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𝐀𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐀 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐎𝐝𝐢𝐚𝐫

La casa de la familia Hamilton no era tan grande

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La casa de la familia Hamilton no era tan grande. Claro, contaba con dos grandes jardines de estilo inglés, una pequeña cabaña en la zona este, un invernadero y la casa principal adornada con grandes ventanales en forma arco, junto a los gigantes muros que eran custodiados por varío personal de seguridad armado, y todo eso era normal para Sergio. Él sabía lo importante que era su esposo.

El personal de la casa Hamilton eran más de diez personas custodiando los alrededores, pero solo pocos estaban dentro de la maison, como el portero, los jardineros, la mucama y Carlos Sainz, quien no solo administraba el negocio del señor Hamilton sino que también se encargaba de que la casa estuviera en perfectas condiciones de limpieza y seguridad.

Sergio conocía a todos los que laboraban en su hogar, fue por eso que cuando vió la espalda de un tipo alto encapuchado de aspecto misterioso y parado en la sala de su hogar se lanzó hacia él, golpeando con sartén en mano su cabeza y que para su sorpresa el tipo solo se encorvara un poco... Disimuladamente trató de sobarse la nuca.

El sonido había resonado en todo el lobby, así que no fue imposible que Carlos llegara corriendo asustado, desconcertado con Sergio que sostenía un sartén en mano. 

- ¿Sergio qué haces con ese sartén?

Había preguntado Carlos mientras ayudaba a Max a incorporarse, el pobre seguía sobándose la nuca.

- Carlos, lo siento vi a este tipo y me sorprendió que estuviera aquí... ¿Él es...?

El tipo se volteó, bajo su capucha y entonces Sergio lo pudo observar mejor. Los mechones dorados caían por su cara, tenía unos gruesos labios rosados y su pálida piel le hacían resaltar las facciones duras de su rostro, pero fueron los ojos azules que llamaron su atención. Cómo un par de zafiros, pensó Sergio a excepción de que aquel par de zafiros no mostraba brillo, sino un temeroso vacío.

La voz de Carlos lo sacó de sus pensamientos.

- Sergio, él es Max Kumpet. Tu nuevo guardaespaldas.

El hombre frente a él se acercó lentamente, como si tratara de torturarlo. Cada paso que daba sentía su cuerpo temblar y Sergio no supo distinguir si aquello era bueno o malo.

- Siento mucho lo ocurrido por mi, Señor Pérez.

El alfa se inclinó frente a él, mostrando su respeto, espero a obtener respuesta. Sergio lo interrumpió.

-Sergio, dime Sergio. Aún no tengo treinta años.

Max le sonrió y Sergio creyó haber visto la sonrisa más pura y hermosa en toda su vida.

-Asi será, Sergio.

𝐀𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐀 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐎𝐝𝐢𝐚𝐫

𝐀𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐚 𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐎𝐝𝐢𝐚𝐫 - 𝐂𝐡𝐞𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧 [ACTUALIZANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora