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—Acábate la avena y sigues jugando, ¿okay?

—¡Okay! —respondió el niño emocionado, dando varias cucharadas a su comida.

Cellbit suspiró y se sentó a su lado, tomando su propio desayuno; una taza de café y un sandwich. La casa se sentía inmensa y solitaria, le había mandado mensajes a Rivers y a Pac, pero ninguno había respondido. Los extrañaba, deseando que su normalidad antes hubiera sido realmente normal, excluyendo la paranoia y locura en la que se veía constantemente envuelto.

Bebió de su café, observó a su pequeño sonreírle y no tuvo más remedio que hacer lo mismo. Cualquier cosa valía la pena por tener a su hijo ahí, a salvo a pesar de todo.

—Pai, ¿va a venir tu amigo hoy?

—¿Roier? —cuestionó Cellbit ladeando la cabeza ligeramente.

Richarlyson asintió, viéndose claramente emocionado con su mención.

—Sí, carinho, vendrá hoy. Aunque se quedará un poco menos.

Su hijo hizo un suave puchero adorable antes de que su atención regresara totalmente a su desayuno. Cellbit miró la hora en su teléfono, ya casi eran las once, ¿Roier realmente vendría?

Casi como obra del destino, la puerta fue tocada un par de veces. Se levantó con rapidez y corrió hasta la puerta, abriendo en tan poco tiempo que se sintió algo avergonzado.

—Hola.

Roier se quitó los lentes oscuros y los colgó del cuello de su camisa.

—Buenos días, perdón que llegué un poco tarde. ¿Ya estás?

Cellbit lo miró sin comprender.

—¿Ya nos vamos? —al ver a Roier asentir tuvo que fruncir el ceño—. Roier, ¿te das cuenta de que no puedo llevar a un niño de cinco años con un montón de narcos?

Roier alzó una ceja y señaló al auto a sus espaldas.

—Ya sé, contraté una niñera —dijo haciéndolo sonar obvio—. Si a tu niño no le gustan las niñeras puedo pedirle el paro a Mariana o a Quackity, solo dime.

En realidad, Richarlyson jamás se había quedado con ninguna niñera, pero no era un niño con problemas para relacionarse. El primer día de preescolar Cellbit fue quien lloró, mientras que Richarlyson parecía entusiasmado por ver a niños desconocidos ahí. Además, nunca había tenido problema con quedarse con Rivers, aun desde los primeros días que se habían conocido.

¿Era muestra de sus nulos instintos de supervivencia? Tal vez, pero eso debía ser tratado con un terapeuta y Cellbit definitivamente no tenía dinero suficiente para ello.

—No le molestará —le aseguró.

Roier llamó a la chica con un movimiento de mano. Se veía joven, parecía universitaria, tal vez en los primeros semestres de una carrera. Parecía una chica dulce.

—Mucho gusto —saludó a Cellbit ofreciéndole su mano para saludarlo. Su sonrisa creció cuando el hombre correspondió el gesto—. ¿Dónde está el pequeño?

—En la cocina. Pasa, por favor.

La chica entró a la casa con reserva, tratando de seguir a Cellbit y no husmear de más. El hombre le dio un suave beso en la mejilla a su hijo.

—Carihno, saldré un rato, ¿sí? Vas a quedarte con una amiga.

El no decir directamente que era una niñera parecía ser la mejor opción, así la idea de algo nuevo no alteraría al niño.

—Él es Richarlyson... —dijo, esperando el nombre de la mujer.

—¡Oh! Tina, mucho gusto Richarlyson. Me llamo Tina.

Reckless Devotion [Guapoduo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora