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—𝐀𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐀 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐎𝐝𝐢𝐚𝐫—

—𝐀𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐀 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐎𝐝𝐢𝐚𝐫—

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2013
Actualidad

Sergio estaba encabronado, y usar esa palabra era poco. Recientemente su marido había estado recibiendo amenazas de algún desconocido y él no había insistido en contratar algun tipo de seguridad privada para él y su hijo Patricio. Definitivamente se tragaría su orgullo, después de que el mismo Sergio haya negado la realidad de aquellas absurdas amenazas que consideraba la bobería de algún mísero delincuente. Por dios, ¿Si quiera sabían que trataban con el mismísimo Sir Lewis Hamilton? Al menos eso fue lo que pensaba antes de la maldita conspiración contra él y su querido hijo pato.

Sergio estaba de camino al jardín de niños, su pequeño Pato no tardaba en salir, fue en ese momento que se estacionó y bajó de su Mercedes cuando un par de tipos trataron de subirlo a una furgoneta. Todos tenían un malito pasamontañas así que no pudo reconocer a nadie, por otra parte, esa maldita furgoneta no la había visto venir, y de no ser por la maestra de Pato, ahora mismo estaría en un punto entre la vida y la muerte. Fue justo después de eso que llegó encabronado y directo a la oficina de su esposo a exigirle un guardaespaldas para ambos.

- No me chingues Lewis, casi termino privado de mi libertad por unos pinches delincuentes. -Sergio estaba asustado, creando los peores escenarios en su mente- Quizá querían a Pato y no a mi... ¡Dios eso nunca!

El omega no dejaba de merodear por la oficina, murmurando maldiciones y tratando de recordar cada detalle de lo sucedido, juraba venganza. Fue su esposo, Lewis, quien dejó de lado su montaña de papeleo para tratar de tranquilizar a su esposo, mientras soltaba su aroma por la habitación, aquello nunca fallaba.


- Sergio, cariño relájate...

El alfa fue interrumpido por su nervioso y paranoico omega.

- ¡¿Cómo putas quieres que me tranquilice?!

Las feromonas del omega se hacían cada vez más presentes en la oficina, ciertamente doblegaron un poco a Lewis. Respiro profundamente y llegó a una conclusión rápida y eficaz.

- De acuerdo, mañana mismo enviaré uno a casa.

Sergio por fin había relajado los hombros, al menos dejó de dar vueltas por la oficina para que su esposo se acercara a él. Hasta sentirlo cerca, lo abrazo. 

- Lo siento cariño, debí tomarme con más seriedad esto... Mañana tú y pato tendrán un guardaespaldas, ese que debiste pedirme hace días.

𝐀𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐚 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐎𝐝𝐢𝐚𝐫 - 𝐂𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧 [ACTUALIZANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora