† Chapter nine †

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Un día alguien te va a abrazar tan fuerte que todas tus partes rotas se juntaran de nuevo.

Nuevamente en Washington. Son las 3:30 pm de la tarde, salimos en avión a las seis de la tarde de París.
No he podido contener la emoción. Los vídeos aparecieron en las redes con la etiqueta de #Amorverdadero tienen millones de reproducciones y likes.
Me acurruco mejor en el hombro de Emilio.

— Tu aliento me está haciendo cosquillas — murmura.

— Te gusta.

— Si, pero me hace cosquillas siento como sí una extraña sensación se apodera de mi cuerpo.

— Eso es esquizofrenia. — digo riéndome por la mueca que puso.

Su mueca era de total asco y espanto.

— Ni en juego — masculla.

Me reí por lo bajo, me hizo separarme de él. Le sonó el claxon a un auto que iba delante.

— De perfil te ves más guapo — susurré.

— Intentas convencerme de que deje de estar molesto pero no lo conseguirás.

— Vaya, perdón. No sabía que te lo tomarías tan personal.

Dobló el volante hacia la izquierda para estacionar el auto en el garage.
Me miró, su ceño estaba ligeramente fruncido, su mejillas estaban rosaditas.

— Es broma. Jamás podría estar enojado contigo.

Bien. Ahora seré yo la que se haga la molesta.

— Bien — me crucé de brazos y fruncí el ceño aunque por dentro estaba que me moría de la risa.

— Amor, pero no te pongas así. Tu te jugaste conmigo primero, ¿¡Porque yo no!?

— Bueno porque yo... yo — soy pésima con los planes —. Vale, no puedo seguir actuando.

— Lo sabía —, entremos.

— Amor, las maletas.

— Tranquila, las bajo yo después. Por ahora solo quiero entrar y acurrucarme contigo en la cama. — hizo puchero.

Asentí.
Rodeó el auto y me abrió la puerta y me ayudó a bajar. Entramos a la casa y dante estaba muy emocionado por vernos.

— Hola, amigo. Jugamos luego quiero descansar.

— Así es. Nos vemos luego.

Emilio va subiendo las escaleras delante de mí, lo iba empujando por la espalda para que subiera más rápido. Entramos a la habitación.

Nos despojamos de la ropa y nos pusimos una más cómoda. Él se puso su short negro y se quedó sin camisa.
Yo pues me puse solo una camisa de él de color melón.

— Estoy agotado — confiesa.

— Si, yo también — suspiré.

— El cambio de horarios nos jodió en gran parte. Por cierto querida.

Me dí la vuelta, pasé una pierna encima de él y una mano en su cabello haciendole piojito.

Hasta el fin de nuestras Vidas (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora