Capítulo Dos

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Devon me quedó viendo con su entrecejo junto y terminé por pasar de su expresión en su rostro y me fijé en Mark.
—No hay problema, coronel. Iré al término de mis labores administrativas. — agité mis manos hacia las afueras del comedor y aguanté las ganas de golpear la pierna o los testículos de Devon bajo la mesa al despedirme y resopló al notar mis intenciones.
Salí tirando mi manzana al basurero y caminé hasta el campo de entrenamiento, viendo la estructura armada y a dos chicos arreglando una mesa repleta de material táctico. Saludé y subí la escalera (seis pisos antes de llegar al punto necesario) para asegurarme que estuviera todo en orden y no hubiera accidentes.
Todo en orden y aún faltaban cinco minutos para que los soldados llegaran. Revisé mi teléfono y había algunos mensajes.
“Isa, mamá y yo te extrañamos. A papá casi no lo hemos visto, pero, te extraña. Espero verte aquí pronto..”
“Mejora tu posición allí arriba, no quiero ver sangre en el suelo ni oír tus quejidos de dolor al caer. Mucho menos gastar de mi tiempo al llevarte a enfermería.”
Saqué la mirada del teléfono ante este último y lo vi a unos treinta pasos de la estructura y… mierda este hombre era un imbécil gruñón, sarcástico, duro y un idiota frío. Sin embargo, había sacado la conclusión que aun así nosotros le importamos, nuestras vidas y cabezas le importaban. ¿Con qué fin? No lo sé, con Devon siempre se esperaba lo peor, de todas formas aun me costaba creer que tuviera un corazón. Terminé con el arnés sobre mi cuerpo sin perder sus ojos de los míos y guardé el celular en el bolsillo con cierre notando que los chicos estaban reuniéndose abajo y esperé a que saludaran a Devon. Levanté el megáfono y hablé sin apartar mi vista de ellos.
—¡Chicos, quiero la máxima atención a lo que diré, porque no quiero idiotas accidentados por no escuchar ni prestar atención a sus movimientos! ¡A un lado de ustedes tienen dispositivos de seguridad para rescate en altura de forma segura. Dentro de estos van cascos, arneses, puños de ascenso con escalera y ascensores anticaídas!
Todos estaban atentos y voltearon a la mesa con los dispositivos. — Cojan todos un kit y su casco, los Cabo Walker y Thomas ayudarán con la conexión de los arneses.
Esperé a que Asher y Leah apoyaran a cada uno con el arnés y dejé que dieran una explicativa y luego la demostración en ascenso con el propósito de ver a Leah arriba y Thomas abajo como apoyo. — Rápido, quiero que cada cuerda esté ocupada.

                             ✈️

Dios, estaba cansada y quedé por ir con Jess, luego Mark y por último Devon. Llamé por teléfono a mi chica gruñona porque quería ahorrar tiempo y a esta hora nadie está cerca. —Sargento ¿Todo en orden?
—Afirmativo. Venga más tarde, no me deje con estos novatos o terminaré por encerrarlos y taponar sus bocas. — rodeé los ojos y reí por la razón de que era tan antisocial cuando quería serlo y sobre todo malhumorada o muy franca. Respondí y corté.
Ya ven que poco tiempo tengo para pensar en el chico de las cartas, Pero cuando lo hacía solo era para cuestionamientos un tanto románticos. Me estaba gustando recibir sus cartas, de hecho, las mantenía todas juntas y escondidas entre mi ropa para no perderlas y cuando gozaba de un bello desvelo por mis sueños raros las leía una y otra vez.
Entré al ala de dormitorios y saludé a algunos chicos sentados en sus camas, esperando el turno de noche para patrullar el perímetro y encargarse de la seguridad nocturna. Seguí hasta mi habitación (suboficiales y oficiales tenían sus habitaciones separadas) y cerré la puerta desinflándome como si fuera un jodido globo. Esta rutina me gustaba, lograba sacar mucha energía, pero secretamente extrañaba cierta comodidad que mi título real me entregaba y necesitaba de mi hermano y no mentiré que de mis padres también.
¿Alguna vez han querido desafiar a su propia familia solo porque no pueden ver lo fuerte e independientes que podrían ser? Pues esta es la verdadera razón del porque estuve tantos años lejos de mi vida de lujos y de mimarme hasta el punto de no dejarme hacer casi nada por mi cuenta, mi madre podría darme una falsa libertad, pero mi padre y mi hermano me atosigaban en sobreprotección y cuidados y no entendía el por qué.
En una corta visita a mis dieciséis al estado de Florida comprendí que yo no era tan parecida a las dulces chicas que Kai solía presentar de vez en cuando como sus citas en eventos benéficos hasta más adelante presentar a su novia Ada. Tampoco era una persona de estar quieta todo el tiempo, yo quería movimiento, deseaba conocer, viajar, llenar mi corazón y mi mente de experiencias nuevas y lejanas al concepto y burbuja en la que me tenían en el castillo.
En aquella visita a florida de la nada cayó un volante de postulaciones al ejército sobre mí y sin dudarlo y con ayuda de Morth logré entrar al año próximo. Abrí el bolso y lo apoyé sobre la cama, metí ropa limpia y otras cosas para ir a las duchas. Estaba más que claro que no iría toda sudada con el coronel y menos con Devon para después escuchar sus burlas.
Me entró la duda otra vez de saber quién sería el hombre detrás de las cartas, me gustaría saberlo y sobre el creciente interés que estaba sintiendo porque me atraía lo que decía ese chico o porque era la primera vez que alguien hacía algo así. En los desvelos y con la vista completamente en el techo pensaba en  cómo sería su cuerpo, su cabello, qué color tendría, sus ojos, todo. Me estaba asustando en cierta forma porque cada día tenía la ansiedad de ver si llegaba otra carta o no era palpable.
Cerré el bolso y me senté para jugar con el teléfono antes de responder el mensaje de Kai. Era estúpido seguir con la mentira de no extrañarlos, eran años donde los evité. Los primeros años estuve a muy poco de solicitar que me alejaran de este lugar, pero entendí que si quería madurar y demostrar que no era mujer de solamente dinero y lujos tenía que ser fuerte y aprender de la vida real.
Desbloqueé con el detector de huella el teléfono y encontré el contacto de mi hermano, y envié un mensaje.
Kai también los extraño y muchísimo, lamento no haber ido muchas veces a casa, pero, debemos hablar de algo y espero que puedas comprenderme, Dile a papá que descanse. Los quiero mucho.”
Suspiré y me encaminé hasta las duchas, cantando en voz baja. No había nadie a esa hora y al entrar apoyé el bolso en la banca, me desvestí  y entré a la ducha dejando correr el agua para relajarme e ir prontamente a ver a Mark, necesitaba saber sobre la decisión primero para hablar directamente con Kai.
Extrañamente mantenía el pensamiento en que el agua siempre se llevaba mi estrés, mi ansiedad, mis dudas y lo negativo del día a día y eso me daba curiosidad porque no había visto nada científicamente certificado de que el agua era un buen purificador del cuerpo, pero no me interesaba si no estaba comprobado, era real. Cada músculo del cuerpo fue relajándose con cada gota de agua tibia y masaje de mis manos. Terminé usando las yemas de mis dedos dando círculos en mi cabeza y prontamente enjabonando y enjuagando para coger mi toalla y salir.
Me dio un pequeño escalofrío el cambio de temperatura y abrí la puerta de la ducha individual para coger la toalla y poder terminar mi día.
Ay, no. Mi pulso fue bajando, mis ojos no encontraron mi bolso ni mi toalla.  Tranquila, todo estará bien. el pánico no podía hacer de las suyas ahora.
Esta era obra de un grandioso imbécil que me está jodiendo la vida desde que entró a este lugar y gruñí al ver la nota sobre mi ropa interior encaje de rojo colgando en la entrada de las duchas. Veintiocho, veintiocho años y aún no maduraba, apreté el puente de mi nariz y me aseguré de que nadie estuviera cerca al ponerme mi ropa interior.
“Demuestre de qué está hecha sargento, Suerte.”
Grité con toda la fuerza ante la mierda que había hecho. Maldito, algo dentro de mi comenzó a quemarme y mis manos estaban ardiendo de un momento a otro evaporando el agua que estaba fija en ellas. Estaba tan molesta que no di tiempo para pensar en por qué el agua desapareció, agarré la ropa y me la coloqué con fiereza, sumando la determinación en mi cuerpo caminé por las duchas hasta el extremo opuesto a los dormitorios. Había un largo pasillo con diferentes puertas hasta un pequeño vestíbulo de entrada y salida. Mi piel era un juego al erizarse a la vez por el frío y caliente por la rabia contra el hombre que ideó este plan. Si quería jugar, lograría hacerlo. Anduve con tiempo, evitando enseñar el dedo medio a través de las cámaras del pasillo, algunos soldados asaltaron mi cuerpo con sus ojos brillantes por la atracción y eso me molestó todavía más por la razón de que podría perder credibilidad y respeto ante la mayoría.
Oí silbidos mientras pasaba por el vestíbulo, me detuve  y miré al grupo de hombres en la barra de administración, Abby puso una cara de incredulidad y grité a los hombres.

— ¡Eh!, es que nunca han visto a una chica semi desnuda o es que son unos putos pubertos… respeten.

—No ofendas a mis hombres, tú eres la que está caminando en lencería frente a todos sabiendo que nadie es de hierro.  — el tono de obviedad de aquel hombre me obligó a pensar en la idea de querer enterrarme viva.

contra el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora