Se sucedieron días llenos de orgasmos uno tras otro, besos fugaces a escondidas y aulas vacías. Un borrón de felicidad, peligro y lujuria desenfrenada. La clave era no pensar. No pensar en nada. Ni en mi futuro como profesor y adulto, ni en lo que hacía. Y menos todavía en con quién lo hacía.
Cuando se acabó el castigo, Jungkook buscó otras formas de quedarse conmigo al salir de clase. Se podría decir que habíamos establecido una rutina en la que él venía a mi casa después de entrenar con el equipo del año siguiente.
Un sábado, cuando llevábamos tres semanas viéndonos, me alegré de que tuviera otros planes. Al final, reuní el valor suficiente para ordenar mis pensamientos y tratar de darle sentido a todo. Los Saints jugaban un partido amistoso contra los Kings de Sacramento. En teoría, podría haber ido a apoyar al equipo local y ver jugar a Jungkook, pero decidí no hacerlo. Me convenía más guardar las distancias con él y recordarme que lo nuestro era algo pasajero. Y a él, también.
Además, ya había hecho planes: esa noche había quedado con mis padres en un italiano en el centro de All Saints.
Al final, di un rodeo y me pasé por el campo de camino a Target para echar un vistazo. Traté de convencerme de que no lo hacía por Jungkook. El fútbol era importante en el instituto All Saints. Pero no importaba lo que me dijese, porque, cuando paré en el semáforo en rojo y miré al campo, busqué al número cuatro de inmediato. A Jeon Jungkook. El Playboy que hacía que se me encogiera el estómago como si estuviera en una montaña rusa. Al chico que parecía un hombre.
Y, por desgracia, al tío que llenaba el vacío de mi interior con algo más que morbo y un cuerpazo.
Estaba en la banda con las manos en la cintura y se mordía el protector bucal mientras asentía a algo que le decía el entrenador. Parecía distraído y, aunque no pretendía parecer osado, me gustaría creer que era porque pensaba en mí.
Hasta con la camiseta del equipo se le notaban los músculos.
Era preocupante. Debería haberlo sabido allí mismo solo con ver cómo sonreí para mis adentros, como si fuera mío. Como si esa criatura perfecta que chillaba a sus compañeros desde la banda y a la que se veía tan entusiasmado comiera de mi mano.
Lo miré hasta que me pitaron. Pisé el acelerador con demasiada fuerza y salí escopeteadl. Justo en ese momento, Jungkook giró la cabeza en mi dirección como si también hubiera oído el claxon.
Qué tontería. Era imposible que supiera que lo observaba. El estadio estaba lleno hasta la bandera, y los padres y los alumnos del instituto All Saints hablaban a voces de su equipo.
Pero eso no impidió que el cuello y las mejillas se me pusieran rojos.
Y así permanecieron el resto del día.
Durante la cena, mis padres me preguntaron cuándo me renovarían (¿nunca?), cuándo encontraría pareja (misma respuesta, pero, eh, había encontrado a un tío bueno que sabía comerlo de trece formas distintas), y por qué estaba tan colorado (véase la respuesta a la segunda pregunta).
La cena en sí no estuvo mal. La comida era deliciosa. Sin embargo, la compañía me hizo sentir como la mayor decepción a la que la humanidad debía enfrentarse.
Así era ser el hijo de Celia y Stewart Kim. En cuanto se desvaneció mi sueño de ser bailarin, su orgullo desapareció con él. No era buena en nada más, y supongo que ellos eran conscientes.
Se aseguraron de que no lo olvidara.
No era excusa para estar desmotivado y ser sarcástico, pero tampoco es que me dieran motivos para lo contrario.
De camino al coche, pasamos por la fuente que había en el centro de All Saints, frente a Liberty Park, hogar de un lago medio famoso y cisnes sorprendentemente agresivos. Los fines de semana siempre había adolescentes que tocaban música de mierda a todo volumen (supongo que esa era una de las razones por las que los cisnes eran propensos a atacar). Pero esa noche no. Esa noche reinaba una calma inquietante.
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Tentación
FanfictionYo era su profesor. Él, mi debilidad... Me llamo Kim Taehyung y debo confesar una cosa: estoy enamorado de Jeon Jungkook. Jungkook es mi alumno, pero nuestra relación ha sido consentida, y, aunque me hayan despedido, volvería a hacerlo. Una y...