Capítulo 28

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Narra Trístan.

Ya no soy su psicólogo, la derivé a tiempo antes de que siguieran ocurriendo más cosas entre nosotros. La extraño, pero ¿cómo puedo extrañar a alguien a quien he atendido solo un par de veces? Alguien a quien invité a cenar a mi casa materna. Estoy loco, loco de amor por ella. De entre tantas mujeres que he conocido, ella es la que quiero en mi vida. Es genuina, es amable. Esto ya no es amor de transferencia, esto es real. Pero el destino es extraño. ¿Por qué la tuve que conocer de esta forma? ¿Por qué no pudo ser algo más sencillo, como en un café, un parque, o cualquier otra cosa que no involucrara que fuera mi paciente?

"-Marcus, necesito verla. Sé que le rompió el corazón esta acción."

"-Trístan, hermano, fue lo correcto. Una vez que el colegio de psicólogos se entere de esto, tu carrera podría estar comprometida en escándalos, o incluso tu licencia podría ser suspendida hasta nuevo aviso. Sabes que aplican medidas disciplinarias estrictas. Dime algo, sé que no es fácil, pero ¿tuvieron intimidad siendo tú su paciente o en el consultorio?"

"-Marcus, me conoces lo suficiente como para saber la respuesta."

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Narra Amelia

El clima está precioso, llueve a cántaros; es una noche agradable y me gusta ver cómo las nubes se descargan.

Ha pasado un mes desde que estoy en terapia con el Dr. Marcus y ha sido una buena elección. Trístan ya no viene al edificio; no nos hemos vuelto a ver desde que me derivaron, y estoy bien con ello.

Estoy sentada en el balcón contemplando la lluvia caer, las luces de la ciudad y lo tranquila que está. La gente no sale cuando llueve, especialmente de noche. Tengo la compañía de un nuevo libro, "Cumbres Borrascosas", el cual narra una historia trágica de pasión entre Catherine y Heathcliff.

Estoy absorta en mi lectura hasta que lo noto; está parado debajo de mi balcón con una chaqueta negra y las manos en los bolsillos. Mi corazón da un vuelco; quizás no estaba preparada para verlo.

-"¿Cuánto tiempo llevas ahí?"-, le digo lo suficientemente alto para que me escuche.

-"Lo suficiente para notar tus gestos con cada página que lees"-, responde.

-"¿Eso no te causaría problemas?"-, lo miro con cara de confusión.

-"¿Qué cosa?"-, pregunta, ahora confundido.

-"La lluvia; estás empapado y hace frío. Sube.-"

Él es el dueño del edificio, así que seguramente solo tiene que decirle a la ama de llaves que le ceda el paraguas del portal. Le abro la puerta y nos fundimos en un abrazo. No importa lo mojada que esté su ropa; me besa en la frente.

-"Perdóname, te he extrañado como si ya nos conociéramos desde hace mucho tiempo"-, dice.

-"A mí me ha estado pasando lo mismo"-, respondo.

-"Tengo que explicarte, Amelia, por qué no pude seguir viéndote como paciente. No quiero que mis sentimientos influyan en el proceso terapéutico. Cuando eso sucede, el deber del psicólogo es derivar a su paciente."-

-"Lo sé; he estado investigando y leyendo al respecto."-

-"Esto nunca me había pasado antes; contigo fue diferente. Cuando te vi ese día en el ascensor, me dejaste impactado. Cuando viniste a mi consultorio, maldije para mis adentros porque no era la forma en que quería conocerte."-

-"Lo sé; el destino es extraño y junta a las personas en momentos que consideramos inoportunos. Pero, sin todo esto, no nos hubiéramos conocido, y supongo que ahora tendremos la libertad de conocernos mejor."-

-"De acuerdo contigo, mi preciosa Amelia", dice, y me ruborizo-. Mi nombre en sus labios suena como una dulce melodía.

-"Ven, tienes que quitarte esa ropa mojada. No quiero que te enfermes. Te llevaré al cuarto de lavado. Aquí tienes una toalla para que te envuelvas y puedas poner tu ropa a secar-."

Él se quita la chaqueta y la franela. No puedo apartar la vista de su torso esculpido; tiene el abdomen marcado. Se acerca a mí, une nuestros rostros en un cálido beso haciéndome sentir cuánto me ha extrañado. Le correspondo con la misma suavidad. Desliza sus manos por mis hombros, retira la blusa de pijama que llevo, me besa el cuello y me empuja suavemente contra la pared. Siento un calor intenso recorrer todo mi cuerpo. Me dejo llevar por este éxtasis, y nos quedamos en ropa interior, ambos llenos de lujuria y deseo, pero somos interrumpidos por el pitido de la lavadora, indicando que su ropa está lista.

Nuestras frentes se quedan unidas mientras normalizamos nuestra respiración. Sonrío para mis adentros; nunca había vivido algo así. Es la magia del momento y, sin lugar a dudas, él es mi clic, mi primer amor.

Enamorado de una paciente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora