𝕆r𝕒nge S𝕠d𝕒.

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Habían salido de aquella tienda de recuerdos y ahora se dirigían a un restaurante, al cual no tardaron mucho en llegar pues, literalmente, estaba enfrente de la tienda.

Entraron y una melodía de piano los recibió, el audio era de muy mala calidad, debían admitir, sonaba casi terrorífico.

Una pareja de ancianos estaba sentada en la esquina del restaurante, comiendo tranquilamente.

Con algo de duda, Minho y Seungmin se sentaron, las sillas crujieron un poco, seguramente por lo viejas que eran.

──Bienvenidos, ¿puedo ofrecerles algo de tomar? ──un chico, tal vez de su misma edad, se les acercó mientras ponía el menú en la mesa.

Él se veía cansado, agotado, había ojeras debajo de sus ojos y su cabello castaño alborotado no mostraba nada más que lo descuidado que estaba.

──Una soda de naranja, por favor ──pidió Minho amablemente.

El mesero asintió, haciéndole saber que había escuchado.

──Limonada de fresa, por favor ──siguió Seungmin.

Una vez el chico se fué, el par de amigos pudo seguir platicando.

──Nunca me dijiste a quién viste ayer en la noche ──empezó a hablar Kim, refiriéndose a la vez que había ido a buscarlo ──. ¿Tanto se parecía a mí?

¿Qué iba a decir Minho? ¿Que lo confundió con el hombre del dibujo que le dió un desconocido fanático de las sirenas?

──No recuerdo ──contestó, mirando de reojo el dibujo sobre la mesa.

Seungmin suspiró, habían veces en que no comprendía a su mejor amigo, a veces podía contarle todo, y otras veces simplemente nada, y no sabía sí era porque le ocultaba algo o porque simplemente no tenía nada que decir.

Sinceramente, para él, Lee Minho era un misterio. Sentía que lo conocía demasiado pero, a la vez no conocía nada de él.

A los pocos minutos, el mesero llegó con las bebidas, aprovechando, también les tomó la órden de los alimentos que querían.

──Ese es un lindo dibujo, ¿Tú lo hiciste? ──preguntó, era alguien curioso al parecer, y no pudo evitar preguntar por el peculiar dibujo, donde la persona parecía no tener piernas y, en su lugar, estaba el inicio de una cola de sirena.

──No lo hice yo, fué un regalo del chico de la tienda de enfrente ──contestó Lee, sonriendo.

El rostro del castaño alto que estaba frente a él cambió drásticamente, de una expresión de felicidad a una más seria, tal vez enojada.

──Oh, el tipo que vende mierdas para turistas ──fué lo único que dijo para después irse, no sin antes decirles que su órden estará en unos minutos.

Talasofobia. |minbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora