Capítulo Cuatro

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Que mentira más grande fue haber dicho que leería las cartas el otro día. Si pudiera reír lo haría, pero ahora estoy con una puta bala en el hombro por culpa de un soldado de la división que controlamos. Horrorosamente Devon era quien controlaba este operativo y yo solo quería gritar por el desastre.

—Mierda, Sanders…— susurré al momento de acercarme a él y cerré los ojos sin olvidar el miedo en sus ojos. Hice una mueca al oír los pasos del mandamás.  

—¡Eres un estúpido Sanders! ¡Te das cuenta que nos haces perder tiempo…! — Devon sacó su casco y levantó la balaclava enseñándonos su piel bronceada y su cabello corto y castaño. Con una sola mano tiró al chico al suelo y sinceramente yo no pude hacer mucho por salvarlo.

—Señor, lamento lo sucedido. Me distraje y no medí la altura con la sargento. — Hice una mueca ante su voz nerviosa y apreté mis labios.

—¡¡No me importan tus excusas soldado!! ¡Para colmo se te ha escapado el  objetivo! — El arma de Devon estaba peligrosamente cerca de Sanders y me coloqué detrás de él para soportar la recriminación y próxima sanción. — ¡¿Cuántas putas veces ha entrenado tiro?! Es una vergüenza que suceda esto…

—T-teniente, ha sido también… mi culpa. — miré a Devon con dureza porque si mostraba debilidad él me cazaría sí o sí. Colocó sus ojos verdes sobre los míos y mordí mi labio para no cagarla más. Apreté el hombro de Sanders sin bajar la mirada del teniente y hablé con esfuerzo. — John puede irse.

John no hizo ningún movimiento pero oí como movía sus botas y sus piernas sobre el suelo meditando si hacerme caso o seguir en esa posición y volví a repetir su nombre. — John… vuelvo a repetir. P-puede irse yo me encargaré.

—¿Quién eres tú para ordenar en mi escuadrón? — Manifestó con voz profunda y retrocedió unos pasos señalando a otros reclutas apostados en la entrada del galpón. — ¡¡Llévenselo, antes que nos maten a todos o él mismo lo haga por ellos!!

Sanders dudoso se levantó, cogió su arma y Murmuré un “No te preocupes” al momento de girarse y asintió levemente. Los otros chicos se fueron con él dejándome con la bestia e inspiré profundamente. Prefería morirme del dolor que aguantar los regaños y estupideces de Devon contra otros.

—Sáquelo. — apuntó con el arma mi balaclava e hice lo que exigió corriendo la mirada a cualquier otro punto mientras él caminaba hasta quedar a un paso de mi pecho. — Míreme Russo o es que le atemorizo…

Concedí a su orden y mierda que intimidante era verlo. Desde aquí podía notar que sus ojos verdes eran tan confusos que logran mimetizarse con las pintitas doradas. Me enderecé con dolor y decidí responder su anterior pregunta sin morir en el intento.

—Le informo que su escuadrón no es este, este es del teniente Smith. — aproximó su rostro al borde de rozar nuestros labios y mi corazón se agitó sin precedentes. Aguanté un segundo mi respiración y solté con dureza. — No tiene derecho a tratarnos como perros.

—Mientras yo esté a cargo todos responden ante mí como a mí se me Plazca, no al imbécil de Roy Smith. — vi como la dilatación de las pupilas se formaba reemplazando el verde por el negro y su cálido aliento mentolado chocaba con mis labios. — ¿Está claro sargento?

—No, no… lo está. — respondí altivamente empujando mi cuerpo hacia él rogando que no percibiera mi miedo. Una tensión extraña se formó cuando realicé este movimiento y escuché cómo colocaba el seguro a su arma y la tiraba al suelo. 

—¿Por qué no sargento? ¿Acaso mucho libertinaje con Roy le derritió el cerebro? — movió sus cejas y su tono de voz era arrogante pero tal vez sentí un poco de celos, miré sus labios gruesos de esos que daban ganas de morderlos y volví a sus ojos.

contra el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora