos que había, encontró en el armario algunas ropas de hombre y mujer, por lo que no cabía duda que una joven pareja había habitado en aquel lugar.

Llegó luego a la cocina y el hedor era más fuerte. Se cubrió la nariz y la boca con una mano y atravesó el lugar sin respirar hasta salir por la puerta que halló. En el exterior encontró otra pequeña construcción, un depósito tal vez. La puerta estaba cerrada con un enorme candado, mas tomó un tubo de hierro que halló en una pila de cosas viejas y, con un poco de esfuerzo, logró abrirlo.

Efectivamente era un depósito. Había un par de máquinas de jardinería, piezas de auto, varios utensilios y... algo cubierto con una lona oscura en una esquina. La retiró, alzando una nube de polvo que la hizo toser y descubrió una moto bastante costosa, pero no fue la lujosa motocicleta lo que capturó su atención, no, fue el suelo donde estaba aparcada... era diferente al resto del pavimento del pequeño local, el cemento era un poco más claro y algo áspero... como si hubiera estado construido en un segundo momento...

Retiró completamente la lona y movió la moto del lugar. Permaneció algunos largos segundos observando con extrema atención el suelo donde se hallaba parada... y una extraña sonrisa se posó en sus labios al patear la superficie un par de veces y percatarse del sonido ahuecado...

«¡Te tengo!»

―¡Armstrong! ¡Te llamé varias veces al teléfono! ―el capitán se escuchaba molesto―. ¡Sabes que estás suspendida! Ahora explícame; ¡¿qué rayos fuiste a buscar al penal con el mayor Gutiérrez?! ¡¿Que no recuerdas por qué precisamente es que estás suspendida o qué?!

―Hola, Francisco, yo también te he extrañado ―respondió con sarcasmo y sonrió mientras tomaba asiento frente al viejo escritorio de su superior, quien a simple vista estaba a punto de tener una subida de tensión―. Lo sé, que no debí, lo sé que me suspendiste por ese caso; pero... ―sin más preámbulo tomó un file que sacó de su bolsa y lo lanzó sobre la mesa con una sonrisa de satisfacción en los labios―. ¡Checa esto!

―Como sea otra más de tus locuras te voy a suspender de manera indef... ―el capitán hizo silencio y mostró más atención al contenido de aquella carpeta.

Los segundos pasaban y Rebecca se mostraba impaciente, su corazón casi saltó fuera de su pecho al verlo alzar la vista del documento para incrustarla en ella.

―¿Cómo diablos conseguiste esto?

―Tengo mis métodos, le aseguro que sin meterme en problemas si es lo que le preocupa ―ella no podía dejar de sonreír.

¿Culpable? de Amarte (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora