CAPÍTULO 9

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LA NOCHE DE LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS PARTE I

JESÚS


Rememoración de sucesos.

Mi vida con Roxana siempre fue ocasión de envidia tanto en su familia como en la mía. Lo mismo ocurría con los vecinos y amigos de nuestro entorno, que veían a Roxana, a mis tres hijos y a mí como una familia que representaba un modelo a seguir.

Mis hijas y mis hijos tienen meses haciendo sus vidas fuera de Guadalajara, Abril (la menor) estudiando Turismo, y Mónica y Julio trabajando en la capital, con sus respectivas parejas. Su partida nos sumió en la tristeza, pero también supuso un momento idóneo para que entre mi mujer y yo surgiera de nuevo esa llama de la pasión que habíamos dejado escapar desde hacía años atrás. Una llama que por activa y por pasiva se apagó en nuestra cama hace muchos años atrás.

Yo siempre lo he atribuido al estrés que me produce mi trabajo de oficinista. También al estrés de mi mujer que lleva años como profesora en un instituto donde los jóvenes son o eran un dolor de cabeza constante para ella, ya que a estas alturas, ya no se queja tanto de ellos, lo que me parece raro. A mi esposa le costó adaptarse a las nuevas dinámicas de sus alumnos, donde ya todo es menos recatado y decente como antaño.

Actualmente la raza de babosos es más irrespetuosa y vulgar con sus mayores, y eso en su momento le causó un gran malestar a Roxana, ya que siempre se ha distinguido por ser una mujer discreta, púdica y severa.

En los últimos meses hubo algunas (muy pocas) ocasiones que me tocó recogerla en el instituto, (cuando por obra de Dios logré salir más temprano de la oficina), y con disgusto he podido observar, mientras la espero, la forma lujuriosa y sucia con que la miran algunos cabrones de esos que la repasan cuando van detrás de ella, cuchicheando entre ellos, haciendo muecas vulgares con la boca y con la lengua, y replicando con sus propias manos la gordura de su culo.

Son jóvenes, es cierto, pero ya están muy desarrolladitos y muy despiertos para considerar sus jugarretas como algo inocente. Incluso considero que a pesar de no ser tan mayores, ya han fornicado más de lo que yo lo hice en toda mi vida. Y eso me da agobio y vergüenza.

Roxana no tiene la culpa de estar entrada en carnes. Lo que pasa es que por su edad ella ha tenido que hormonarse, a fin de que pueda sobrellevar estos cambios de la pre menopausia de la mejor manera. La medicación ha provocado que mi esposa haya engordado un poco, pero no sólo de la tripa, sino también de los pechos, de las piernas y del culete.

Las faldas de tubo que se pone no le ayudan en nada a ocultar sus abundantes nalgas, pues se ciñen tanto a sus glúteos, a sus voluminosas caderas y a sus corpulentas piernas, que difícilmente consiguen pasar desapercibidas. Lo mismo ocurre con sus senos, que cuelgan en su pecho de una forma casi vulgar, a veces incapaces de ser contenidas por un buen sujetador. A veces incluso los botones de sus blusas se tensan tanto que parece que estallarán violentamente y que sus obesas mamas se desparramarán por todo su cuerpo.

De por sí Roxana siempre fue una mujer rellenita, sobrante de carnes, razón por la que solía estar en permanentes regímenes de dieta que la obligaban a permanecer en su peso ideal. Sin embargo, ahora, gracias a su desorden hormonal, su constitución física se ha hinchado a límites insospechables, aumentándole tallas en pechos y nalgas de forma desproporcional.

Aun así, mi mujer y yo permanecíamos en paz, tranquilos, tolerándonos, queriéndonos más y más y podría decirse que hasta durmiendo serenos, aun si ese deseo por hacer el amor no era parte de nuestra rutina.

No se malentienda. Que yo siempre he amado a mi esposa y siempre la he deseado, aunque es cierto que su nueva voluptuosidad me cortaba un poco. Con todo eso, decidí convertir nuestra nueva soledad, lejos de nuestros hijos, en una nueva época de reconquista. De romanticismo. De una nueva luna de miel.

FANTASÍAS DE UNA MUJER MADURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora