Capitulo 4

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Charlotte

—Así que, ¿ahora estas teniendo una aventura con el hombre más codiciado por toda la Unión Europea? Debo admitir que tienes buen gusto. —Me giro hacia la voz de Jonah.
Lo fulmino con la mirada.
—No estoy teniendo una aventura con él. —Entrecierro los ojos. —¿Y ya lo conocías?
Pone los ojos en blanco.
—Nena, toda Europa sabe sobre él. —Da un paso hacia mí. —Y por los rumores que he oído, dicen que es todo un casanova. —Me lanza una mirada que me hace sonrojar y me aclaro la garganta acomodándome el bolso sobre mis hombros.
—La vida de ese hombre no es asunto mío.
Su sonrisa se amplia.
—Perra, casi te desmayas cuando él y su hermana se acercaron a ti hace unos segundos. Es más que obvio que ese hombre te afecta más de lo que quieres admitir.
—Sera mejor que me marche ya, mi chofer no tardará en llegar. —Doy por finalizada la conversación. Por alguna razón inexplicable, no quiero continuar con esta conversación. —Felicidades por la exposición de esta noche. —Le doy un beso en la mejilla a modo de despedida y el me mira con las cejas arqueadas.
—Gracias por venir, hermosa. Espero que el junior te haga pasar una buena velada. —Mueve sus caderas vulgarmente y yo le enseño el dedo medio antes de darme la vuelta y marcharme.
Imbécil.
Salgo hacia la fría noche y me acomodo mi abrigo Fendi sobre mis hombros. Miro a mi alrededor y no veo a mi amado chofer por ningún lado. Miro la hora en mi teléfono y veo que solo son las 9 de la noche. Le envío un texto rápido para indicarle que salí de la exposición más temprano de lo planeado.
Guardo el teléfono y saco mi paquete de cigarrillos. Tomo uno y lo enciendo llevándomelo a los labios. Doy una larga calada cerrando los ojos por unos segundos y Connor y su encantadora hermana vienen a mi mente. No puedo evitar sonreír al recordar a Amelie. Ame a esa chica. Es encantadora. Nada como el imbécil de su hermano.
Expulso el humo abriendo los ojos. ¿A qué se refería Connor con que buscaría? No él sabe dónde vivo, ¿verdad? eso es imposible. Doy otra calada profunda a mi cigarrillo tratando de relajarme. No hay manera de que él sepa donde vivo, por lo tanto, no me ira a buscar a mi apartamento. Sacudo la cabeza sacándome estos pensamientos de la cabeza. Expulso el humo por mis labios y nariz y con alivio veo a Alfred acercarse con el coche. Tiro el resto de mi cigarrillo al suelo expulsando el humo. Alfred se estaciona frente a mí, sale del coche y le ofrezco una sonrisa a modo de saludo. 
—Buenas noches, señorita. —Inclina ligeramente la cabeza abriéndome la puerta del coche. 
—Buenas noches, Alfred. —Entro a toda prisa en busca de un poco de calor en el asiento trasero.  Alfred cierra la puerta y se apresura a sentarse a mi lado.
—¿Cómo estuvo la exposición, señorita? —Arranca el coche y salimos del museo adentrándonos al espantoso tráfico de la noche.
Suelto un suspiro.
—Estuvo muy bien.  Las pinturas son exquisitas.  —La exposición de esta noche estuvo increíble y me encantaría comprar una o dos pinturas para decorar mi apartamento.
Alfred asiente sin apartar la mirada de la carretera.
—¿A qué hora desea que la recoja el día de mañana? —Me mira a través del espejo retrovisor.
Lo medito por unos instantes. Casi me había olvidado que quede mañana con Ashley para tomar el almuerzo juntas en el restaurante de sus padres. Luego tengo una reunión con la decana de Oxford y eso sería todo. No necesito a Alfred el día de mañana.
—Tomate el día de mañana libre para que lo pases con tu familia. —Me mira sin comprender nada. —Mañana solo tengo que hacer pocas diligencias. Estaré bien, no te preocupes.
El no parece muy convencido, pero se queda callado y no me discute y se enfoca en la carretera frente a él. Suelto un suspiro colocando mi cabeza contra la ventana observando la ciudad pasar antes mis ojos. Es hermosa con la luz de la luna y de los faroles iluminando las calles.
Veinte minutos después, Alfred se estaciona frente al lujoso edificio donde tengo mi apartamento y me abre la puerta con un leve asentimiento de cabeza.
—Si ya no me necesita más, guardare su coche en su estacionamiento privado y me marchare.
Asiento con la cabeza y le doy una palmadita en el hombro.
—Por supuesto. Ve y descansa. —Le quiño el ojo. —Por favor mándale u abrazo a tu mujer y un beso a tu pequeña de mi parte. —Su rostro se dulcifica en cuanto menciono a su esposa y a su adorable hija.
—Gracias señorita, lo hare.
Me giro y entro en el edificio. En cuanto lo hago, la mirada del asqueroso pervertido del portero cae sobre mí. Pongo los ojos en blanco y sigo caminando hacia el ascensor en entro junto con una mujer que vie varios pisos debajo que yo. No me molesto en entablar conversación con ella. No soy de las que hablan con personas que no me interesan.
Presiono el botón de mi piso y empezamos a movernos rápidamente. Dos minutos después, el ascensor se detiene en mi piso y salgo soltando un resoplido de alivio. Entro en mi apartamento y el silencio del lugar me inunda los oídos. Entro en mi habitación quitándome los tacones de una patada y me dejo caer sobre mi cama.
Vaya noche.
Estaba teniendo una agradable noche en la exposición hasta que apareció Connor. Solo basto su presencia para cambiarlo todo. Nunca espere verlo esta noche en el museo y allí esta eclipsándolo todo. Jamás admitiré esto frente a él, pero, Connor tiene una presencia que eclipsa todo a su alrededor.
Y lo odio por eso.
No quiero que ese imbécil me afecte hasta al punto de olvidarme de todo excepto el. Jamás había permitido que un hombre me afectara de esa manera y Connor no será el primero. Me niego a darle ese poder o cualquier otro sobre mí. Si lo hago, estaré acabada porque Connor no dudara en comerme viva y…
El teléfono principal del apartamento empieza sonar de pronto y yo me incorporo de la cama con el ceño fruncido. ¿Quién carajos llama a estas horas de la noche? mis padres y tambien Ashley siempre me llaman directamente a mi celular. Corro hacia el teléfono y lo descuelgo.
—¿Hola?
—Buenas noches, señorita Evans. Lamento mucho molestarla a estas horas de la noche. —La voz del conserje del edificio suena realmente nervioso tras la línea y me pongo tensa. Él nunca me llama al menos que se trate de algo muy importante.
—Está bien, ¿Qué ocurre?
El conserje se aclara la garganta sonoramente y siento que estoy perdiendo la paciencia.
—Aquí en el lobi hay un hombre joven que pregunta por usted y dice que se niega a marcharse sin antes verla.
Mi cuerpo se paraliza.
No. No puede ser él.
Es imposible.
—¿Y cuál es el nombre de ese hombre? —Mi voz es un hilo y odio como me escucho. Me remuevo inquieta sintiendo como mi respiración se vuelve más pesada a cada segundo.
—Su nombre es Connor Jones.
Doy un paso hacia atrás pasándome una mano por el pelo.
¿Cómo diablos ese imbécil supo mi dirección? El y no tenemos conocidos que le hayan dado mi dirección a aparte de mi madre y padre y ellos jamás le dirían a el mi dirección. No puedo creer que el de verdad haya venido a buscarme. Debería pedirle a seguridad que lo echen del edificio y que no lo dejen entrar. Eso sería lo que una mujer normal haría en esta situación, pero, ¿realmente quiero que lo echen?
—¿Señorita? —La voz nerviosa del conserje me trae de regreso y sacudo la cabeza. —¿Qué…
—Déjenlo subir. —No puedo creer la estupidez que acabo de decir.
—¿Esta segura, señorita? —La voz del conserje suena indecisa y preocupada.
—Si. —Es todo lo que contesto y cuelgo.
¿Qué si estoy segura? La verdad no sabría responder a esa pregunta, pero gran parte de mi quiere verlo. Y sé que con Connor en el mapa esta noche promete mucho.
Regreso a mi habitación e inspecciono mi aspecto en el enorme espejo de cuerpo completo. Mi maquillaje aún sigue impecable pero mi cabello está un poco desordenado. Tomo mi cepillo y me peino rápidamente. Me coloco un poco de brillo labial y me siento satisfecha con mi aspecto. Bueno, siempre me siento satisfecha con mi aspecto. Excepto en las mañanas. Me muerdo el labio inferior pasándome una mano por el pelo y de pronto el timbre de mi puerta suena.
Sonrío malignamente. Si ese hijo de puta cree que le pondré las cosas fáciles esta noche, no tiene idea de lo que le espera. Con una última revisión a mi aspecto salgo de mi habitación hasta el vestíbulo y al abrir la puerta, allí aparece Connor con la sonrisa más sexy que jamás haya visto.
Joder.
Ha de admitir que cada vez que veo a este hombre lo encuentro más atractivo. ¿Es eso posible?
—No creí que tu obsesión hacia mi te llevara al punto de acosarme e investigar a donde vivo? —Estoy bastante segura de que me investigo hasta mi horario de ir al baño. Así fue como consiguió mi dirección.
Él se encoge de hombros entrando a mi apartamento mirando el interior con atención.
—Yo siempre investigo lo que me pertenece. —Camina por todo el apartamento como si fuera de él.
¿Pero qué carajos?
—No te pertenezco, Connor. —Lo sigo hasta mi habitación y lo encuentro tocando mis cosas de mi mesita de noche. Él se gira hacia mí con las cejas arqueadas y da dos pasos hasta quedar frente a mí. me toma de la cintura y me jala con fuerza hacia el hasta que nuestros cuerpos quedan totalmente pegados.
—¿Y si te tiro sobre esa cama justo ahora y te follo hasta que supliques para demostrarte a quien perteneces, rayo de sol? —Susurra contra mis labios sin tocarlos.
Mis entrañas se retuercen de manera deliciosa ante lo sensual de su voz y tengo que usar mi autocontrol para no demostrarle al imbécil lo que ha afectado sus palabras. Tengo que calmarme o juro por Dios que seré yo quien lo tire a la cama y lo folle. Le doy un manotazo en el pecho tratando de alejarme, pero el aprieta su agarre y se me hace casi imposible librarme.
—Connor…
—No te preocupes, princesa de hielo, no pretendo follarte. Por ahora. —Me quiña el ojo y por fin me suelta.
Doy un paso atrás cruzándome de brazos.
—¿Exactamente para que estas aquí?
—Ya te lo dije en el museo, amor, pienso llevarte a un lugar especial. —Me mira de pies a cabeza. —¿Ya estas lista?
Me cruzo de brazos sobre el pecho.
—¿Y a donde piensas llevarme? —Lo miro con las cejas arqueadas cuando veo que su sonrisa se amplia de una manera maligna.
Creo que no debí haber hecho esa pregunta.
—Esa es una sorpresa. —Extiende su mano hacia mí. —¿Confías en mí?
Miro su mano por unos segundos y la tomo. Por el amor de Dios, este hombre me investigo y sé que no debería de confiar en el después de eso, pero por lago razón muy estúpida, lo hago. Confió en el. El entrelaza sus dedos con los míos y salimos de mi apartamento. Salimos del edificio bajo la atenta mirada del asqueroso conserje y llegamos hasta el lujoso Tesla personalizado de Connor. Me abre la puerta y entro rápidamente seguida por él.
Me giro hacia el viendo como enciende el coche.
—Solo por curiosidad, ¿Qué demonios le dijiste al pobre recepcionista para que estuviera tan nervioso? —El recepcionista se escuchaba como si estuviera a punto de orinarse en los pantalones.
—Solo le dije mi nombre. Solo eso basta para hacer temblar a cualquiera. —Se encoge de hombros como si nada adentrándose en el tráfico de la noche.
—Eres el ser más prepotente que he conocido. —Murmuro en voz baja y eso lo hace reír a carcajadas.
—Me siento honrado de escucharlo, rayo de sol. —Estira una de sus manos y tomo mi muslo desnudo haciéndome pegar un brinco sobre el asiento. Tomo su mano y trato de apartarla de mi muslo, pero eso solo provoca que me tome el muslo con más fuerza.
—Connor. —Lo reprendo con los dientes apretados. Está conduciendo, por el amor de Dios. No debería estar provocándome de esa manera. trato de quitarle la mano de mi muslo, pero la aprieta aún más fuerte y creo que me dejara marcas.
—Nada ni nadie me impide tocar lo que me pertenece. —Me mira por unos segundos y puedo ver furia en sus ojos.
¿Pero qué demonios…?
—No soy tuya.
Su mirada se oscurece con furia hasta el punto en el que el negro casi absorbe el precioso gris de sus iris.
—Vuelve a decir eso y te follare frente a todos solo para demostrar a quien perteneces, muñeca de hielo.
Aprieto los dientes.
—No te atreverías…
—Haría cualquier cosa para demostrar que eres mía. No le temo al exhibicionismo. —Me quiña el ojo de manera presuntuosa y me dan ganas de abofetearlo en su rostro perfecto.
Pero que imbécil.
Sacudo la cabeza y me concentro en la vista que pasa a toda velocidad frente a mí.
—¿A dónde me llevas? —Trato de reconocer el área en donde estamos, pero no lo hago. Frunzo el ceño. No creí que hubiera un área en esta ciudad que yo no reconocería. —No recuerdo haber venido por aquí antes.
—Eso es porque esta área es nueva y exclusiva. La inauguraron hace un par de semanas atrás.
—Ya veo. —Murmuro viendo como Connor se estaciona frente a un lujoso restaurante llamado Alain Ducasse.
Connor sale del coche y corre hacia mi lado abriéndome la puerta y ayudándome a salir del coche. Él me toma de la mano y entramos al restaurante. Arqueo las cejas al ver el interior del lugar. Es bonito. Muy bonito y acogedor. Noto que hay pocas personas aquí lo que me indica que este restaurante es muy exclusivo a juzgar por las personas aquí. Un joven mesero se nos acerca con una sonrisa ensayada.
—Sean bienvenidos al Alain Ducasse, ¿tienen reservación para esta noche? —Nos mira intercaladamente a Connor y a mi esperando nuestra respuesta.
—Connor Jones. —Se limita a contestar Connor y el pobre mesero abre los ojos como platos y creo que está a punto de desmayarse. El hombre está sudando y se mueve nerviosamente.
—Por supuesto, señor Jones. Acompáñenme, los llevare a su mesa. —Se gira y empieza caminar a través de restaurante. Lo seguimos hasta un área vip que está rodeada por una fina cortina plateada en forma circular sostenida desde el techo y cae hasta el piso. Da la impresión de ver una pequeña cascada de plata. El mesero toma la silla para abrirla para mí pero Connor se le adelanta y aparta la silla para mí.
Tomo asiento seguida por Connor.
—Tráiganos la carta más lujosa de vino y de platos. —Su tono arrogante pone aún más nervioso al pobre mesero que sale casi corriendo para seguir las ordenes de Connor.
—Deja de intimar a nuestro mesero o al final de la noche tendrá un ataque cardiaco.
Connor pone los ojos en blanco.
—Soy un líder, muñeca de hielo, intimidar a otras personas está en mis venas. —Me toma la mano sobre la mesa y me da un suave beso en los nudillos.
—Eres un prepotente. —Sacudo la cabeza son una sonrisa en los labios. He conocido hombres prepotentes en mi vida, pero Connor es otro nivel.
—Y a ti te encanta mi prepotencia.
—Yo no…
—Aquí tienen la carta de la noche. —El mesero aparece de pronto con una sonrisa tensa en los labios y las cartas en su mano. Aparto mi mano de los labios de Connor aclarándome la garganta. El mesero nos ofrece las cartas y Connor las toma lanzándole una mirada severa. —En dos minutos vendré para tomarles la orden. —Asiente con la cabeza y se marcha hacia otra mesa para atender a otra pareja.
Bajo la mitrada e inspecciono el menú en mis manos. Todo se ve reamente delicioso.
—Se me antoja mucho el Lobster medallion, chicken quenelles. Se ve increíble. —Murmuro sin apartar la mirada del menú.
—Tu sí que te ves increíble.
Levanto la mirada del menú y me sorprendo al ver que Connor me está observando con una mirada tan intensa que me hace empequeñecer en mi asiento. El no solo me está observando. Él me está comiendo con su mirada
—¿Y qué deseas cenar? —Trato de desviar la atención hacia la cena.
—A ti.
—Connor…
—Como plato principal quiero Périgord truffle and homemade semolina pasta y como postre, tu coño.
Siento como todo el cuerpo se me calienta y sé que mi rostro esta rojo. Miro hacia la pareja que está a unos cuantos pasos de nosotros para asegurarme de que no hayan escuchado a Connor. Me giro hacia el nuevamente fulminándolo con la mirada.
—Deja de decir estupideces. —Lo amenazo con dureza. —El único postre que tendrás esta noche es una patada en los huevos.
El arquea las cejas y se inclina hacia mi colocando sus codos sobre la mesa.
—¿Es eso un reto, muñeca de hielo?
—Tómatelo como quieras.
Tuerce los labios en una sonrisa maligna.
—Nunca debiste retarme, princesa de hielo.
Sorprendentemente el resto de la cena fue agradable. Realmente agradable. Tras esa fachada de imbécil, Connor es un hombre muy interesante y no el junior caprichoso que creí al principio. Es un hombre que, a pesar de su joven edad, ha recorrido el mundo y sabe cómo funciona.
Ambos charlamos un poco sobre nuestras vidas y familias. Al hablar sobre sus padres y hermana se nota la devoción que él tiene hacia ellos. Le hablo un poco sobre mi vida en el internado en Paris. No hablo de mi vida con nadie que no sea Ashley, pero, con Connor es muy natural hablar sobre mí.
Frunzo el ceño. No debería serlo. Np debería de estar contándole cosas sobre mi ida. Sacudo la cabeza para quitarme estos pensamientos de la mente y me aclaro la garganta.
—Si me disculpas, voy un segundo al baño. —Me levanto de la mesa y me dirijo a los baños de mujeres rápidamente.
Entro y me paro frente a los lavados. Me empapo las manos de agua y me las paso por el cuello en un intento de relajarme y bajar mi calentura. Por esto nunca me acerco demasiado a los hombres. Por esto solo me limito a sexo de una vez. Acercarse a una persona es muy peligroso. Sobre todo, si se trata de hombres. La última vez que confié en un hombre el…
No. No puedo permitir que ese hombre me siga afectando de esta manera. cierro los ojos con fuerza sacudiendo la cabeza. Basta Charlotte. No sigas por ahí. Respiro hondo un par de veces para tranquilizarme y al abrir los ojos pego un brinco al ver el reflejo del espejo.
¿Qué demonios…?
—¿Estas bien? —Connor da un paso hacia mí con el ceño fruncido lleno de preocupación. —Te vez un poco pálida. —Me acaricia las mejillas con mucha delicadeza y suspiro ante el suave contacto de nuestras pieles.
Asiento con la cabeza.
—Sí, estoy bien. No te preocupes. —Le doy una media sonrisa para tranquilizarlo, pero no funciona porque aún tiene el ceño fruncido. Joder, odio que las personas me vean de esta manera.
—Siempre me preocupare por ti, princesa de hielo. —Da otro paso hacia mi hasta que nuestros cuerpos están casi pegados. —Eso no lo dudes nunca.
Lo miro a los ojos y en ellos veo sinceridad.
—Te lo agradezco, pero de verdad estoy bien. No tienes que preocuparte por mí. —Me paso una mano por el pelo ya más tranquila. El me mira fijamente en busca de algún signo de inseguridad, pero me mantengo firme.
El asiente con la cabeza y me toma de la mano. Entrelaza nuestros dedos y me acaricia los nudillos con las yemas de sus dedos.
—Ven, vamos a otro lugar donde tengamos un poco más de privacidad. —Salimos del baño bajo la mirada atenta de una mujer que nos frunce el ceño.
—¿A dónde me llevas ahora?
—Ya lo veras. —Me quiña el ojo con una sonrisa traviesa y se, solo se que esta noche solo ha empezado para nosotros.

Dulce LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora