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LA CIUDAD de Nueva York nunca duerme

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LA CIUDAD de Nueva York nunca duerme. Las luces de los rascacielos se encendían como centinelas Vigilantes mientras los habitantes caminaban apresurados, ajenos al peligro que acechaba en las sombras. Sam Carpenter observaba el caos desde la ventana de su pequeño apartamento en Brooklyn, con las manos temblorosas apretadas contra la taza de café. Las noches en Nueva York eran más tranquilas de lo que había esperado, pero esa calma solo servía para amplificar el eco de sus pesadillas.

Hacía un año desde que ella y Tara habían huido de Woodsboro, intentando reconstruir sus vidas en la ciudad. Pero por más que lo intentara, el recuerdo de Ghostface seguía presente. Aunque había cambiado de lugar, sus miedos se habían trasladado con ellas, y cada llamada desconocida o pasó en falso despertaba en Sam la misma paranoia. Sabía que la sombra de lo ocurrido no desaparecería tan fácilmente.

Tara, por su parte, parecía haber logrado avanzar. Ella estaba en la universidad, rodeada de nuevos amigos, intentando vivir como si su vida no hubiese sido destrozada por un psicópata enmascarado. Sam admiraba su fuerza pero también le preocupaba. Era como si Tara se negase a reconocer el peligro que aún las rondaba. Sam, en cambio, no podía permitirse bajar la guardia.

El sonido de un mensaje entrando rompió el silencio de la noche. Sam dejó su taza sobre la mesa y agarró el celular, era Tara, escribiendo desde una fiesta.

"Voy a quedarme en lo de Quinn esta noche. No me esperes despierta. :)"

Sam suspiró. Le molestaba que Tara saliera tan tarde, especialmente después de todo lo que habían vivido. Pero también sabía que no podía seguir sobreprotegiéndola. Ambas necesitaban espacio para sanar, aunque le costará admitirlo.

Justo cuando iba a responder, el celular vibró de nuevo. Un segundo mensaje, esta vez de un número desconocido.

"¿Recuerdas?"

Sam sintió un frío recorrerle la espalda. Observó el mensaje fijamente, como si sus ojos pudieran descubrir una trampa oculta en esas ocho letras. Su corazón latía rápido, y por un momento, no supo qué hacer. Los recuerdos de Woodsboro inundaron su mente: el sonido del teléfono, la risa distorsionada al otro lado, las heridas aún frescas que el tiempo no había logrado curar.

Antes de que pudiera responder, llegó otro mensaje.

"Pensaste que podrías escapar, pero yo siempre encuentro a los míos."

Un terror familiar la invadió. Sam se levantó rápidamente y comenzó a recorrer el departamento, asegurándose de que todas las ventanas estuvieran cerradas, las puertas aseguradas. El silencio que había sido reconfortante hace solo minutos ahora era sofocante. Sentía que alguien en algún lugar, la obrservaba.

Tomó el teléfono con manos temblorosas y escribió de vuelta.

"¿Quién eres?"

No hubo respuesta inmediata. Solo el silencio, ese silencio crecía como una sombra envolvente. Pero cuando la pantalla del celular volvió a encenderse, la respuesta era clara y aterradora.

"Sabes quién soy."

Un sonido proveniente de la puerta principal la hizo detenerse. El miedo se apoderó de ella de inmediato, pero respiró hondo y tomó un cuchillo de la cocina. Se acercó lentamente, escuchando cada crujido, cada pequeño sonido que parecía amplificarse en la quietud.

La puerta principal vibró de nuevo. Alguien estaba del otro lado, golpeando suavemente. Sam levantó el cuchillo con el corazón acelerado, y se acercó con pasos cautelosos.

Finalmente, cuando no pudo soportar la tensión más, abrió la puerta de golpe. Al otro lado, estaba Danny, su vecino del piso de arriba, con una expresión preocupada

— Hey, ¿todo bien? —preguntó él, alzando las manos al ver el cuchillo en la mano de Sam.

Sam bajó lentamente el cuchillo, tratando de calmarse. El aire pesado en su pecho no la dejaba pensar con claridad.

— Sí... sí, lo siento —murmuró, dejándose caer contra el marco de la puerta.

Escuché ruidos. Parecía que algo pasaba —Danny la observó con atención, preocupado.

No, está todo bien. Solo... tuve un mal rato. Lo siento por asustarte.

Danny asintió, aunque su mirada seguía siendo escéptica.

si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme — dijo antes de marcharse, echando una última mirada de advertencia.

Sam cerró la puerta con cuidado y se apoyó contra ella, tratando de controlar la respiración. El teléfono vibró de nuevo en su mano. Esta vez, no era un mensaje, sino una llamada de ese mismo número desconocido.

Su pulgar tembló sobre la pantalla antes de finalmente aceptar la llamada.

¿hola? —preguntó con voz temblorosa.

Al otro lado, solo silencio. Un silencio que duró lo suficiente como para que Sam sintiera que el aire a su alrededor se volvía más denso. Y luego, la voz que temía.

¿Lista para otra ronda, Sam? —susurró Ghostface, la voz distorsionada llenado el espacio

El teléfono cayó de sus manos, mientras el terror la inmovilizaba por completo, Ghostface había vuelto.

Y esta vez en Nueva York.

𝐄𝐂𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 - 𝐒𝐂𝐑𝐄𝐀𝐌 𝟔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora