Capitulo 3

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Connor


—Hola, hermano mayor. —Levanto la mirada de mi laptop y me encuentro con la enorme sonrisa de mi hermana pequeña. Amelie es la viva imagen de mi madre. Lo juro, son como dos gotas de agua. Tiene el mismo pelo rizado y castaño, nariz pequeña y labios gruesos. Pero tiene los ojos verdes de papa.
Aparto la laptop y abro mis brazos ante ella. Pega un brinco y corre hacia mi estrellándose contra mi pecho. La envuelvo con mis brazos y hundo mi rostro entre sus rizos rebeldes. Le doy un suave beso y me separo de ella.
—¿Qué haces aquí? ¿terminaste tus clases temprano? —Consulto la hora en mi reloj y aun no es hora de su salida. La miro con suspicacia. Ella no debería de estar aquí a estas horas.
—Quizas…
—Amelie…
—Me tome la última clase del día libre. —Suspira dramáticamente sentándose en la silla frente a mi escritorio. —La profesora no dirá un carajo por saltarme sus clases porque sabe que yo mando en ese colegio y nadie me dice que no.
Sacudo la cabeza son una media sonrisa en los labios. Desde muy pequeña, mi hermana ha sido como una especie de reina en el colegio y trata a todos como sus súbditos. Incluidos la directora y los profesores. Por supuesto, mi padre ha colaborado en la actitud de reina de mi hermana.
Desde que Amelie nació, se convirtió en la luz de papa y nunca le ha dicho que no. Siempre se ha encargado personalmente de que se cumpla cada uno de los caprichos de mi hermana. Mama siempre le ha dicho a papa que ha malcriado demasiado a Amelie pero eso mi padre no logra entenderlo.
Amelie ha sabido desde pequeña que nuestra familia manda en este país y ha actuado como si fuera una reina. Me siento en mi puesto otra vez frente a ella.
—¿Papa sabe que estas aquí?
Ella pone los ojos en blanco dramáticamente.
—Preguntas como si no supieras bien que papa sigue cada uno de mis movimientos.
Tiene razón. Papa es extremadamente paranoico cuando se trata de la seguridad de Amelie. Ella tiene el doble de guardaespaldas que yo que no apartan su mirada de ella ni por un segundo. Algo que obviamente no le gusta. A pesar de tener solo dieciséis años y tras su actitud de reina, Amelie es de espíritu libre sin que nada ni nadie la dome. En ese aspecto se parece mucho a mama.
—De todos modos, estuve en su oficina antes de venir aquí.
—¿Y a que debo el honor de tu visita? —Me inclino hacia atrás en la silla y la miro con sospecha. Ella muy rara vez viene a la oficina. A ella no le gusta nada que tenga que ver con lo cooperativo. Ella es más artística. Ella ama el arte. Su gran pasión por el arte es algo que nuestros padres y yo apoyamos al cien por ciento.
Se muerde el labio inferior con nerviosismo y se, solo sé que no me gustará lo que dirá a continuación.
—Quería verte para pedirte que me ayudes en algo.
—¿En que necesitas mi ayuda? —Me pongo en modo alerta. Los planes y escapadas de Amelie siempre terminan mal.
—Quiero que me ayudes a asistir a la exposición de Pierre esta noche. Ya le pedí permiso a papa, pero no me dejo ir. Sabes que no deja salir sola. —Se inclina hacia adelante y toma mis manos con las suyas. —Pero si tú vas conmigo, de seguro me dejara ir. El cofia en ti.
Ya decía yo que se trataba de una escapada para esta noche.
—No lo sé Amelie, yo…
—Por favor Connor. Yo le prometí a Pierre que iría esta noche y no quiero fallarle. —Ella me mira con sus enormes ojos verdes de manera suplicantes y suspiro derrotado. Como papa, yo tampoco soy capaz de decirle que no a mi hermana. Simplemente no puedo. Y menos cuando me mira de ese modo.
Me pellizco el puente de la nariz.
—Es a las ocho en el White Cube.
Asiento con la cabeza.
—Está bien. Hablare con papa y le diré que iré contigo a la exposición esta noche. —Es solo una exposición de arte. No puede ser tan malo. Además, me vendría bien salir y despejar mi mente.
Amelie grita de alegría, se levanta de la silla de un brinco y corre hacia mi tirándose sobre mi regazo rodeándome el cuello con sus brazos como lo solía hacerlo cuando era una niña pequeña. La tomo entre mis brazos en un fuerte abrazos.
—Gracias Connor, sabía que podía contar contigo. —Se separa de mí y me da un beso en la mejilla. —Ya me tengo que ir. Tengo que hacer mis deberes del colegio y le prometí a mama ayudarla con la cena.
Observo a mi hermana salir de la oficina y regreso mi atención a mi laptop en donde tengo el informe de mi rayo de sol. Le pedí a Charlie, mi investigado privado que investigara a fondo a la mujer que ha estado consumiendo mis pensamientos desde hace más de seis meses desde aquella noche en el hotel.
Charlotte Evans
Releo el informe por tercera vez y sacudo la cabeza sin poder creer que siempre la tuve tan cerca. Me rasco la barbilla con una media sonrisa en los labios. es curioso como actúa el destino. Charlotte y yo estábamos a destinados a encontrarnos nuevamente y esta vez no la dejare escapar de mí. Ella es mía. Lo ha sido desde nuestro encuentro y aplastare a cualquier persona que se me interponga en el camino.
Seis meses. Pase seis meses obsesionado y consumido por el recuerdo de esa deliciosa mujer. Seis meses llenos de tortura pensando que jamás la volvería a ver, que jamás volvería a tenerla entre mis brazos. Seis soñando con ella y ahora nos hemos encontrado nuevamente
Levanto mi teléfono y llamo a mi secretaria. Contesta al primer timbre.
—¿En que lo puedo ayudar, señor Jones?
—Quiero que envíes un ramo de rosas a la señorita Charlotte….. al Luxury Apartments in Westminster. Ella vive allí. y asegúrate que el ramo les llegue hoy mismo. —Puedo escuchar como Laura toma nota a toda velocidad.
—Por supuesto. ¿Desea que el ramo lleve una nota en específico?
Sonrió de medio lado.
—Si. Quiero que diga: Encantado de volverte a encontrar, rayo de sol. Eso sería todo por ahora.
—Perfecto, ya me pongo en ello…
Cuelgo antes de que termine de hablar. En cuanto vea la nota sabrá que soy yo quien se las envía. Me encantaría estar presente para ver su reacción. Acaricio la pantalla de mi laptop donde tengo una foto ampliada de ella en un acto benéfico que se celebró hace un par de semanas atrás.
Muy pronto la tendré en mis manos nuevamente. Ahora que la encontré y se todo sobre ella, no descansare hasta tenerla y hacerla completamente mía. No le daré mas opción de someterse a mí. La consumiré de la misma manera en la que ella me ha consumido a mí.
Esa mujer será mía, aunque sea lo último que haga.
Cierro el informe y me pongo a trabajar.
Como le había prometido a mi hermana, llego a casa o mejor dicho, mansión de nuestros padres a la hora acordada. Estaciono el coche y salgo pasándome una mano por el pelo. En cuanto llego a la puerta principal, Mayo, la sirvienta, me abre la puerta con una enorme sonrisa en los labios.
—Buenas noches, joven Jones. —Me saluda cálidamente y yo le devuelvo el saludo con un suave apretón de manos.
—Buenas noches, Mayo. ¿Cómo…
—¡Hola mi niño! —Mama aparece como un torbellino y me rodea con sus brazos en un fuerte abrazo que me corta la circulación de oxígeno. Suelto una carcajada devolviéndole el abrazo enterrando mi cara en su cuello absorbiendo su maternal calidez.
—Hola mama. —Me separo de ella con cuidado y le doy un beso en la mejilla. —¿Cómo te fue con la edición de tu nuevo libro?
Ella sonríe aún más ampliamente.
—Perfecto. Nick ha hecho un trabajo increíble con el manuscrito y posiblemente estará listo la próxima semana.
—Eso suena genial. No puedo esperar a leerlo.
Papa, Amelie y yo siempre somos los primeros en leer los libros de mama y siempre le damos nuestra honesta opinión al respecto. Para mama es importante saber lo que pensamos sobre sus libros. Y nuestra opinión siempre se reduce en una sola palabra. Sublime. Mama es una increíble escritora y esa es la verdad. No por nada es una de las escritoras más vendidas y populares del momento.
—Te enviare el manuscrito la próxima semana en cuanto ya este editado. —Me aparta un mechón de pelo de la cara con mucha ternura. Le tomo la mano y le doy un beso en su muñeca, algo que ella ama que haga.
Miro a mi alrededor en busca de la pequeña diva.
—¿Y dónde está la malcriada de mi hermanita? Le dije que…
—¡Aquí estoy! —La pequeña diva aparece en lo alto de las escaleras con una enorme sonrisa en los labios. La miro de pies a cabeza. Esta vestida con un vestido elegante color negro de mangas largas de encaje que le llega hasta la mitad de sus muslos. Sus risos rebeldes le enmarcan la cara. Ella baja las escaleras a toda velocidad y salta sobre mí.
La atrapo entre mis brazos y le doy un beso en el pelo.
—Te ve encantadora, pequeña diva. —Le murmuro contra el pelo. Ella se aparta de mi con una sonrisa engreída en el rostro y da una vuelta completa para que la apreciemos mejor.
—Siempre me veo como una maldita reina porque lo soy. —Me quiña el ojo y yo sacudo la cabeza. Mi hermana no tiene remedio. Le rodeo los hombros con mi brazo.
—¿Ya estas lista? Debemos irnos ya si queremos llegar a tiempo. —Consulto la hora en mi reloj de mi muñeca. La exposición empieza en media hora.
Amelie revisa rápidamente su bolso Prada y asiente con la cabeza.
—Si, ya vámonos antes de que…
—No tan rápido. —Papa aparece de pronto saliendo de su estudio. Camina hacia nosotros y se coloca al lado de mama. Le rodea la cintura con su brazo y la pega a su cuerpo. Sus ojos brillan notoriamente cuando ven a mama como si mama fuera su luz y luego nos dirige a Amelie y a mí una mirada de advertencia. —No quiero que ninguno de los dos se metan en problemas esta noche.
Amelie resopla poniendo los ojos en blanco.
—La pequeña diva no se meterá en problemas, te lo aseguro. —Le prometo a papa y el me lanza una mirada severa.
—Papa, es una exhibición de arte, no una fiesta al estilo Proyecto X. —Su tono exasperante hace que papa arquee las cejas. Todos en esta casa sabemos que Amelie siempre hace de sus travesuras cada vez que puede sin importar el lugar u ocasión. Luego dirige su atención a mí.
—Amelie es tu responsabilidad esta noche. estoy confiando en que puedes cuidar de tu hermana.
—Lo hare. —Le doy un beso a mama en la mejilla y una palmada en el hombro a papa. Amelie se despide de nuestros padres y ambos salimos de la casa, pero no sin antes ver de reojo como papa toma a mama entre sus brazos y la lleva escaleras arriba a su habitación.
Entramos en mi coche y Amelie suelta un suspiro.
—A veces mama y papa pueden comportarse como dos adolescentes. —Se abrocha el cinturón de seguridad echándose el pelo hacia atrás con dramatismo. —No puedo esperar a conocer a un hombre digno que me trate como la reina que soy.
—No vuelvas a decir eso al frente de papa y mío. —Le advierto encendiendo el coche y saliendo de la propiedad de la casa. Papa matara al pobre bastardo que se atreva a tocar a su pequeña princesa. Y yo le ayudaría. Ningún hombre es digno de Amelie y le cortare el pene y las pelotas a aquel hombre que se atreva a tocar a mi hermanita.
Ella sacude la cabeza dirigiendo su mirada a la ventana.
—Tú y papa son unos exagerados. —Murmura, pero no le digo nada y me centro en la carretera frente a nosotros.
Veinte minutos después, finalmente llegamos al White Cube. Observo a nuestro alrededor y noto enseguida que el lugar está lleno de gente. Todos vistiendo elegantemente y charlando entre sí. Me estaciono en un lugar seguro y salgo del coche. Ayudo a Amelie a salir y veo como muchos de los invitados han dejado de charlar y de hacer sus cosas para observarnos con la boca abierta. Hago una mueca de disgusto. Creía que en este lugar estaría libre de las indeseadas atenciones. Pero ya veo que fui ingenuo al creerlo.
Amelie por otro lado, se coloca su bolso Prada sobre sus elegantes hombros y camina hacia el museo como una maldita reina adueñándose completamente del lugar y de la atención de todos. Sonrío ampliamente sacudiendo la cabeza siguiendo a mi hermana. Este es el efecto que mi hermana causa a donde sea que ella vaya. Captura la atención de todos a su alrededor y ella ama cada segundo de ello.
Pasamos junto a varias personas que nos miran sorprendidos y murmurando entre ellos y logramos entrar al museo que esta igual de atestado de personas. miro a mi alrededor y me centro por un segundo en las obras minimalistas que cuelgan de las paredes blancas. No soy tan experto en el arte como mi hermana, pero hasta yo reconozco que las obras son muy buenas.
—La exhibición de Pierre esta por aquí, vamos. —Amelie me toma de la mano y me guía por el museo hasta que logro ver a su amigo desde lejos. Ella me suelta la mano y enseguida corre hacia él. El chico la mira enseguida y abre sus brazos en donde mi hermana se lanza y la rodea con ellos.
Me acerco a ellos con pasos lentos.
—Por un segundo creí que no vendrías. —El la suelta del abrazo arqueando las cejas sorprendido de que mi hermana haya logrado venir esta noche. —Creí que tu padre no re dejaría venir.
Amelie hace una mueca.
—Al principio se negó, pero pude convencerlo de que me dejara ir si trajera a mi hermano como mi chaperón. —Ella se coloca a mi lado y me da palmaditas en el hombro. Su amigo me mira como si fuera algo comestible.
—Oh sí. Ya veo que trajiste al guapo de tu hermano. —Se para frente a mi cruzándose de brazos y mordiéndose el labio inferior. —No sabía que te apasionaba el arte.
—No lo hace. —Murmuro ya arrepintiéndome de haber venido.
Amelie suelta una carcajada ante mi incomodidad y toma a su mejor amigo del brazo.
—Ya deja a mi hermano en paz y mejor cuéntame como ha ido la exposición. —Suspiro aliviado al ver como ambos se embarcan en una conversación de arte y de chismes y me dejan tranquilo.
Afortunadamente, el resto de la noche pasa sin ningún incidente. Para mi sorpresa, Amelie cumplió su palabra y se ha comportado perfectamente bien. No se ha despegado de mi lado en toda la noche y ha sido ella la que me ha explicado sobre el arte minimalista como si fuera una profesora de arte, cosa que me hace sonreír de orgullo. Hemos visto un par de obras y charlado con sus artistas. Amelie inmediatamente se hace amiga de algunos de ellos e incluso intercambian sus números de teléfono para estar en contacto.
—¿Sabes? Creo que deberíamos… —Mi voz se apaga y me quedo petrificado en donde estoy al ver a la persona que está a unos cuantos pasos de nosotros.
Charlotte.
Esta charlando animadamente con un hombre no más mayor que yo con apariencia de hípster pobre. No puedo apartar la mirada de ella. Va vestida con un impresionante vestido rojo ajustado sin mangas que le llega hasta las rodillas y tacones del mismo color. Su profundo escote acentúa sus perfectos senos. Su pelo rubio cae a un lado de su cuello en suaves ondas.
Se ve increíble. Ella es increíble.
—¿La conoces? —La voz de Amelie me trae a la realidad y veo que ella también está observando a Charlotte con una expresión que no sabría descifrar.
Estas son malas noticias.
Amo a mi hermana con todo mi ser, pero siempre la mantengo alejada de las mujeres que me interesan o con las que me involucro. ¿La razón? Siempre las intimida con el vago pretexto de que no son lo suficientemente buenas para mí.
—No mucho. Recién la conocí hace un par de semanas cuando papa me llevo a una de sus reuniones de negocios. Ella es la hija de Michael Evans, uno de los socios de papa. —Técnicamente es la verdad. No pienso decirle a mi hermana que conocí a Charlotte en una noche de sexo.
—Ya veo. —Sonríe malignamente. —Entonces creo que deberíamos ir a saludarla.
—Amelie, ni se te ocurra… —Pero antes de que pueda detenerla, ella casi corre hacia Charlotte. La sigo maldiciendo en voz baja. Ahora que ha notada que tengo mi atención en Charlotte, no lo dejara pasar.
Charlotte nota nuestra presencia y cuando sus ojos como el océano se posan en mí, puedo ver como su cuerpo se tensa y se pone muy nerviosa.
—Hola, Charlotte, soy Amelie. —Extiende su mano hacia Charlotte y ella la mira con curiosidad. —Escuche que nuestros padres son grandes socios. —Señala entre ella y yo con su otra mano.
Charlotte le estrecha la mano a mi hermana con una sonrisa. ¿Acaso veo alivio en su rostro? Interesante.
—Oh, te debes ser hermana de Connor. Encantada de conocerte.
Amelie sonríe ampliamente con una sonrisa orgullosa en su rostro.
—Igualmente. Aunque no esperes que hable sobre los negocios de nuestros padres contigo. Créeme, mis afines van en otra dirección.
Charlotte suelta una carcajada que suena como el maldito canto de una sirena.
—Me alegra escuchar eso. Hablar de negocios todo el tiempo es un poco aburrido.
Amelie suelta un resoplido.
—Lo sé. Por suerte está mi hermano para eso. —Saca su teléfono de su bolso y mira la pantalla con el ceño fruncido. —Tengo que regresar donde Pierre. Me necesita. —Se dirige a mí con un brillo sospechoso en sus ojos. —No tardare mucho, lo prometo. —Se marcha a toda velocidad donde está su amigo.
—Tu hermana es encantadora.
—Sí, cuando quiere serlo. —Despego la mirada de mi hermana y me giro hacia Charlotte que me está mirando con fuego en sus ojos.
—No sabía que te gustaba el arte. —Arquea las cejas cruzándose de brazos sobre su pecho haciendo que sus increíbles senos se levanten notoriamente.
—A mí no. A mi hermana. Solo vine aquí para acompañarla. —La miro con curiosidad y al hípster que está detrás de ella observándonos con atención. —Yo tampoco te veía como una amante del arte, rayo de sol.
—Hay muchas cosas que no sabes sobre mí. —Se encoge de hombros con una sonrisa pícara en el rostro. —Y que nunca sabrás.
Conque nunca sabré, ¿eh?
Esta mujer aún no tiene la menor idea de nada. Doy un paso hacia ella hasta que nuestros cuerpos quedan casi pegados el uno con el otro. Estiro mi mano y le aparto un mechón de pelo tras la oreja.
—Se muchas cosas sobre ti y planeo conocer muchas otras cosas más. —Esto es un hecho. Si cree que la dejare ir después de haberla encontrado nuevamente entonces me subestima y no tiene idea de lo que yo puedo ser capaz para tenerla a mi lado. No habrá lugar en el mundo en donde no la encuentre.
Toma mi mano y la aparta.
—Nunca he permitido que las personas se me metan tras mi piel y ti no serás el primero. —Se da la vuelta dándome la vuelta para regresar a su amigo, pero la detengo tomando del codo con fuerza y la empujo hacia mi otra vez.
—¿Tienes planes para después de la exhibición? —Ignoro completamente su comentario. Pronto, muy pronto, me meteré bajo la piel de esta preciosa mujer sin importar que.
Ella me mira con curiosidad sin decidir que decir.
—No, no tengo planes para después de esta exhibición.
—Pues ahora ya los tienes.
Ella arquea las cejas con una mueca divertida en su rostro.
—¿Y esos serian…?
—Llevare a mi hermana a casa y luego te recogeré para llevarte a un lugar especial. —Antes de que tenga la oportunidad de negarse, le doy un rápido beso en los labios. —Nos vemos más tarde. —Le quiño el ojo y me dirijo hacia Amelie que está charlando animadamente con su amigo. Ella me ve y hace una mueca.
—Por favor dime que aún no nos vamos. —Se acerca un paso a mi
—Sí, tengo planes y ya es hora de que te lleve a casa. —Miro a mi alrededor y veo que algunos artistas ya se han marchado. La exposición está por cerrar. —De todos modos, la exposición ya ha terminado.
—Sí, pero tenía la esperanza de pasar más tiempo con Pierre. —Me mira con ojos suplicantes y yo niego con la cabeza.
—Lo siento Amelie, pero tengo que llevarte ya a casa. No puedo dejarte sola por las calles a estas horas.
Abre la boca para protestar, pero la cierra de inmediato porque sabe que tengo la razón. Nuestros padres me matarían por dejarla sola a estas horas de la noche y, de todos modos, ella vino en mi coche y no hay manera en el infierno en que la deje subirse a un Uber sola hasta casa. Suelta un suspiro derrotado y se gira hacia su amigo.
—Hablaremos mañana Pierre. —Le da un fuerte abrazo. —Muchas felicidades por el éxito de esta noche. Te lo mereces, perra.
Pierre suelta una carcajada y le alborota el pelo juguetonamente.
—Gracias amor. Nos hablamos mañana.
Se dan un último abrazo y salimos del museo. La fría brisa de la noche nos golpea y a mi lado Amelie se estremece notablemente. Me quito mi chaqueta y se colocó sobre sus hombros. Algunas personas que aún están aquí nos miran con los ojos abiertos sorprendidos cuando pasamos a su lado.
Llegamos al coche rápidamente y le abro la puerta a Amelie para que entre primero.
—Entonces, tus planes para esta noche no tendrán algo que ver con Charlotte, ¿cierto?
Enciendo el coche lanzándole una mirada de advertencia. No le contesto porque es demasiado obvio y no tiene sentido mentirle. Ella pone los ojos en blanco resoplando mirando hacia la ventana.
—No puedo creer que me prives de estar con mi mejor amigo solo porque tú te iras a tener sexo con la hija del socio de papa.
—Amelie…
—Como sea, creo que tu también le gustas mucho. Lo note por cómo te miraba. Y mi intuición nunca falla, hermanito.

Dulce LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora