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Para cuando Jungkook reclamó no solo mi cuerpo, sino también mi corazón, habían transcurrido seis semanas de ensueño. Como era de esperar, fue el día en que era la mudanza.

  Había encontrado un apartamento en un pequeño pueblo costero a las afueras de All Saints, así que hablé con un profesor para que me sustituyera ese día. Eso no impidió que la directora Jeon me recriminara la osadía de tomarme el día libre cuando mi puesto pendía de un hilo y mis clases iban con retraso respecto a lo que exigía el plan de estudios. Como ya me había pagado por el accidente de coche de Jungkook, volvía a ser la de siempre.

Puesto que no quería gastarme mucho dinero en la mudanza, decidí encargarme yo mismo de todo. Pasé la mañana yendo y viniendo de mi antiguo apartamento al nuevo, subiendo y bajando cajas por las escaleras. Sudaba y apestaba. Llevaba pantalones de chándal negros de la marca PINK y una camiseta sin mangas amarilla con la que se veía lo tonificado que tenía el abdomen. Si había un marido potencial esperándome en el lúgubre bloque al que me mudaba, pensaría que estaba cachondo. Y sin techo, seguramente.

  La tercera vez que volví a mi antiguo apartamento vi que Jungkook me esperaba en la puerta. Llevaba una camiseta sin mangas blanca y unos pantalones cortos de color caqui. De esos que le ceñían el culo como si dijeran: «Que te crees que vas a tocar tú esto, guarra».

  El corazón me dio un vuelco, lo que hizo que me doliera el alma. «Hasta que acabe el curso, ¿recuerdas?».

  —Tendrías que estar en clase —dije mientras pasaba por su lado y entraba en la casa. 

  Vale, sí, estaba pagando con él lo que me había recriminado su madre el día anterior, y no, no fui justo, pero no pude evitarlo. Esos días debía darme un respiro. Además, estaba haciendo campana. Todavía me preocupaba su educación. Y mucho.

—Creía que estabas enfermo —repuso con las manos en los bolsillos tras colarse en mi casa antes de que la puerta se cerrara—. Ni siquiera me dijiste que te mudabas hoy cuando quedamos ayer.

  —Viste las cajas.

  —Sí. Llevan ahí desde la primera vez que vine. No guardabas nada dentro. Pensaba que te mudabas aquí, no que te mudabas a otro sitio. ¿A qué viene esto?

  —Mi casero quiere quedarse con el apartamento, así que me he buscado otro. —Me encogí de hombros. 

  Me negué a entrar en detalles porque se suponía que estábamos juntos por diversión. No era necesario que supiera mi horario, aunque la mayoría de los días ambos sabíamos a la perfección dónde se encontraba el otro. Se le notaba en la voz que estaba dolido. No solo lo oí, lo sentí. Como un puñetazo en el estómago. Lo que hacíamos estaba mal. Tenía que saber que no nos debíamos nada.

  Jungkook suspiró y cambió de tema:

  —No importa. Estemos un rato juntos.

  —No puedes faltar a clase, Jungkook. Suspenderás. Aunque ya te hayan aceptado en la universidad, queda mal —insistí, y empecé a sacar ropa del armario. Iba a llevar algunas cajas más al coche, pero no quería que me viera chorreando de sudor y echo una furia por el calor del día.

—Vamos, que no quieres pasar el rato conmigo —añadió. Me siguió y, por el camino, tiró una pila de cajas.

  —No. No tengo tiempo para follar hoy —respondí mientras me paseaba de un lado a otro y metía como podía la ropa sucia en unos cestos. Esperaba que entendiera la indirecta.

  Maldito. ¡Si no había recogido nada precisamente por él!

  Jungkook me agarró del hombro y me observó con atención.

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⏰ Última actualización: Oct 20 ⏰

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