Después de los brutales eventos en Woodsboro, Sam y Tara Carpenter intentan dejar atrás su traumático pasado en las bulliciosas calles de Nueva York. Pero la gran ciudad tiene sus propios secretos, y cuando una serie de asesinatos violentos comienza...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL DÍA siguiente amaneció frío y gris. Las nubes bajas sobre los edificios de la universidad añadían una sensación de claustrofobia, como si todo el campus estuviera bajo una constante vigilancia. Para Sam, el aire se sentía más denso, como si algo terrible fuera a suceder en cualquier momento. Después de la escena de Sabrina la noche anterior, no había podido sacudirse la sensación de que algo no estaba bien. Sabrina parecía asustada, sí, pero no todo encajaba.
Sam observó desde la ventana del dormitorio mientras Tara se preparaba para salir. La conversación con el detective O'leary y la amenaza constante de Ghostface la había mantenido en tensión durante días, pero ahora tenía un nuevo objetivo en mente: averiguar quién estaba mintiendo y quién era realmente su enemigo.
Afuera, en el campus, el bullicio de los estudiantes no hacía más que aumentar la sensación de aislamiento de Sam. Mientras se dirigía al punto de encuentro donde el grupo había acordado reunirse, sus pensamientos no dejaban de girar en torno a Sabrina. ¿Quién era realmente? ¿Podría ser ella la nueva Ghostface? Y si era así, ¿por qué fingir estar aterrada?
Cuando llegó al patio, ya estaban ahí algunos miembros del grupo: Tara, Chad, Anika, Quinn. Mindy y Ethan aún no habían llegado, pero Sabrina ya estaba allí, sentada en uno de los bancos, mirando al suelo, como si todavía estuviera procesando el miedo de la noche anterior.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó Sam, acercándose a ella con cautela.
Sabrina levantó la mirada, con los ojos aún enrojecidos, como si hubiera estando llorando. Se encogió de hombros.
— Me siento... como si nunca fuera a estar a salvo de nuevo —respondió con voz débil—. No puedo dejar de pensar en que Ghostface está detrás de mí, o de todos nosotros. No sé qué hacer.
— Nadie sabe —dijo Sam—. Pero te prometo que no vamos a dejar que te pase nada.
Sabrina sonrió, pero había algo en su sonrisa que no convencía a Sam del todo. Parecía demasiado controlada, demasiado precisa. Justo entonces, Ethan apareció en el patio, apurando el paso como si llegara tarde.
— Lo siento, chicos, me retrasé —dijo, con una expresión de disculpa que ya se había vuelto habitual en él. Siempre parecía estar un paso detrás del grupo, como si tratara de no destacar demasiado.
Sabrina lo miró fugazmente, y Sam captó el cruce de miradas entre ellos. No fue más que un segundo, un destello, pero para Sam fue suficiente para darse cuenta de algo. Aunque Ethan y Sabrina fingían no conocerse, había algo en esa mirada que sugería lo contrario.
— No hay problema —respondió Tara, siempre amable, intentado mantener la calma entre todos—. Solo estábamos esperando para hablar de lo que vamos a hacer ahora.