CAPÍTULO 1

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IROXANA

No quisiera decir mi nombre ahora, ni mi apariencia física, ni tampoco mi edad, no sea que alguien me vea en la calle y me reconozca. Pero sé que tengo que hacerlo, para que haya un contexto en mi historia.

De momento bástese con saber que me llamo Roxana, que estoy casada desde hace más de 25 años con un buen hombre llamado Jesús, que soy ama de casa, que tengo 45 años, que tengo 3 hijos llamados de mayor a menor; Julio, Mónica y Abril, que debajo de mis atuendos decentes y elegantes me cuelgan dos enormísimas mamas que apenas caben en las copas de mis sujetadores, y que un gran culo del tamaño del mundo hace imposible que pueda comprar ropa interior o pantalones que me queden a la medida.

Además, tengo un ligero problema aún mayor: últimamente, no sé a ciencia cierta la razón, me encuentro muy cachonda, así como la sensación de intensos episodios de calor corporal, y el aumento desmedido de mis pechos y mis glúteos.

Todo esto, más de lo normal. Incluso mi vagina sufre de cosquilleos e inflamaciones que no tienen nada que ver con infecciones ni el periodo. Es que el periodo hace un par de meses que se ha vuelto irregular, y coincide plenamente con mi nueva situación, que me da mucha vergüenza, por parecer tan obscena.

Yo pienso que todo es hormonal, por mi edad, pero me asusta recordar y entender que nunca antes me había pasado nada parecido, lo digo de verdad. ¿Es la pre menopausia? Es que ahora paso las horas con constantes humedades que no puedo controlar.

¿Cómo saber si es normal?

El lunes tengo cita con mi ginecóloga de confianza, la doctora Pamela Rico. La última vez que fui a verla fue porque comenzaban mis oleadas de libido, y mis deseos por tener sexo con mi marido (ya casi inexistentes) me hicieron preocuparme por si debía tener un método anticonceptivo, el cual había dejado de usar por nuestra casi nula actividad sexual.

La doctora Rico me dijo que después de los 45 años es poco probable quedarme embarazada, pero que de todos modos cabía la posibilidad y debíamos de analizar un método eficaz en caso de que mis actividades amatorias con mi marido se reanudaran, después de tanto tiempo.

Desde luego, ya no volví por ese método, porque como digo, el sexo con Jesús últimamente no existe, y por tanto, riesgos de embarazarme, y mucho menos a mi edad, no hay.

—Caray, Roxana —suele decirme Jesús de unos meses para acá—, como sigas engordando tendrás que cambiar toda tu ropa del armario.

—¡No estoy gorda! —le suelo responder—, lo que me está creciendo es el busto y la cola.

Ya las braguitas suelen rompérseme cuando me las pongo o cuando me las quito, pues las costuras se desgarran al intentar pasarlas por mis gordas piernas y culo.

La parte inferior de la tela constantemente se incrusta contra mis voluminosos labios vulvares, que también son gorditos y pegajosos, mordiéndolo hasta dejarlo muy mojado, y que si bien no soy una mujer gorda, sí que estoy teniendo nuevas carnes en mi cuerpo por la edad.

—Dios mío, debo de comer menos.

Le gente no lo sabe, pero después de los cuarenta y tantos, la grasa se empieza a acumular en las caderas, nalgas y pechos, y hay mujeres que en lugar de perder la libido o resecarse de sus genitales por la menopausia, le pasa lo que a mí; se vuelve más cachonda, más ansiosa por temas prosaicos, y la lubricación de la vagina es casi constante.

"Joder, Roxana, ¿qué diablos te pasa?" me suelo preguntar.

Solía ser una mujer tranquila, sin grandes aspavientos ni necesidades tanto físicas como sexuales. Ahora no sólo tengo más apetito culinario, sino también sexual, aun si mi marido apenas me toca, pues ya a sus 53 años padece de una inapetencia que me ha tenido en abstinencia desde hace años.

FANTASÍAS DE UNA MUJER MADURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora